One Shot
La niña bonita¿Les ha pasado que por un insignificante error su madre los castiga una eternidad? A mi si me ha pasado. Me pasó justamente hace tres semanas cuando le dije que reprobé geometría analítica por segundo semestre consecutivo... ¡Simplemente no puedo con los números! El caso es que aparte de las asesorías para pasar la materia, tengo que trabajar todo el verano en la disquera de mi tío. Así que todos los días me toca levantarme a las seis de la mañana para entrar al trabajo y después pasar la tarde con la tutora cuarentona con cara de tener algo atorado en el trasero.
Y aquí me encuentro, en el transporte público rumbo a mi casa ¡al fin! Mis tripas se consumen a sí mismas. Mi tío me tuvo empaquetando discos toda la mañana y no tuve tiempo ni de comer una puta galleta.
Normalmente el negocio tiene muchos clientes, mi tío renta su estudio de grabación a muchas bandas, solistas o instrumentistas, y siempre hay mucho trabajo que hacer. Nunca me había quejado antes por ayudarle, desde pequeña me ha gustado ese mundo pero, en serio, mi alma y mi espalda ya no soportan más. Recargo mi cabeza en el cristal de la ventana mirando distraída la avenida llena de tiendas de todo tipo. El sol agoniza y el cielo ya no solo es azul, también tiene tonos naranjas y amarillos. A punto de cerrar los ojos y caer muerta (dormida), el camión frena de golpe haciéndome golpear la frente.
—Hijo de puta —murmuro sobándome con energía. Veo hacia adelante y me quedo muda, con la mano aún sobre mi frente y la boca abierta. Una muchacha de unos 15-17 años le entrega las monedas al conductor. ¡Es muy bonita! ¡Hermosa!
Delgada, de baja estatura, rasgos tiernos... y una cara de muñeca que uuuf... Sus mejillas sonrojadas, su boca pequeña y con unos labios carnosos y rosados. La chica se sienta a unos tres metros de mí, en un asiento largo con el respaldo pegado al costado del autobús, de manera que ella queda de frente a la hilera de asientos dobles en los que estoy yo.
Me quedo inmóvil sin respirar viéndola acomodar su mochila sobre sus piernas y abrir un libro, sumergiéndose en sus páginas. No sé cuantos segundos o minutos han pasado, yo sigo viéndola. Creo que se siente observada porque gira el rostro como si buscara a alguien... y me encuentra. Sus ojos miran los míos. Me da muchísima vergüenza y volteo rápido la cara hacia el otro lado. Siento su mirada en mí unos momentos más antes de atreverme a ver hacia su dirección de nuevo. Ella ya está concentrada otra vez en su libro. Me paso los siguientes veinte minutos observándola de reojo. Por momentos, ella gira para verme. Me parece algo curioso la forma en que nos vemos y volteamos rápido para que la otra no se de cuenta, pero es algo demasiado obvio. Ella se levanta de su lugar y camina hacia la parte trasera del autobús para pedir la parada. Pasa a mi lado sin mirarme y yo tampoco la miro directamente. El camión se detiene y volteo para ver su pequeño cuerpo caminar hacia la banqueta mientras el camión y yo nos alejamos. Memorizo el lugar en el que se bajó, no es muy lejos de mi casa. A unos diez minutos. ¿Será que vive por aquí? Nunca la había visto. Aunque es verdad que no suelo tomar esta ruta hacia mi hogar. Hoy sí tuve que tomarla puesto que estaba en casa de la tutora cuarentona.
Los siguientes días han sido parecidos. Levantarme muy temprano para entrar al estudio a las siete, luego salir corriendo de ahí como alma que lleva el diablo y llegar a tiempo a las pinches asesorías a las cuatro pm. Lo mejor de estos días es el camino de regreso a mi casa. Ahí la veo a ella. A la niña bonita. Si está libre, se sienta en el lugar de siempre, sino en alguno cercano. Creo que le gusta porque entra muy bien la luz del ocaso por la ventana a su espalda y puede leer mejor. Ya va a más de la mitad del libro. Puedo ver diversas expresiones en su rostro cada que pasa una página de "Bajo la misma estrella". La niña se baja en el mismo lugar todos los días. Se viste de manera tan infantil, tan tierna: sandalias de piso, shorts o jeans y alguna blusa de color pastel. Pero lo que me fascina es su cara de muñeca y sobretodo sus labios rosas.
Sus ojos se despegan de su libro para mirarme una fracción de segundo, la misma fracción que basta para que me ponga roja y me acobarde. Es un juego entre las dos. Ninguna habla, solo nos turnamos para observarnos. Día tras día.
Ya ni puedo concentrarme en la sarta de tonterías que salen de la boca de mi tutora cuarentona. Ya ni me duele la espalda o al menos creo que ignoro el dolor de estar horas y horas etiquetando y metiendo en cajas los discos de los clientes del estudio.
Mi corazón solo espera que llegue la hora para tomar la ruta hacia mi casa y poder ver a esa niña tan linda.
