Muerte Negra

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  Hubo un tiempo donde la ciudad de Albany tenía entre sus empleados de la estación de tren a un hombre negro triste. El tipo caminaba con una ligera cojera mirando al suelo, evitando las miradas. Ese hombre murió como un mendigo en la soledad de las calles. Muy pocos sabían quién era realmente. 

Hacia el final de la Primera Guerra Mundial y como cientos de jóvenes estadounidenses, había regresado a su país en busca de una vida plácida. Como muchos de sus compañeros el regreso del conflicto bélico suponía un doble trauma para los soldados. A las terribles vivencias que volvían de vez en cuando en forma de pesadillas, había que sumar el regreso a un país, el suyo, que ya no lo era tanto.

A la vuelta de la guerra estaban las mismas paredes, los bares, los restaurantes... todo estaba en el mismo sitio, pero era diferente. La que un día fue su tierra ahora era extraña y él se sentía como un bicho raro. Quienes conocieron a Johnson en aquella época decían que apenas se sostenía en pie. Henry contaba con decenas de heridas de bala y metralla, aunque nunca se quejó de ello. Al contrario, solía decir que por suerte estaba vivo.

Sin embargo la desgracia se cebó con el soldado casi desde el comienzo de su regreso "a casa". Un error en los registros olvidó mencionar el gran número de heridas que tenía su cuerpo. Como consecuencia de ello, a Henry le negaron, no sólo la medalla (a los soldados heridos en servicio), sino más importante: el subsidio por incapacidad.

Desde entonces, la vida de este joven soldado sin estudios discurrió sin grandes expectativas. Johnson hizo lo que se suponía que debía hacer: tratar de pasar como mejor pudiera la vida que le había tocado, la de un hombre negro en un país por el que había estado dispuesto a dar su vida.

Así fueron pasando las semanas, los meses y los años. Con Henry arrastrándose hasta su trabajo en la antigua estación de tren de Albany y regresando a altas horas de la madrugada para descansar y volver a empezar en un rato. Aquellas escasas horas en casa eran el único momento de paz para disfrutar de su mujer y tres hijos.

Además todo le costaba un poco más de lo normal. Henry tardaba en llegar al trabajo porque su pierna izquierda estaba totalmente destrozada de la guerra. En su interior residía una enorme placa de hierro que le permitía avanzar con grandes dolores. Luego llegó el alcohol y no pasó mucho tiempo hasta que su mujer le abandonara con sus tres hijos.

Henry Johnson murió en 1929 con 32 años. Murió sólo, destituido en su trabajo y enterrado en un campo de mendigos.

Nadie se acordaba que un día ese mismo hombre fue .

La muerte negra

Según los registros militares Henry Johnson nació en un pueblo de Carolina del Norte el 15 de julio de 1892, aunque existe cierta controversia porque usó otras fechas en otros documentos. En cualquier caso sabemos que se alistó en el ejército de Estados Unidos el 5 de junio de 1917, y que nada más entrar se unió al 369th Infantry Regiment en Harlem, una unidad donde sólo habían soldados negros.

Poco después de alistarse el 369 es enviado a Francia. En aquellas fechas la mayoría de los soldados del grupo de Henry tenían un entrenamiento más bien pobre, muy básico. La unidad realizaba principalmente trabajos manuales como la descarga de mano de obra y excavación de letrinas. Sin embargo, el grupo se ve obligado a entrar de lleno en la batalla. Los franceses necesitaban refuerzos y no estaban preocupados por el problema de la raza que tenían los estadounidenses. De hecho, hasta les pusieron un mote como señal de bienvenida: a partir de entonces serían los Harlem Hellfighters.

Un día el grupo de Henry fue enviado a las cercanías del , al este de la cuenca de París, en la región de Champaña-Ardenas. Henry y su compañero Needham Roberts iban a ser los cabecillas de la avanzadilla. Ambos habían sido instruidos días antes por los superiores con palabras muy básicas del idioma francés para que entendieran los planes durante el fragor de la batalla. Los dos recibieron cascos y arsenal francés.

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