1

6 0 0
                                    

El libertinaje no era algo con lo que Dante fuera indulgente con mucha frecuencia ahora, pero cuando Duncan sugirió una noche de juerga con unas pocas chicas mortales, Dante no objetó. Sabía que había pasado mucho tiempo desde que el Caballero Fey había tenido una oportunidad con las mujeres. Ser mantenido prisionero en el Submundo por cientos de años, no había sido fácil para el caballero mitad mortal. Dante sintió como algo racional, que celebraran la recién obtenida libertad de Duncan con una pequeña indulgencia de la carne.
En su caso, Dante bebería de sus compañeras al igual que las follaría y a ellas no les importaría ni un poco. El Glamour vampírico tenía ese efecto en la mayoría de los seres - mortales y sobrenaturales por igual. Era rara la criatura que pudiera resistir cuando escogía usarlo con toda su fuerza.
Y Dante sabía que Duncan tenía algunos interesantes poderes Fey, por su parte. Aún así, el caballero apenas necesitaba magia para conjurar una bandada de compañeras de cama. El hombre era lo suficientemente encantador para adquirirlas sin mucho esfuerzo, sin aprovecharse de su considerable magia.
Habían pasado algunas semanas desde su aventura en Montana, en la que se había descubierto un complot del Venifucus para destruir a los actuales Señores Were, los gemelos were, Rafe y Tim, y su nueva pareja, la sacerdotisa Allesandra.
Dante había sido llevado a esa intriga, por el lado equivocado, antes que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando exactamente. A pesar que había sido tan fácil crispar sus nervios, nunca ayudaría al Venifucus, sabiéndolo. Ni aún cuando finalmente hubiera obtenido la venganza contra los weres que le habían hecho tanto daño en el pasado.
Dante recordó al Venifucus como una antigua secta del mal, dedicada a la restauración de la Mater Priori - la hechicera Elspeth - también conocida como la Destructora de los Mundos. A pesar que unas semanas atrás, no había creído nada de esto, había escuchado al brujo humano, Patrick Vabian, hablar de sus planes para restaurar a la hechicera desterrada y dirigir este reino con mano de hierro. Dante había
descubierto recientemente que el Venifucus había trabajado en
secreto por muchos cientos de años para llegar a esto, y nadie realmente sabía cuan cerca estaban de alcanzar su meta.
Era terrible el pensar en contemplarlo. Aún para un inmortal.
Afortunadamente, la tragedia se había evitado en el presente. Los actuales Señores Were estaban disfrutando de una prolongada luna de miel con su nueva pareja, mientras ella aprendía cómo usar sus poderes mágicos. Dante había compensado con creces la deuda que tenía al ayudar a Patrick Vabian a acercarse lo suficiente para atacarlos en primer lugar, pero estaba aún irritado por cuán fácil había sido engañado por el mago mortal.
Cierto, había guardado rencor contra todos los were por más de cien años. Un viejo grupo de Señores Were habían condenado a muerte a su amigo, Erik, el Brujo de Fuego. La batalla que se había producido mientras Erik trataba de defenderse había quemado la mitad de Chicago. Al final, Erik había muerto a manos de los were. Y ellos se lo debían a Dante.
Erik había sido como un familiar para él. De hecho, Dante con frecuencia pensaba que Erik fue la reencarnación de su hermano menor, Elian, quien había sido asesinado por el Venifucus hacía cientos de años. Ambos hombres habían sido arrancados de él. Solo ahora había salido a la luz la conspiración, en la que el Venifucus podría haber orquestado ambas tragedias en un esfuerzo por volver a Dante hacia su lado.
Pero nunca funcionaría. Dante era muchas cosas, pero no era malvado. No podría convencerse a si mismo para ayudar a restaurar a una bruja mala, en alguna clase de trono imaginario, desde el que regiría a mortales e inmortales por igual. No, no quería ser parte de eso.
Sólo quería justicia para Erik y Elian.
