TRASLÚCIDO

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Él, el hombre perfecto, el chico con el que desearía pasar todos los días de mi vida.

Algunas veces se despertaba a mitad de la noche peleando su mitad de sábanas, algunas otras era yo el que movía su cuerpo para no caer de la cama, y, otras tantas, que el calor de nuestros cuerpos al abrazarse nos hacían ignorar los gélidos inviernos.

Las veces que nuestros cuerpos se volvían uno, que la habitación se transformaba en un infierno abrasador por la pasión de nuestros cuerpos. Aquellos momentos sin duda jamás podría olvidarlos.

Me enamoré de él desde el primer momento en que su existencia fue presenciada por mí. Aquel día, mi vida cambiaría solo un poco, y a su vez, cambiaría todo.

Para mí no había nadie igual, nadie podría superarlo en nada, nadie podría hacer lo que hacia, nadie podría darme la felicidad que me dio.

Fue efímero, aún lo siento cerca mío, como si a pesar de mis esfuerzos por alejarlo, él se aferrara a mí. Algo estúpido para alguien que no puede ser real.

Él, el chico traslúcido, que no fue más que una ilusión producto de mis engaños.

Sus bellos ojos jamás me miraron. Aquellas noches acaloradas en nuestra habitación solo fueron provocadas por mi propia lujuria. Todos aquellos momentos con él fueron falsas, meras fantasías para matar mi monótona vida y mis envidias por jamás haber conocido el amor.

Todo había iniciado por una frase que hace tiempo escuché de alguien "miente mil veces... y se volverá realidad", en ese momento, por mis extraños deseos de conocer esa clase de apego, creé al hombre que ahora no puedo olvidar. Aquel que me provocó llanto y tristeza cuando decidí afrontar la realidad.

Así es como me despido de ti, amor, con esta última carta. Por qué jamás podría fingir que no exististe, por qué a pesar de todo... te amé.

Es por eso, que estas letras serán lo último de ti, por que tengo que avanzar, por que tengo que dejarte atrás y mirar al frente. Por que las mentiras pueden engañar a todos, menos a ti mismo.

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