Infancia Perdida

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Esta historia comienza cuando tenía apenas 8 años, era un niño "como cualquier otro", corte militar, cabello negro, ojos cafés, infantil e hiperactivo, un niño de tantos que nunca ha destacado en nada.

Vivía con mi madre y mi padrastro, aveces nos quedábamos en el local del cual era dueño mi padrastro, pero otras me quedaba con mi madre solos en la casa, ya que también vivía con otros miembros de mi familia a los cuales no les gustaba la presencia de él en la casa.

Mi día a día se basaba en ir a la escuela, regresar, cambiarme, comer y mirar televisión o jugar a la play o con el Ds hasta que llegara la noche, una vida muy normal ¿no?

Pues bueno, esto no sería interesante si todo fuera así de feliz.

Sin mencionar el hecho de que mi padre me hizo violento por obligarme a pelear con él todas las noches mientras me estimulaba con insultos, y de que un día simplemente se fué sin despedirse y no regresó, y de que mi abuela y mi madre se agarraban a golpes y gritos constantemente, y de que vivía con una prima insoportable que me sacaba canas verdes, etc, vamos con lo que interesa.

Ese pequeño niño cambió su forma de ver la vida en un lugar muy peculiar, el baño de su casa. Después de la paliza diaria que me propinaba mi madre después de venir de la escuela por mi comportamiento hiperactivo, normalmente me encerraba en algún lugar.

Y ahí estaba yo, en posición fetal encerrado en un baño, llorado a lagrima viva, rogándole a Dios para que matara a mi madre o a mi, cualquiera de los dos.

¿Se imaginan la tortura que debe pasar un niño de 8 años para que su mayor deseo sea morir? Bueno, se las explicaré.

Mis castigos se basaban en golpes con los puños cerrados en todo mi cuerpo, insultos y maldiciones que solo un pedófilo o asesino serial merecería, ahorcamientos contra las paredes, escupitajos, de todo, pero lo que más me dolía era la mirada cegada por el odio que tenía mi madre.

Pero bueno, me quedé un buen rato ahí y salí, escuché las blasfemias y abyecciones de mi madre otro rato, comí algo y me fuí a acostar a pensar en mi vida hasta quedarme dormido, para al día siguiente repetir la misma rutina.

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