Al final, se había enredado en la disputa con los actuales Señores Were, Tim y Rafe, y su nueva pareja, Allie. De alguna forma, Allie se las había arreglado para convocar a Duncan, rescatando al caballero de su prisión en el reino Fey. Dante y
Duncan habían sido amigos desde hacía cientos de años y fue el
caballero mitad-Fey, quien probó el brío de Dante, tentándolo con el increíble poder de su sangre.
La sangre Fey mataría de inmediato a la mayoría de los vampiros. La sangre de un mitad- Fey, sin embargo, estaba lo suficientemente diluida para ser una tentación a la que la mayoría de los bloodletters no se podían negar. Con la ingesta de sangre mitad-Fey venía el poder. Había pocos mitad-Fey en cualquiera de los reinos habitables, y tenían el poder suficiente para evitar la mayoría de los intentos de los vampiros, para dominarlos. No, la única manera en que un vampiro podía tener una probada de sangre mitad-Fey era si el mitad-Fey lo permitía, y dado que la mayoría de los súper naturales no se llevaban bien por regla general, eso raramente sucedía.
Aún así, Duncan le había dado a Dante su sangre - aunque en aquel momento tenía un hechizo para envenenarlo si sus intenciones eran realmente viles. Duncan lo había probado. Había sido un gran riesgo. Un vampiro envenenado es un vampiro enloquecido, y Dante podía haber matado a Duncan mucho antes de que la sangre envenenada pudiera terminar con la vida de Dante.
Afortunadamente - o tal vez, era el destino más que la suerte - el corazón de Dante había probado ser fiel a su palabra. Había pasado la pequeña prueba de Duncan y ganado, por un tiempo, el inmenso poder de la sangre del caballero mitad-Fey. El suficiente poder como para ayudar a los Señores Were a atrapar a Patrick Vabian y llevarlo ante la justicia de la Señora.
Allie había hecho eso, aplastantemente bien, pensó Dante, al dispersar la magia de Vabian hacia los reinos más lejanos y dejando a la Señora a la que servía, exiliar a Vabian - ahora sin poderes - a un reino olvidado. Era probable que hubieran visto lo último de Patrick Vabian, a pesar de que sus aliados en el Venifucus aún eran enemigos a tener en cuenta.
Pero esa la batalla era para otro momento. Esta noche, había mujeres que follar y sangre que saborear. Dante siguió a Duncan hacia el club nocturno, muy consciente de que encontrarían más de unas pocas mujeres mortales dispuestas. Dante
se detuvo para oler el aire, satisfecho por un momento con la
madura esencia de humanidad que asaltó sus agudos sentidos. También notó algunas otras esencias más sutiles en el aire.
Estaba a su derecha.
Dante abrió los ojos y miró a su alrededor, sólo para encontrar la mirada de la mujer más seductora que había visto en todos sus siglos de vida. Un brillante cabello café, enmarcaba su cara y se balanceaba suavemente con sus movimientos. Unos ojos color avellana bordeados por gruesas y oscuras pestañas miraban invitadores hacia el.
Estaba sentada sobre un taburete en la barra, rodeada por mortales, pero brillaba como si fuera el único ser en la habitación. No era humana.
Dante olió de nuevo.
Were.
Y estaba mirándolo directamente, encontrando sus ojos de manera atrevida mientras levantaba una copa de vino tinto hacia sus labios. El siguió la línea curva de su exquisita garganta mientras se flexionaba al tragar, y su miembro se endureció. Así, sin más.
Esta mujer era potente.
Y mostraba conocimiento en sus ojos.
Silenciosamente, se levantó y caminó hacia él. Se movía como un depredador, sinuosa y sensual mientras mantenía su atención y su mirada, fascinándolo. Tenía la impresión de que él era definitivamente su presa esta noche y no al revés. Era una nueva experiencia para él. Nunca una mujer lo había cautivado tan rápida o tan completamente.
Y ni siquiera se habían tocado. Eso pronto sería remediado.
Es una mujer preciosa, pero ten cuidado, amigo", dijo Duncan en voz baja, "No es lo que parece".
