El reloj marcaba las tres de la mañana y Dayana, desesperada, no entendía el porqué de la tardanza .Llevaba esperando una hora más de lo acordado.
Un amigo le avisó desde la torre de control que una nave de pequeñas dimensiones había pedido permiso para usar la pista. Dayana no tardó en reconocer el jet privado en el que venía su cita. Luego de que la nave aterrizara, la joven emocionada corrió a recibir al pasajero; las puertas del jet se abrieron y la primera en salir fue mamá,seguida por los habituales tripulantes.
La reluciente mujer llevaba gafas oscuras. Sonriente, bajó las escaleras y estrujó en un abrazo a su hija. Después de los saludos con los demás, ambas subieron a una limusina y marcharon rumbo a la ciudad.
-Trajiste lo que acordamos?-preguntó la joven.
-Claro, mi niña.Aquí lo tienes- respondió la madre mientras le entregaba un portafolio negro de tamaño mediano.-Estás segura de esto?
-Bastante, es hora de algunos cambios.Me cansé de mi posición secundaria en el negocio familiar.
La madre se quitó las gafas, observando como Dayana acomodaba cuidadosamente el maletín en el asiento de al lado. Dejó escapar un suspiro y guardó silencio el resto del trayecto.
El vehículo se detuvo frente a un lujoso hotel . Madre e hija se despidieron.
La mayor de las dos mujeres dejó el interior del auto y se encaminó a las puertas del hotel.La limusina se puso en marcha de nuevo.
...
El Detective Wolf descolgó el teléfono al segundo timbre.
-Nos vemos donde acordamos. Ya estoy en camino.- apenas la voz al otro lado de la línea dijo estas palabras cortó la llamada,dejando al hombre sin oportunidad de responder. De todas formas no era necesario: él ya estaba allí. Encendió un cigarrillo y se dispuso a esperar.
Las manos de Wolf endurecían a consecuencia de la baja temperatura. .Las noches eran siempre frías en las afueras, recordó maldiciendo el momento en que aceptó el cruce entre las autopistas como punto de encuentro. Tal vez podría esperar en el auto,aparcado a un lado de la vía,con la calefacción encendida y la radio en su emisora favorita; mas la ansiedad por la reunión lo mantenía recostado a la señal que indicaba el camino a las grandes mansiones, solo unos cuantos kilómetros al norte. Su mirada no se apartaba ni un segundo del final de la calle y una sonrisa lobuna ocupó su rostro cuando escuchó a lo lejos el rugido de un motor. Ella había llegado.
La limusina frenó justo a su lado. El chofer descendió primero y abrió la puerta de atrás, de donde emergió Dayana con el portafolio en las manos.
-Ya sabes lo que tienes que hacer-dijo la joven a modo de saludo.Acto seguido deslizó el maletín en manos de Wolf, junto con una carta.
-Por supuesto, señorita-y ensanchando su sonrisa añadió-imagino que esta vez tomará el camino largo.
Dayana no respondió.Subió al auto y dejó el lugar tan solitario como unos minutos antes.
El detective observó la limusina hasta que se perdió detrás de los árboles.Ahora solo le restaba a él tomar el atajo hacia la mansión.
Al llegar a la reja de entrada comprobó la seguridad.Estos millonarios no escatimaban en gastos a la hora de proteger su fortuna...o sus vidas.Avanzó con seguridad hacia la garita, donde un guardia le pidió que se identificara.En lugar de responder le entregó la carta,escrita con puño y letra de la nieta de la dueña de la propiedad.El guardia lo dirigió directamente a la entrada principal, indicándole donde aparcar al frente de la casa.
Wolf fue escoltado directamente hasta el despacho de la Abuela, siempre llevando consigo el portafolio de Dayana.Antes de entrar fue cacheado minuciosamente por los dos hombres que montaban guardia en el umbral, obteniendo la aprobación para continuar.
Una vez dentro no se dejó sorprender por la amplitud de la sala.Enfocó la mirada en la anciana sentada detrás del buró.Detuvo sus pasos a solo un metro de la señora, no necesitaba voltearse para saber que los dos guardias vigilaban cualquier movimiento.
-Dayana me habló de tu oferta-habló la anciana.
-Buenas noches a usted también- Wolf se permitió un poco de sarcasmo.
-Perdone, caballero.En esta familia negocios y formalidades van por caminos separados, por tanto no me haga perder el tiempo y enfoquémonos en lo primero.He oído que trae buen material.
-De la mejor calidad-aseguró el portador del maletín.
Ante un gesto de la Abuela uno de los guardias tomó el portafolio y lo abrió encima de la mesa.Los ojos de la señora se iluminaron con los sobres de polvo blanco apilados en el interior.Sin desperdiciar un segundo rompió una de las bolsitas y, como toda una experta, ditribuyó el contenido en cuatro líneas uniformes.
-Comprobémoslo entonces-y sacando un fino tubo de su gaveta inhaló una línea completa. Cerró los ojos y luego de unos instantes dijo:
-Cuánto por todo?
-Qué tal una bala en su cerebro?-respondió
A partir de ese momento el mundo de Wolf se movió en cámara lenta. SE volteó hacia el guardia más cercano y le arrancó el arma del cinturón, de la cual había tomado cuenta desde un principio.Disparó directamente a la cabeza del primer hombre y luego atravesó el corazón del segundo con otra bala.
-Quién demonios eres?-lloró la Abuela desde el suelo detrás de su escritorio ante la visión del asesino ahora apuntándole a ella.
El detective sabía que cada segundo contaba, no había tiempo para charlas y el trabajo debía estar hecho antes de que Dayana llegara.Aún así quiso darse un último gusto y con su característica sonrisa le respondió:
-Soy el lobo malo.- Justo depués la Abuela tenía una bala entre las cejas.
Dayana irrumpió en la habitación con su escolta personal.
-Llévense a la vieja y aségurense de que nadie la encuentre-ordenó. Alzó el mentón y proclamó- El cartel Caperucita Roja es mio ahora.
Uno de los guardias de Dayana se acercó a Wolf y le entregó un nuevo portafolio, esta vez lleno de billetes.
El detective lo tomó y salió apresurado.Dayana sacó su teléfono y marcó un número.Al tener respuesta solo dijo:
-Dile al leñador que le de caza al lobo.