Me encontraba sobre el chirriante escenario de aquella vieja cafetería y, con el característico aroma del lugar en mi nariz, me animé a contarle al público mi historia del ángel que me salvó.
La historia comienza cuando me quedé atrapado en un mundo negro, sin color y sin vida. Intenté muchas veces encontrar luz, caminaba y caminaba pero sólo encontraba una oscuridad asfixiante y pesada. Los médicos intentaron ayudarme pero sus recetas sólo distorsionaban la realidad; me sentía mareado y confundido.
En uno de esos tantos días de caminata a ciegas encontré un débil rayo de luz, no le di mucha importancia porque creí que era una broma por parte de los medicamentos pero aun así decidí averiguar de dónde venía; al fin y al cabo no tenía otra cosa más interesante que hacer. El rayo de luz me llevó hasta una enorme ventana con una brillante vista; los medicamentos a veces tenían un humor demasiado agrio.
Toqué la fina madera del borde y abrí la ventana, una fría brisa se lanzó a mi rostro despeinando aún más mi cabello, en ese punto estaba realmente convencido que esto no era una broma y sin pensármelo demasiado, tomé impulso y salté al exterior. Cerré los ojos y disfruté de los cálidos rayos de sol mientras caía; probablemente quedaría cubierto de cicatrices cuando llegara al final.
Caí y me encontraba en un lugar cómodo y agradable pero no estaba inconsciente, seguía sintiendo la piel cálida y aun escuchaba los susurros del viento. Al abrir los ojos me di cuenta que estaba siendo cargado por una persona con alas negras, casi tan negras como el lugar del que escapé; un ángel.
El ángel siguió su vuelo, permitiéndome apreciar el precioso paisaje debajo nuestro, luego me dejó en el balcón por el que salté, y se sentó en el borde. De repente, sus majestuosas alas cayeron muertas de su espalda, sonrió triste y me dijo:
"Tal vez nunca pueda volar". Me sentí mal y egoísta. Había sacrificado sus alas por permitirme ver y sentir la luz por lo menos una vez.
No puedo sentirme mal por algo que no es real. Estoy soñando.
"Estás completamente despierto". No creí sus palabras porque ni la luz ni él existían; no podía existir una persona tan perfecta y bella. Con una idea absurda lo besé para comprobarlo, cuando mis labios pudieron sentir los suyos me aparté bruscamente, totalmente impactado y avergonzado; era tan real como yo.
Sí, es verdad. Esto no es producto de mi mente.
Susurré en su oído: "quiero quedarme. Quiero soñar un poco más". Quiero quedarme en esta brillante luz para siempre, y si él me hacía compañía era aún mejor.
"Pero aun así es tiempo de irse". Luego de decirme eso me miró y me sonrió dulcemente antes de caer del balcón.
Desperté en la oscuridad de siempre, aunque había un ligero cambio; noté la existencia de una flora marchita y de otras a punto de morir. Me dediqué a cuidarlas porque me necesitaban y aunque yo no estaba bien, seguía sosteniendo esas cinco flores en mis manos.
Las hermosas flores me hacían compañía en esa oscuridad que me encarcelaba, me daban la fuerza y valentía que necesitaba para liberarme; sólo necesitaba correr un poco más para emprender el vuelo como los pétalos de las flores.
Tal vez nunca pueda tocar el cielo, pero sigo queriendo alcanzarlo. Quiero volar nuevamente, como si tuviese un par colorido de alas y disfrutar la luz, el viento, el calor y los colores.
No miento, no miento, no miento; sí. Miento. Esto fue producto de mi mente, y puede que incluso de los medicamentos. Estaba tan necesitado de un poco de luz y color aunque fuese por un corto lapso de tiempo y de forma ficticia, que dejé de distinguir la realidad de la fantasía.
A pesar que soy consciente que esa experiencia fue producto de mi mente, quiero observar nuevamente el paisaje del frío invierno muriendo por la llega de la cálida primavera.
Quiero vivir por la flor que se marchitó por mi descuido.
Quiero volar por el ángel que se quedó sin sus alas por salvarme.