Dante asintió, su mirada fija en la mujer mientras se aproximaba. "Ya sé lo que es". "Pero ¿Sabes por qué? ¿Porqué tal criatura te buscaría?"
Dante se encogió de hombros. "Probablemente por ningún buen motivo, pero encuentro difícil resistirme al rompecabezas que representa".
"Sólo asegúrate que este rompecabezas no te deja estacado en el desierto al amanecer". Duncan rió mientras se alejaba, ya tenía a dos mujeres en la mira. "Estaré cerca si necesitas ayuda".
Ella no imaginó que sería tan guapo. Por supuesto, se decía que los bloodletters tenían un Glamour propio. No pensaba que estuviera lo suficientemente cerca para sentir su influencia mágica, pero tampoco tenía ninguna experiencia personal con los de su tipo. Sus poderes se decía, crecían con los siglos, y Dante era un antiguo.
Había algo también sobre el hombre alto a su lado. Algo que le daba miedo a Megan. No podía decir exactamente lo que pasaban con él. No era un chupasangre. Su esencia era diferente pero muy, muy mágica. No completamente humana, sino algo más que no reconoció. Tendría que pisar cuidadosamente - muy cuidadosamente - hasta que supiera exactamente con que lidiaba.
Aún así, la pelota ahora estaba en juego. Tendría que seguir adelante y jugar el juego que había planeado. Sólo esta última tarea, y finalmente sería libre del entrometido Altor Custodis. Haría cualquier cosa para limpiar la deuda de honor de su familia, pero tenía que ser cuidadosa. Este Dante, era más que probablemente, el ser más mortal que hubiera conocido.
Echando los hombros hacia atrás, caminó hacia él y cambió su peso a un pie, dejando la cadera opuesta sobresalir hacia él provocativamente. Dante era ciertamente un hombre alto, casi 30 cm. más alto que sus 1,60 cm. Por supuesto, ella era pequeña para una mujer lobo cambiaformas. Era sólo mitad were por sangre.
No habló, sólo lo miró y lo dejó que la mirara. Vio la llamarada de
interés en sus ojos antes de que la cambiara por algo menos obvio.
Estaba lo suficientemente cerca para oler su magia, aunque estaba bien protegida - esperaba - contra su mojo vampírico debido a su naturaleza de cambiaformas. Aún así, él ciertamente tenía un efecto y tuvo que admitirlo - mojo o no, este hombre era potente con P mayúscula.
"¿Te gusta jugar con fuego, pequeña?"
Su voz flotó sobre ella como seda oscura, acariciando su piel de la forma más sensual. Tuvo que suprimir un temblor de placer por el tono y timbre.
Luchó por sonar indiferente. "Sé lo que eres".
"¿Y aún así vienes a mí? Eres una pequeña y valiente were. ¿No te dijo tu manada en lo que te metías?"
"No tengo manda. Soy una solitaria". Levantó la barbilla desafiante.
"Ah, una loba solitaria merodeando". Dijo las palabras con burla. Ella echó hacia atrás los hombros y se mantuvo de pie frente a él. "Eres una joven temeraria, probando sus límites".
"Sin duda que soy más joven que tú pero de ninguna forma una niña". Sacó su pecho y se sintió complacida al ver la emoción bailando en su mirada. "Tengo curiosidad, lo admito. He escuchado que los de tu clase tienen ciertas habilidades para el placer".
Dante retrocedió, estudiándola con ojos entrecerrados. El era un seductor de los sentidos, con cada palabra, cada emoción. Sería difícil no caer bajo su hechizo - mágico o no. Toda la feminidad en ella quería estar con este macho, sin importar su especie o su poder.
Él la miró, pareciendo llegar a algún tipo de decisión. "Mi nombre es Dante".
Ella rió. "Jugando con fuego en verdad. Lo digo por la referencia literaria, Dante". Le sonrió. "Mi nombre es Megan".
