Connor se detuvo a pensar sobre su próxima obra. Detalles más, detalles menos, en el teatro todo lucía espectacular.
Pensaba en una mujer frágil, casi sin ropa, que se encontraba en una parada de autobús en una tarde nublada, quizás demasiado apacible.
Puede que su pretexto de andar así vestida se debía a las fechas, con todo eso de "el verano está aquí y vino con ofertas" De cualquier modo una presa fácil.Connor no podía imaginarse que pretexto podría tener él ante aquella situación. Se encontraba frenético, demasiado inquieto como para encontrarse en su cocina. Tenía auto, no necesitaría estar ahí, pero de cualquier modo la miraría como si fuese la mujer de sus sueños y esperaría una señal.
Pudiese recapitular para encontrar una solución, pero todo era muy intenso, como reviviendo un recuerdo. En el cine se vería sensacional.
La casualidad sería su auto estacionado en esa acera. Sí, eso serviría. Solo se montaría y le ofrecería un aventón, la chica aceptaría y la llevaría a su departamento.
Descubriría que el vino sería un buen acompañante, como un afrodisíaco que bajaría sus defensas. ¿Que podría hacer con ella que no hubiese hecho con las demás? No, seguiría con el patrón, de todas formas ningún amante le habría proporcionado tanto uso como él lo haría.
El pulso de connor se había acelerado. Si tuviera una chica en ese momento, le daría unas buenas sacudidas. Pero no, seguía mirando más allá, al suelo, como perdido o quizás demasiado concentrado.
Una vez que la chica estuviera a sus pies la llevaría a la cocina, la montaría en el mesón y haría maravillas con sus partes. Sí, tendrían buen sabor en todas las disposiciones.
Siempre valía la pena amarrarlas a las arandelas de las esquinas de la isla. Cortarle el cuello sería el primer paso, para poder avanzar con la degustación de sus muslos y colocar esos buenos trozos en el horno.
Imaginar todo aquello hacia que connor se sonrojara casi para sollozar, hasta estallar en una risa estruendosa, típica de los domingos como ese. Pensó de momento que esperaba que los dioses se apiadasen de su alma por pensar en aquellas cuestiones impuras, incomprendidas.
La comida ya estaba lista y él se sentía demasiado a gusto; todo saldría perfecto para aquella obra que escribiría, lograría hacerla en el teatro y capaz filmaría una película, pero por más emocionado que estuviera no podía dejar ese desorden. Revivir pasiones no era lo suyo, por lo que todo estaba bien excepto una cosa.
Tenía que colocar lo que quedaba de aquel cuerpo en el congelador.