Yo contrasto mucho con su apariencia. Mi pelo castaño claro quemado, siempre en una coleta mal hecha, con mechones salidos por doquier. Mi cara ovalada y pecosa. Mi caminar desgarbado. Con mi mochila rota y remendada, no porque no tuviera dinero para comprarme otra, es solo que ¡es mi mochila de la suerte ¿ok?! Con mis converse rojos sucios y mi chaqueta negra que se me resbalaba por los hombros huesudos.
Camino hacia la esquina esperando el transporte, impaciente. Subo como flecha y me siento unos lugares delante de donde siempre, para poder estar más cerca de ella. Después de pasar un cruce con mucho tráfico el camión se detiene en el lugar donde ella siempre espera para subir. ¡Mi corazón está en mi garganta! Primero sube una señora y su pequeña hija que lloriquea y se chupa un dedo. Luego un hombre maduro con cara de tener diarrea. Después un muchacho en edad escolar con mucho acné en la cara. El camión empieza a avanzar ¡espere! ¡Ella aún no sube! Miro por la ventana desesperada pero no hay nadie más. Veo hacia todos lados de la calle con la esperanza de verla correr hasta el camión, pero nada.
Así pasan varios días. En vano me ilusiono con verla caminar hacia el mullido asiento y abrir su libro. Ahora los días me parecen más pesados. Y en mis asesorías siento que mi cerebro nomás no quiere responder. Mi pinche tutora ya está harta de verme en modo zombie a la intemperie. Solo asiento a lo que me dice y los demás alumnos de las asesorías murmuran y sueltan risitas irritantes ¡Hey cabrones, ustedes también reprobaron!
Ya ni volteo a ver cuando el camión para en esa esquina diabólica. ¿Para qué? Ella ya no sube. Tal vez solo tomó esa ruta por algunos días, así como yo, pues al iniciar clases mi madre irá por mí al colegio. Seguro que a ella le pasó algo igual, tenía algo que hacer esos días justo por ahí y ahora ya no.
Sin pensarlo demasiado me bajo en el lugar en el que ella lo hacía siempre. Miro a ambos lados de la calle esperando ver algo que me de una pista de hacia dónde ir... Claro, como si de repente un duende apareciera con una brocha y pintara flechas en la acera para indicarme la casa de la niña bonita... en caso de que en realidad viva por ahí. Sin saber que hacer, veo una banca y me siento a pensar un momento.
¿Qué rayos estoy haciendo? ¿Tantas molestias por una desconocida? ¡Ni siquiera sé su nombre! ¡O su edad! ¡Nada! No tengo por qué perturbarme de esta manera. No tengo porqué sentirme triste por no verla. No tengo por qué fantasear e imaginarla en diversas situaciones conmigo. ¿Y qué hago bajándome del transporte mucho antes de mi verdadera parada? Sintiéndome muy estúpida camino cabizbaja hacia mi casa. Me gano una buena reprimenda de mi madre por llegar una hora tarde. Me grita que me bañe rápido, y después de cenar, directo a mi habitacion, ¡santa madre hija de mi santa abuela
Al día siguiente estoy con más ánimo. Ya no quiero sentirme estúpida por esperar a la niña bonita. Logro convencerme de que ya no la veré más y aunque tengo punzadas dolorosas en mi pecho, las ignoro. Mi tío se asombra al verme sonriendo y hasta me da muchos pesos de más después de la jornada. ¡Vaya! ¡Sonreiré todos los días! La puta mierdosa tutora sigue con su cara de tener algo atorado en el culo, pero al menos no me jode tanto la vida y se dedica a joder a otros. Compro unas papas con queso y me coloco mis audífonos mientras subo los escalones para ingresar al camión. Me siento en el lugar de costumbre y miro por la ventana mientras mastico mi sexy papa. Después del cruce el camión para y varias personas suben. En ese momento la canción termina y escucho el ruido del ambiente a mi alrededor.
—Sí, dile que no se preocupe, yo paso por las copias —escucho decir a una chica. Su voz es tan dulce que de inmediato la busco con los ojos. ¡Es ella! ¡Ella! O sea, ¡ella! La niña bonita, ¡Mi niña bonita!
En ese momento me derrito por completo y quiero tirarme a sus pies y jurarle amor eterno. Todo es bello en ella, ¡todo! Se sienta en donde siempre lo hace y saca su libro. Pero ya no es Bajo la misma Estrella. Ahora es Los cuentos de Beedle el Bardo. ¡Ella es potterhead! ¡Otra razón para amarla!
Apenas se acomoda voltea hacia el interior del autobús como si buscara algo. Mi corazón golpea mi pecho tan fuerte como el de La Máscara cuando ve a Cameron Diaz en el Coco Bongo. Sus ojos se encuentran con los míos y puedo apreciar una sonrisa en su cara, ¡me sonríe! Las papas se me caen hasta el suelo y ella ríe. Sin apartar mis ojos de ella me inclino tanteando bajo el asiento para recuperar mis frituras. Solo hasta que lo consigo, ella se concentra en su libro.