"Bien entonces, Megan, ¿Te puedo invitar una bebida?" La condujo hacia el bar donde dos sillas estaban esperándolos como por arte de magia.
Ella sabía malditamente bien que había utilizado su influencia sobre los mortales para hacerlos moverse. Era un espectáculo casual de poder que la asustó. Sin la protección de su sangre were, ¿Estaría tan desprotegida ante el como los otros mortales? ¿y cómo podría estar segura de estar protegida? ¿Sabría siquiera si estaba siendo influenciada por sus poderes vampíricos?
Era inquietante. Este hombre era más de lo que la habían inducido a pensar. Lo podía decir, luego de los pocos minutos que llevaba en su presencia. Y su amigo era problemático, también. ¿Qué era él? Megan temía de pronto haber sido lanzada en la parte honda de la piscina, sin aviso, y tendría que aprender a nadar. Rápido.
"Así que, ¿Qué te trae aquí esta noche?" Preguntó Dante, girando hacia ella después de ordenar vino para ellos.
"Sólo merodeando".
"Ah". Asintió con conocimiento. "Algo que tu raza disfruta, por lo que he escuchado".
"¿Cómo sabes lo que disfrutamos?". Hizo lo mejor que pudo para no sonar sospechosa pero temió haberle mostrado parte de su cautela.
Él se echó hacia atrás mientras el empleado regresaba con su vino. "Contrariamente a lo que la gente cree, tengo de hecho, algunos amigos entre las tribus were". Mantuvo la voz baja para que sólo ella pudiera escucharlo. Su audición era mejor que la de cualquier mortal y el definitivamente sabía el alcance de sus habilidades en esa área al menos, probando que sus sorprendentes palabras tenían algo de verdad.
"Se piensa que a tu raza no le gustan los weres".
El bebió su vino antes de contestar. "No es que no nos gusten. Lo
que no nos gusta es cuan resistentes son a nuestros poderes. En el
pasado, el rencor ha hecho que todos los sobrenaturales desconfiemos de los otros con los siglos. Aún así, tengo la sensación de que eso pronto terminará".
Ella estaba sorprendida. "¿Por qué?"
Él se encogió de hombros. "Eres una solitaria, así que probablemente no lo has escuchado. Hay ciertos malos elementos regresando después de muchas generaciones. Estuve allí la última vez que peleamos contra ellos, y todos trabajamos juntos. Me parece que tendremos que hacerlo de nuevo, pronto".
"¿De qué estás hablando?"
Él sacudió la cabeza con negación. "No aquí. No importa cuán buena sea tu audición, pueden haber otros escuchando también. Si realmente quieres saber, te lo diré en privado".
"Quiero saber". Esta era su oportunidad. Aún si el la llevaba hacia alguna clase de extraña trampa vampírica, necesitaba acercarse a él. Esa era su misión y no se iba a sustraer de ella. También tenía curiosidad sobre lo que había querido decir. Realmente era una loba solitaria. No había tenido interacción con los de su clase en mucho tiempo. Si estaba pasando algo en el mundo sobrenatural, no confiaba en que sus contactos en el Altor Custodis se lo dijeran. Había demasiados malditos secretos y su política de no- interferencia iba demasiado lejos en su opinión. Quería saber lo que Dante pensaba que sabía.
"Está bien, entonces. Después". Bebió su copa de vino y la puso sobre la barra. "Por ahora, ¿Bailarás conmigo?"
Notó el súbito cambio de la música de rápida a un ritmo lento, que le permitió a las parejas acercarse más.
¿Su influencia de nuevo? Tenía pocas dudas de que ése fuera el caso. Bajando su bebida a medio terminar a la barra, tomó su mano y sintió una inmediata conciencia de él pasar a través de su piel. Hormigueaba donde se tocaron, con chispas de energía mágica. No lastimaba. Se sentía más como diminutas burbujas golpeando su piel. Casi cosquilleantes y definitivamente alegres.
Era una sensación extraña e inesperada. Como si sus cuerpos se reconocieran el uno al otro.
