Nine Lifes

First Life

«Su sacrificio me enseñó que, aún después de la noche más oscura, el sol saldrá de nuevo. Si el corazón es lo bastante fuerte, el alma renacerá con cada nuevo día. Vida tras vida; época tras época, para siempre. Hasta que un día, finalmente, podamos andar de las manos sin temor a soltarnos.»

Los primeros copos de nieve caían sobre aquella tierra, caían con gracia y lentitud al igual que los cuerpos de las personas en fila sobre sus rodillas, de espaldas con las manos atadas detrás de la espalda. Solo se escuchaba la orden del sargento, y al cabo disparando uno a uno a los hombres que iban fusilando bala por bala. Entre ellos, un joven de cabellos azabaches y ropas desgastadas por el violento trato que recibió, se encontraba ahí, de rodillas, con la cabeza baja, encogiendo los hombros ante cada disparo.

Su mandíbula estaba tensa, su cuerpo no dejaba de temblar, no sabía si era por el frío que provocaba la nieve al estar cayendo recién sobre sus ropas delgadas o los nervios de oír como los disparos eran cada vez más cercanos a él. Se decía que tenía que morir sin mostrar miedo, pero ¿a quién engañaba? Sabía que nadie en su sano juicio querría morir. Cuando uno de los disparos se escuchó más cerca, su cuerpo comenzó a temblar con más fuerza, sus dientes incluso rechinaban por la fuerza que estaba empleado, no era su culpa, estaba asustado, solo era un joven de dieciséis, pero, ¿cómo había terminado ahí?

Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky, un jovencito rebelde que apoyaba movimientos que perturbaban la paz de las personas por apoyar cosas antigubernamentales, pero él sabía que todo eso era injusto. Ahora, su castigo era estar en el patio de fusilamiento, escuchando los disparos y como algunos de sus compañeros lloraban al final, cayendo en silencio ante el disparo...

Un disparo se escuchó más fuerte que los demás, demasiado cerca de su oído, le aturdió por unos momentos, no podía ver absolutamente nada al tener la venda en los ojos, pero pudo escuchar poco después a la perfección como el cuerpo de su compañero caía a su lado, casi soltaba un grito del horror, presa del pánico, sabiendo que era el siguiente, mientras el cabo a cargo cargaba de nuevo el rifle, apuntando al jovencito que no dejaba de temblar. La mano del sargento se elevó, en cuanto bajara daría la señal para fusilar al joven rebelde que lideró varios grupos dejándose llevar por las opiniones del líder.

— ¡Esperen! —Una voz interrumpió con desespero, un oficial algo regordete corriendo lo más rápido que podía, sacudiendo una carta en la mano para llamar la atención de los encargados del fusilamiento. — ¡Detengan esto!

— ¿Qué es lo que sucede para que interrumpa de esa manera? —Habló el sargento un tanto molesto por la interrupción. El oficial jadeó, como si no fuera poco, haciendo más tortuosa la espera de la muerte que yacía a punto de tomar la vida del azabache.

— Hemos recibido una carta del Mayor. —Informó, mostrando el sobre con la firma y escudo del Militar Mayor Dostoyevsky. El sargento tomó la carta con desgane, sabía de antemano que el Mayor Dostoyevsky poseía un hermano menor del cual nadie hablaba y muy pocos tenían conocimiento de su existencia, pero al leer lo que decía la carta suspiró pasándose los dedos por el bigote. — ¿He llegado tarde...? —Preguntó preocupado el oficial.

La carta era directa del Mayor, el hermano mayor del jovencito Fyodor, quien pedía que no fusilaran a su hermano, no porque quería que le limpiarán de sus errores, sino más bien que pagara por estos de otra manera. El castigo no fue un fusilamiento, fueron cinco años de trabajos forzados.

Dando comienzo al castigo, siendo el último de la fila, su primera tarea fue recoger los cadáveres de sus compañeros para llevarlos a una pila a la que seguramente prenderían fuego más tarde. El joven al verse sin la venda, solo pudo observar aquella escena con horror... Más de veinte cadáveres a sus pies, de hombres fusilados, todos con quienes alguna vez habló y compartió opiniones sobre sus movimientos.