Volvemos a ese juego diario. A vernos y no decir nada. A espiar a la otra cuando creemos que no se da cuenta. ¡Tan bella!
Uno de estos días de enorme felicidad subo al camión y está casi lleno. Todos los lugares están ocupados y hay gente de pie en el pasillo. A empujones logro meterme y sujetarme de la barra sobre mi cabeza. Lo bueno de ser hija de mi padre es que he heredado su altura. Es muy molesto estar apretada entre las personas ¡y siguen subiendo!
—Es lo malo de ser día feriado —dice una anciana junto a mi.
Es cierto. Es día feriado y en el centro de la ciudad hubieron actividades deportivas y artísticas desde la mañana. Seguramente esas personas han estado ahí y ahora regresan a sus casas.
El camión se detiene y entre el mar de cuerpos veo subir a mi niña bonita. Se ve angustiada por tantas personas. Se para a varios metros de mi, sujetándose de un asiento donde un tipo gordo se hace el dormido para no ceder su lugar a las damas. Un tipo de unos veinticinco años se para junto a ella viéndola como si fuera un plato muy apetitoso. ¡Hijo de puta! ¡Aléjate! Doy codazos y pisotones y me acerco, colocándome entre el tipo asqueroso y mi niña bonita. Lo asesino con mis ojos. El pervertido se mueve incómodo y gira su cuerpo para darnos la espalda.
Veo el frente de la calle y a un auto pasarse una luz roja. Instintivamente me agarro fuerte de la barra sobre mi y estiro el brazo para atrapar a mi niña que, debido al frenado brusco del autobús, sale disparada hacia un costado. Las personas dentro del transporte gritan. Lo bueno de estar tan lleno, es que si caes lo haces de pie. Aún así varias personas se golpean entre ellas. Otras se golpean con las ventanas. Yo abrazo más fuerte a la niña bonita, que respira agitada.
—Tranquila, soy yo —le susurro al oído, pues estoy detrás de ella rodeándola por la cintura con mi brazo izquierdo. Ella coloca su mano sobre la que yo tengo en su cuerpo, aferrándose más a mí—. ¿Estás bien?
—Si, gracias —dice volteando la cara para quedar frente a la mía, a solo unos centímetros de distancia. Admiro sus ojos verde oscuro, sus pestañas largas y negras. Aflojo despacio el abrazo y me alejo un poco de su cuerpo. Ya ha pasado todo, no tengo pretexto para estar así con ella... ¡Rayos!
—No fue...nada —contesto titubeante. Nos quedamos en silencio unos segundos. Ella sonríe aún un poco apretada a mi.
—Ya tengo que bajar —dice algo triste.
—Si, ya se acerca tu parada.
—¿Me espías? —dice levantando una ceja, divertida.
—Tal vez —le digo, sonriendo de lado.
—¿Te veré aquí mañana?
—Por supuesto.
Ella se despide con otra sonrisa y se encamina hacia la puerta trasera, pasando entre las personas. No puedo verla bajar pero este día es mucho mejor que los anteriores.
Me siento en las nubes, flotando hacia el espacio... ¡Hablé con ella! Nada perturba mi felicidad, ni los gritos histéricos de mis padres regañando a mi hermano por haber embarazado a su novia.
Me tumbo en mi cama sonriendo como estúpida, esperando que el tiempo pase rápido para poder ver de nuevo a mi niña bonita.
El día pasa leentaameenteee, como si supiera que cada segundo es una tortura para mi. Después de dejar a mi tutora amargada con la palabra en la boca, corro para tomar el camión. Muevo impaciente las piernas, desesperada por verla.
Cuando por fin la veo caminar por el pasillo hasta el lugar de siempre, mi corazón baila el jarabe tapatío. Me sonríe y como de costumbre empieza a leer y a espiarme «discretamente».
Ya no puedo quitarle los ojos de encima, se ve tan tierna, me fascina su sonrisa, sus dientes perfectos, sus ojos brillantes, su cuerpo pequeño y frágil, su cabello como cascada oscura cubriendo su espalda.
Cuando falta poco para llegar a su parada, se pone de pie y camina hacia mi. ¡A mi!
—Sígueme. —Sin pensar en nada, me paro y me derrito cuando siento su mano sujetar la mía. Camina hacia la puerta trasera y yo ahí como boba detrás de ella. Bajamos juntas y corremos hacia la acera.
Ella no me suelta ni yo a ella. No sé qué hago aquí y tampoco me importa.
Me siento en la misma banca en que lo hice varios días atrás, solo que ahora lo hago en compañía de la niña más bonita del mundo. Ella busca algo en su mochila. Saca su celular y me lo entrega.
—¿Me lo regalas o qué? —bromeo.
—Necesito tu nombre y número, por favor —me dice, haciendo un guiño.
—¿Y eso es para...? —pregunto mientras tecleo.
—Invitarte a salir, claro.
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La Niña Bonita.
Short StoryUna historia que nos demuestra que el amor tierno aún existe y que puede estar en cualquier sitio. Podemos toparnos con él el día que menos imaginamos, solo hay que estar atentos a su llegada. Love is love.