Él la tomó en sus brazos y fue como si estuvieran hechos para estar juntos. Sus cuerpos se movieron al ritmo de la música lenta, su fuerza encontrando la de ella de una manera que nunca había experimentado. Como una mujer-lobo, Megan era más fuerte que la mayoría de los machos humanos. Como una loba solitaria, nunca se había asociado, realmente, con los de su raza. Nunca había estado tan cerca de un vampiro antes y, la verdad sea dicha, nunca se había sentido tan femenina o abrigada en el abrazo de ningún hombre.
Cerró los ojos, disfrutando al sentir su fuerte cuerpo contra el suyo. Por sólo un momento, dejó que los pensamientos sobre su misión y la deuda de honor contraída por su familia, se evaporaran de su mente. Se permitió disfrutar de la sensación de su cuerpo y la manera en que su fuerza complementaba la suya.
Y él era un excelente bailarín. Ella no había bailado mucho, pero como una loba cambiaforma, tenía una cierta cantidad de agilidad natural. Lo siguió con placer, gustándole la forma en que guiaba sus movimientos con una seguridad que ella no estaba acostumbrada a encontrar en los hombres humanos con los que salía de vez en cuando.
"Eres muy bueno", murmuró, tratando de detener el gruñido de placer que quería salir de su garganta.
Dante rió por lo bajo, murmurando en su oído de una manera que la hizo temblar. "Así me han dicho".
"Quise decir que eres buen bailarín". Se echó hacia atrás para
encontrar su mirada, sonriendo de una manera, que ella esperaba,
fuera invitadora. Bromear estaba bien. El respondía bien a sus coqueteos. Hasta ahora, su misión iba sobre ruedas.
"Hubo un tiempo en el que el estatus de un hombre en la vida era juzgado por cosas tales como cuán bien bailaba".
Ese comentario la hizo retroceder. Este hombre -este vampiro- había vivido por cientos de años. Debió haber visto y hecho muchas cosas con las que ella sólo podía soñar en todos esos años.
"¿Eres un antiguo, entonces?" Tenía que jugar tímidamente. El no podía saber que ya conocía sus antecedentes -por lo menos tanto como los archivos del Altor Custodis tenían sobre él.
"Lo suficientemente antiguo como para recordar cuando el vals era considerado un baile escandaloso. Y ahora míranos". Se rió entre dientes mientas su mirada le recorría el cuerpo hacia donde se tocaban íntimamente, sólo con la ropa de tela separándolos. "Con todo, creo que las cosas han cambiado para mejor. Aún así, había algo encantador en esos días".
"Debieron ser hermosos". Había leído a Jane Austin y soñado con vestidos girando en grandes salones de baile con los acordes de un cuarteto. Aquello estaba muy lejos del sonido fuerte de los bajos del sistema de sonido en el club y las luces de neón.
"Veo que tienes un corazón romántico, joven Megan".
Ella se encogió de hombros, notando la forma en que su mirada caía hacia sus hinchados pechos, visibles en su blusa de corte bajo. Las cosas estaban progresando de acuerdo a lo planeado. El parecía atraído. Por supuesto, por todo lo que sabía, él la estaba llevando por su propia diversión. No tenía bases para juzgar su progreso cuando se trataba de vampiros, no habiendo lidiado directamente con ninguno con anterioridad.
"Creo que soy como la mayoría de las mujeres. Todas añoramos un romance en algún punto de nuestras vidas".
"Ah, pero las mujeres cambiaforma añoran a su verdadero amor. Su pareja. ¿No?"
"He escuchado que tu especie hace lo mismo. ¿Es verdad que la mayoría busca por
cientos de años hasta que encuentran a esa mujer especial?"
Los ojos de Dante se volvieron más oscuros mientras mantenía su mirada. "Es verdad,
aunque la mayoría no está alerta sobre nuestra situación. ¿Cómo lo sabes?"
