SHIBARI

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La primera vez que surgió la idea, fue en un lugar totalmente inesperado.

Cuando Michael lo invitó a una cita en una exposición de torturas medievales que daban en un museo de Denver, Larry solo podía pensar que sin duda alguna había encontrado a su alma gemela.

Porque aunque sus visiones de la vida y de la oscuridad misma fueran distintas, compartir cuestiones como el amor por la poesía gótica o los aparatos de Inquisición era en sí mismo algo milagroso en un pueblo tan pequeño como South Park.

Durante horas se pasearon por los pasillos, compartiendo datos curiosos que sabían de cada uno de los aparatos, incluso corrigiendo algunos datos que estaban mal en las fichas con explicaciones.

La exposición estaba casi vacía, a pesar de ser en la capital del estado, y la mayoría de quienes veìan a dos chicos con sus pintas en aquel lugar, incluso se acercaban a preguntarles si eran parte de la exhibición.

Por bizarro que sonara, en todo el tiempo que llevaban saliendo, aquella fue su mejor cita, entre sangre falsa, cabezas de cera en réplicas de picas y el audio de gritos tratando de emular una sala de tortura original saliendo de altavoces distorsionados.

Cuando volvieron al auto de Michael para emprender el viaje de regreso a South Park, ambos sentían su pecho desbocado. Incluso el gótico estaba particularmente conversador, contando como de niño alguna vez había soñado con cuánto le gustaría ser torturador, tener la vida de alguien en sus manos, con el poder absoluto sobre la persona que estaba interrogando en aquel momento...

- Puedes interrogarme cuando quieras... - Interrumpió Larry en medio de la conversación, sin darse cuenta del dejo de excitación que se había escapado de su voz.

Michael frenó el auto con tanta violencia, que el vampiro tuvo que meter las manos para no estrellar su rostro contra el tablero.

Sus miradas se cruzaron por un segundo, en silencio. La de Michael, intrigada. La de Larry, avergonzada. Pero aquel segundo fue todo lo que necesitaron. Cuando dos almas están tan conectadas como lo estaban las suyas, no hacen falta palabras en lo absoluto para comunicarse. Pupilas dilatadas y un par de sonrisas cómplices fue lo único que necesitaron antes de que Michael saltara al asiento del copiloto, como un lobo salvaje, devorando los labios de Larry mientras reclinaba el asiento para dejarlo recostado y ataba sus muñecas sobre su cabeza con el cinturón de seguridad.

Larry sabía que le gustaba el papel de sumiso. Quizás por eso mismo era que solía enamorarse de chicos que eran líderes naturales. Pero esto era un nuevo mundo. Una cosa era sentirse sometido bajo la mirada de halcón de Michael y otra era estar realmente sometido a su merced, no poder hacer absolutamente nada al tener las manos atadas mientras el mayor le levantaba la playera para juguetear con sus pezones.

- Mi-Michael...- jadeó el castaño nervioso al recordar que estaban en medio de la carretera, antes de soltar un nuevo gemido al sentir una mordida en su vientre y que esa lengua decidiera reptar hasta su ombligo.

- Eres mío... - Respondió el mayor, con la voz aún más grave de lo normal por el deseo, jalando un poco el cabello de su novio, con suficiente fuerza para hacerle la cabeza hacia atrás. Aquello sin duda había dolido un poco, pero lejos de un quejido, Larry le respondió con un gemido, alzando las caderas para buscar más contacto con su novio.- Puedo hacer contigo lo que quiera.

- S-sí, amo... - Larry sentía que estaba a nada de correrse, ante el mundo nuevo de sensaciones que estaban descubriendo en aquel momento. Lo había notado cuando pasaron por la exhibición del potro y con más intensidad cuando vieron la polea donde colgaban a los condenados, pero había pensado que lo que le había parecido un brillo de deseo en los ojos de Michael solo había sido su imaginación tratando de complacer sus propias fantasías retorcidas. 

SHIBARI - MARRYWhere stories live. Discover now