Después de tomarme siete años de descanso en la Costa Oeste, no sé por qué tenía esa sensación de felicidad a pesar de que, todo mundo asocie a Nueva Jersey con lo malo que es vivir a un costado de la ciudad de Nueva York. Así es como yo vi todo en tan solo la primera noche que llegué hasta mi apartamento que por supuesto no estaba nada lejos de la playa.
Por alguna razón tenía esa inquietud de volver a todo lo que se me hacía familiar, a parte de cosas a las que ya estaba acostumbrada, como tarjetas de crédito y sistemas de fax que hacían las cosas más fáciles, tal vez caras sencillas era lo que me hacía extrañar y volver con urgencia.
De cierta manera era gratificante estar de vuelta en los tan conocido pasillos que me eran del Centro Médico Metropolitano. A pesar de que obtenía varios comentarios malos acerca de no poder conseguir un empleo de inmediato debido a la reducción del personal en los hospitales en los últimos tiempos. Para mi suerte, y lo digo porqué tiene gracia que vuelva a mi puesto anterior de un horario considerable de 3 a 11 como enfermera jefa de la Unidad Quirúrgica de Traumatología. Posiblemente padecía del típico desgaste profesional. Me sentía como un soldado en una guerra que estaba cansado de luchar por su vida.
Como enfermera he trabajado en hospitales alrededor de todo el país en una búsqueda constante por un puesto que no consumiera mi alma más de lo que ya estaba. De manera que no encontraba uno permanente que pudiera soportar, me vi en la obligación de volver a donde comencé. Todo eso junto con recuerdos que no eran bienvenidos que en su mayoría eran desagradables. Mi único consuelo era el hecho de que, tenía más años y, era de esperar que, sería más juiciosa. Lo único que pedía es que nadie mueva a este corazón lastimado. Era mejor dejarlo tranquilo y que muriera por causas naturales.
Doble una esquina y entré a la cafetería del hospital. Tan solo llevaba tres días trabajando y me quedaba con la firme idea de que debía aprovechar el "tiempo" de treinta minutos asignado para comer. Miré con pasividad como un hombre con obesidad morbosa dejaba caer un poco de aquella bazofia en mi plato. Pagué por ello y me fui a tomar asiento junto a la ventana, en el lugar más apartado de la sala. Sencillamente, no me encontraba de humor.
Miraba absorta desde la ventana. No fui capaz de desviar la mirada de aquella noche bochornosa hasta que sentí una mano tocar mi hombro, acompañada de una voz masculina que casualmente me resultaba familiar.
-Christine- dijo con tono dulce
Michael Stein. Reconocí su timbre de barítono antes de darme siquiera la vuelta. Era la voz que, siete años atrás, había confesado sentimientos cerca de mi oído y había cantado canciones de amor.
Sabía que iba a toparme con él tarde o temprano, pero realmente esperaba que fuese más tarde. Aún no me encontraba preparada, había preparado un sinfín de discursos, incluso las había ensayado. Quería que se sienta culpable por no haber sido capaz de haberse comprometido conmigo, pero no tan culpable como para excluir la posibilidad de que nos volvamos a encontrar.
-Michael- sonreí, intentando dar la impresión, de ser alguien que ha superado el dolor y que ha vuelto a reanudar su vida. Empujé el pie contra la silla para así mover la un poco. -Siéntate, por favor- indiqué, con un tono de intento maduro y seductor.
Pareció aliviado de encontrarme con cierta indulgencia. Supongo que se preocupaba de aquellas conversaciones dolorosas que tuvimos en el pasado, pero quise demostrarle lo mucho que había mejorado. Además, de que no quería que note cuánto sufría todavía al mirarlo, que aún causaba efecto en mí.
-Estás genial, Christine. -Mentía. Seguramente debí haber subido unos cinco kilos desde la última vez que nos vimos.
-Y tú también - mentí, bueno, tal vez no. De hecho, se encontraba mejor de lo que esperaba. No era sensato suponer que una relación como la nuestra no se evaporaba sin más en el espacio. Sin embargo, su presencia ya comenzaba a causarme leves punzadas, y estaba segura de que a él también.
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Dios vuelve en una Harley
FanfictionChristine una mujer que no alcanza los rangos de lo que la gente llama belleza, tiene pocas esperanzas de encontrar a su hombre ideal, lo que ella no sabe es que dios a vuelto para enseñarle cosas que ni ella sabia, pero, ¿que pasaría si dios se ena...