"Mi madre conoció a uno de tu especie. Todo lo que sé sobre ustedes proviene de ella". Casi lo había arruinado. Por lo menos su excusa era cierta en su mayor parte. Su madre había tenido tratos con un vampiro una vez y había hablado a Megan sobre ello. También era verdad que el escaso conocimiento que Megan tenía, había sido debidamente complementado por su guardián en el Altor Custodis.
"¿Sabes su nombre? ¿Ese al que tu madre conocía?"
"¿Qué te hace pensar que era un hombre? Lo miró pícara, esperando regresar al coqueteo de broma que habían estado compartiendo antes de que cometiera el error. "Está bien, pues, ¿Quién era? Hay pocas mujeres sin pareja entre nosotros, sabes".
"Su nombre era Esmeralda de Young, aunque la llamaban Mira cuando mi madre la conoció. Era una sanadora, y mi madre buscó su ayuda cuando yo aún era una cachorra".
"Ah". Dante la atrajo cerca una vez más, y ella descansó su cabeza sobre su hombro. "Sé que Esmay siempre había tenido debilidad por los extraviados. Creo que vienes de una línea de solitarios, ¿no?"
En silencio, ella asintió contra su pecho y sintió sus músculos relajarse por una fracción mientras su historia lo convencía. Era verdad después de todo, sólo que no toda la verdad. Por una fracción de segundo, se sintió mal por mentirle. Después recordó a su familia y se dio cuenta de que tenía que permanecer firme ante el encanto del vampiro. Tenía una misión que cumplir y el honor de su familia dependía de ello.
"¿Es cierto que te excitarías, si te dejo beber de mí?" No planeó hacer esa pregunta. Sólo salió de su boca, era algo que había estado rondando su mente.
La miró extrañado por un momento, después asintió. "La sangre were es más mágica que la humana. Sólo la sangre mágica puede encenderlo y sólo hay una cosa más poderosa".
"¿Y qué es?"
"Mi sangre".
Duncan se les unió en la pista de baile, pegado contra la parte trasera de Megan mientras Dante dominaba el frente. Ella brincó cuando Duncan se colocó tras ella, pero se recobró bien. Considerándolo todo, Dante estaba cada vez más fascinado por la pequeña loba solitaria.
Ella se volvió en el pequeño espacio que le permitían, para encarar a Duncan.
"¿Y exactamente qué eres? No eres del todo humano, y no eres nada que haya olido antes".
"Buena nariz". Duncan bajó para besarle la punta de la nariz, y Dante reprimió un gruñido. Eso lo sorprendió lo suficiente para hacerlo retroceder un poco dejando las cosas desenvolverse. Duncan sin duda sabía lo que estaba haciendo. O así lo esperaba Dante.
Ella retrocedió, claramente incómoda con la forma en que Duncan había invadido su espacio personal, a pesar que estaban bailando escandalosamente cerca para comenzar. Dante suponía que bailar empujándose y rozándose era un comportamiento aceptado esos días, mientras que besarse sin contacto previo era aún algo un poco inesperado.
"Así que ¿Qué eres?"
"Eso es algo que yo se y tú deberás averiguar, querida. Es suficiente decir, que soy más antiguo y mágico que cualquiera de ustedes, así que mejor se comportan". Le guiñó el ojo y la dejó con una sonrisa, buscando a sus acompañantes mortales en otro lugar de la pista.
Dante le pasó un brazo alrededor y la empujó hacia atrás contra él. Bailaron así por un momento, su polla dolorida descansando contra un redondeado y firme trasero que hacía que se le hiciera agua la boca. Antes de que pudiera dejarse llevar demasiado, ella giró de nuevo en sus brazos para enfrentarlo.
"¿Me acaba de advertir algo tu amigo?" Su expresión era de incredulidad.
Dante sonrió. "Creo que estaba advirtiéndonos a ambos. Se ha vuelto como mi guardián de cierta forma. Una espina en mi costado, a pesar que hemos sido amigos por siglos. Estaré feliz cuando las cosas regresen a la normalidad".
"¿Y cuándo será eso?"
El no vio ningún peligro en contestarle con la verdad. El cambio se acercaba y entre más were supieran sobre ello, mejor. Aún los solitarios podían ser de ayuda en la batalla que se avecinaba si lo que temían sucediera -si el Venifucus tenía éxito y traía a la Destructora de los Mundos de regreso a este reino.
"Cuando nuestros enemigos sean derrotados. De nuevo"
"¿Quién es tu enemigo, Dante?" Parecía confundida, alarmada y sospechosa, todo al mismo tiempo.
"Como dije, Te lo diré todo. Sólo que no aquí".
"¿Cómo puedo estar segura de que me dirás la verdad? Podrías ser uno de los chicos malos, después de todo".
"¿Lo soy? ¿No sería capaz de advertirlo esa entrenada nariz tuya?"
Ella pareció considerarlo, después se movió para olerlo delicadamente. "Tienes razón. No hueles a maldad para nada. No enteramente bueno, pero definitivamente no malo. Tendrías que ser un mago malditamente bueno para esconder tal cosa de mí".
"Es bueno que te des cuenta de eso. Los magos pueden engañarnos a todos. Sin embargo, no soy un mago. Soy lo que ves".
"Tu especie y la mía no se llevan bien". Parecía estarse divirtiendo, jugando al "Abogado del Diablo" con él. "Así que ¿Cómo se que puedo confiar en ti?"
"Porque todas las criaturas en el lado de la luz deberían estar alertas".
"Y ¿Cómo puedes tú saber que yo soy una de los chicos buenos?" Ella le tocó las solapas, ganando cierta compostura mientras la música cambiaba y se movían más lentamente. Él la dirigió hacia el anillo exterior de la pista de baile, hacia las sombras.
"No eres la única con buena nariz, cariño". Movió la cabeza, para darle un beso. Lamió la unión de sus labios, incitándolos a abrirse. Cuando lo dejó entrar, él perdió poco tiempo, tomando total ventaja de sus dóciles labios para reclamar su boca, dejándola sin aliento.
Ella sabía divino. Salvaje, libre y terrenal. La tentación hecha carne. Dante nunca había follado a una were. Había estado alrededor de ellos algunas veces -más en el remoto pasado cuando luchaban lado a lado. No había estado expuesto mucho a ellos en años recientes excepto por su aventura con los Señores Were. No había sabido que estaban tan llenos de vida y luz. No había sabido que sus hembras contenían tal pasión en sus ágiles y adorables cuerpos.
Ella se retiró con un pequeño gemido de deleite y con una sonrisa burlona. Él no estaba tan listo para dejarla ir. Se hizo consciente de sus alrededores y supo que este no era el lugar para lo que tenía en mente.
"Regresa conmigo a mi casa". No era una pregunta, era más bien como una orden. Por suerte, ella parecía sentirse igual que él.
Ella inclinó la cabeza de un lindo modo mientras pensaba en ello. "Si lo hago, ¿Me morderás?"
"Sin duda alguna. Haré que te corras tan fuerte, que ni siquiera sentirás la punta de mis dientes. Y sólo tomaré un poco. Tienes mi palabra de honor que no te lastimaré".
"Tu palabra de honor ¿eh?" Pareció considerarlo. "Se supone que eres chapado a la antigua y que tu palabra es vinculante, ¿Verdad?"
Él movió su cabeza al estar de acuerdo con sus palabras. "No sólo eso. Duncan nos estará vigilando a ambos por cualquier pequeño paso en falso. Créeme, no quieres meterte en problemas con un Caballero".
"¿Era un Caballero?"
"Lo era y aún lo es", le confirmó. "Y eso es todo lo que obtendrás de mí al respecto, a menos y hasta que el escoja dejarte saber su pequeño secreto. Es su decisión y la respeto, pero seguramente podrás sentir el poder a su alrededor. Es tan puro, que es casi hermoso".
Se rió entre dientes mientras miraba hacia Duncan quien bailaba al otro lado de la habitación con dos chicas.
"Lo huelo. No lo veo tan claramente como aparentemente tú lo haces. Para mí, él huele a aire puro y fresco. Como la luna llena a media noche. Como todo lo bueno de este mundo y más allá".
"Sí, eso lo resume de una forma muy were. Para mí, él parece como una mezcla del recuerdo del amanecer y la bendición de la luz de luna, el más añejo de los vinos y el murmullo de ángeles cantando. Diablos, Necesito un trago si me voy a poner poético sobre Duncan". Se rió de sí mismo, aunque cada palabra que había dicho era cierta. El poder de Duncan era todas esas cosas y más, y este lo mantendría en el camino mientras pasaba a través de esta nueva crisis.
"Muy bien. Iré a casa contigo, pero debes ser advertido..." retrocedió y pasó el dedo por su pecho, "...yo también te morderé".
Salieron del club poco después. Dante no podía esperar a clavar sus dientes en Megan. Tenía que llevarla a casa y a su cama lo más pronto posible. Le dolía no estar dentro de ella. Sus colmillos emergían sólo con pensar en probar su sangre mientras poseía su cuerpo, haciéndola gritar de éxtasis mientras bebía de ella.
Distraído por su inusual deseo por una mortal, no estaba tan atento a sus alrededores como debía estar cuando salieron del edificio. Un auto rechinó las llantas en el estacionamiento mientras se dirigían por su auto estacionado en una esquina oscura.
Por una fracción de segundo, Dante tuvo un vistazo de un cabello rubio por peróxido, mientras el brazo de una mujer salía por la ventana de un negro y brillante Porsche último modelo. Lo que causó que sus alarmas internas sonaran fue la bola de fuego en su mano.
Ella era un mago y una poderosa. Lanzó el misil hacia su cabeza y Dante se agachó para cubrirse mientras líneas de fuego acre caían a su alrededor. Él no entendía. Debió haber visto el brillo por lo menos.
La mujer del Porsche llamó su magia y atacó una vez más. Dante quedó arriconado entre dos vehículos y la pared de ladrillos que corria a lo largo de la parte trasera del estacionamiento. El había mirado a la muerte a la cara y supo que esta lo reclamaría.
Entonces, con un inesperado movimiento borroso, una mujer loba, en la peligrosa y mágica forma de medio-cambio, quedó entre él y la mago. La explosión golpeó a la loba en el pecho. Dante se escuchó a sí mismo gritar, mientras se apresuraba a a atraparla, aún mientras el Porsche rechinada en la distancia.
Megan cayó en sus brazos, con piel chamuscada cubriendo su musculoso cuerpo. Estaba inconsciente pero respiraba, mientras la acunaba contra su pecho.
Una sombra cayó sobre ellos, y Dante enseñó los colmillos con un gruñido feroz. Nadie la volvería a tocar. Nadie.
Por suerte, era sólo Duncan.
"Cálmate, amigo. Los mortales vienen para ver la conmoción. Debemos irnos. ¿Ella está...?"
"Ella vive". La voz de Dante era rasposa a través de las cuerdas vocales ásperas y los colmillos extendidos preparados para la batalla.
"Llevémosla a algún lugar seguro entonces".
Dante no permitiría que Duncan la tocara. Era irracional, lo sabía, pero su frágil temperamento no lo permitiría por el momento. Se levantó con ella en brazos. Su cuerpo cambió a la forma humana, mientras él se levantaba, su piel pálida brillando bajo la luz de la luna. Estaba seriamente lastimada. Se encargaría de que sobreviviera, aún si tenía que mover cielo y tierra para asegurarse de ello.
"Abre la puerta del coche. Tú manejas". Las lacónicas palabras eran todo lo que podía decir a través de sus dientes extendidos y su intensa furia. La ira no iba dirigida hacia Duncan. Sino hacia la mujer que había hecho esto -y hacia sí mismo.
Había poca duda en su mente, de que Megan había interceptado deliberadamente el golpe que iba dirigido a él. La pequeña tonta. Probablemente había salvado su vida, pero ¿A qué costo?

FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora