Beginnings

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Una noche, en un lugar no muy lejos de Seúl. Yuna miraba la televisión enmudecida, acompañada de una buena botella de soju sabor durazno, odiaba el soju normal, pues era como tomar alcohol etílico.

Sirvió un poco en un vaso y lo dejó ahí, mirándolo como pidiéndole que charlara con ella, que fuera su amigo una noche más, que no la dejara sola y entonces pudo tomar de el soltando un leve quejido al sentir como quemaba su garganta de a poco.

Pasaron segundos, minutos y horas. Yuna tenía su cuarta botella de soju sobre la mesilla, sus ojos se tornaron pesados y sus sentidos ya no eran tan precisos como antes. La puerta de su habitación sonó con tres golpeteos irradiantes de furia.

Con pasos desiguales llegó hasta su puerta, pero le fue difícil encontrar la perilla, al abrirla se removió un poco para salir de su trance y miró al hombre frente a ella.

- Señorita Choi, disculpe la intromisión, pero debe ya cinco meses de arriendo.- Era su casero, un viejete bastante regordete y una calva radiante.

- Umh... Sí.- Yuna asintió torpemente.- Enseguida.- Se dio la vuelta y con ayuda de la pared fue caminando hasta el sillón, donde se encontraba tirada su billetera.

Hoy era día de paga y a pesar de que solo arrendaba una habitación donde solo cabía un sillón que prácticamente utilizaba como cama, un escritorio y su preciada televisión de los años 70's. Un regalo de su ya fallecido abuelo. El arriendo salía mil veces más que un auto de la nueva generación, bueno quizás sea exagerado, pero para Yuna así era.

Volvió donde el hombre y le entregó unos cuantos billetes arrugados. El anciano frunció sus cejas y miro molesto a su inquilina.

- Señorita Choi esto no alcanza ni para un mes.- Le mostró molesto.

- Ya... - Se tambaleo un poco.- El trabajo...

- Mire señorita, suelo ser paciente, pero usted... ¿Sabe qué? Déjelo.- El hombre guardo el dinero.- A la próxima no le irá bien y si piensa seguir evadiendo la renta, vaya haciendo sus maletas.- Y sin más que decir se fue por el oscuro pasillo.

Yuna volvió a su sillón y se dejó caer con cansancio, acerco la botella de alcohol y esta vez tomo directamente de ella, un largo trato que dejó más que un amargo pero que a la vez dulzón sabor.

El sol daba señales a primeras horas de la mañana, sus rayos se posaban pesadamente en el rostro de la chica de cabellera rojiza, con molestia oculto su rostro con su brazo, no estaría en estas condiciones si anoche se hubiera dignado a correr las cortinas o más bien la camisa que utilizaba para ello.

Su celular sonaba horrores, por su cabeza pasaba la idea de lanzarlo lejos y así poder seguir con su sueño, pero quizá era algo importante.

Estaba en lo correcto, era de su trabajo, un funcionario se lastimó y debían buscar un suplente ¿Quién mejor que ella? Con un seco "voy" termino la llamada.

Salió de su habitación y se aseo un poco, debía quitarse el malestar que dejaba una noche de borrachera. Al cabo de unos minutos ya se encontraba en óptimas condiciones, pero su estómago era el único descontento.

La cocina estaba en silencio, hasta que la tetera daba gritos de aviso de ya estar lista. Yuna sirvió té en su taza favorita de gatos, una muy bonita si me dejan comentarles.

Bebió un poco y tomo una fruta de la canasta en la mesa, ese sería su desayuno y posible almuerzo.

- Hey Yuna ¿Qué tal? - Yerin una de sus compañeras de casa la saludo alegremente, esa chica irradiaba luz por donde la vieras.

- Bien, supongo.- Se encogió de hombros y siguió con su té.

- Buenas...- SiYeon arrastró la última letra a semejanza de una serpiente de cascabel, era raro que madrugara el día domingo.

- Tengo tantísima hambre! - Gritaba Momo con sus manos en su firme estómago, dando así por terminado el despertar de todas las habitantes de la casa.

- ¿Saben que la habitación de Irene será ocupada? - Yerin preparaba un poco de café.

- Oh extraño a Irene, era como una madre.- Momo se sentó delante de Yuna con un gran tazón lleno de leche y cereal.- Lástima que encontró el amor.

- ¿Amor? Más bien, creo que encontró a una hija de quién cuidar.- Siyeon fue al refrigerador en busca de su desayuno.

- Seulgi es una buena chica, un poco tonta, pero buena.- Momo asintió ante las palabras de Yerin

Su conversación no le importaba en lo más mínimo, podría ser que también extrañara a Irene, pero no era para tanto. Le gustaba oírla cantar en la madrugada, algo que le hacía falta en sus mañanas.

Tomó su taza, dejándola lavada al instante, antes de que se olvidara hacerlo, las chicas seguían hablando de la buena de Irene, que mentirosas, siempre la juzgaban por su forma de vestir y por una cantidad de cosas más, una de las mejores opciones que tomo la muchacha fue abandonar la casa.

Se despidió con una fingida sonrisa sabiendo que apenas pusiera un pie fuera, ellas comenzarían a parlotear sobre la noche anterior. Era más que obvio que debieron escuchar su casi charla con el dueño del lugar.

Aún tenía tiempo antes de ir a cumplir su horario, así que decidió ir a la tienda de discos que quedaba justo en frente de su hogar. Al entrar ya se oían canciones de Freddie Mercury, el dueño era muy fan de Queen, no le eran desagradables, pero tampoco eran su fuerte, más bien le gustaba oír las sinfonías de Johannes Brahms. Era un desconocido para ella, en realidad fue gracias a la escuela que supo de él, en sus antiguas clases de música, un proyecto sobre grandes compositores de todos los tiempos o así lo nombró el profesor. La ayudaron a conectarse con su lado musical, cosa que duro hasta que sus abuelos se negaran a comprar un teclado.

Verificó la hora en el reloj de la tienda, era hora de marcharse, su trabajo no quedaba muy lejos, era recepcionista en una bodega, conocía a muchos hombres que coqueteaban con ella dejando algún chocolate en la ventanilla, no tenía un interés amoroso con alguno de ellos, aún así recibía sus regalos para llevarselos a Momo.

Yerin solía decirle que lo intentará, que se dejase amar por uno de ellos, pero claro, eran todos pasados de edad, ni loca pensaba dejarse a merced de un anciano.

Introdujo la tarjeta con su nombre en la sucia máquina que ingresaba la hora de llegada. Siwon, su jefe se mantenía en la puerta viendo a sus esclavos, porque así los trataba.

- Yuna! Que genial que ya llegaste.- En los años que llevaba en el puesto de recepcionista aprendió que muchas veces debía fingir una sonrisa para llevar una buena convivencia con los superiores, algo que le enseño la única chica con la que lograba llevar una cierta amistad en todo el lugar, que por cierto se encontraba sumida en su mundo escaneando algunos papeles.

- ¿Miedo a que se escapen? - Sojung salió de su trance un poco asustada, mostró una mueca de fastidio, para luego golpear el hombro de la pelirroja con notable molestia.- Auch! Eso en verdad dolió.- Su brazo se sintió entumecido por unos segundos.

- Casi me matas del susto Yuna.- La nombrada no hacía más que reír quitándose lágrimas imaginarias de sus ojos.- Graciosa, tienes suerte de que no estoy de humor para matarte aquí mismo.

Yuna se mantuvo en shock. Sojung nunca era así, había cambiado su ánimo drásticamente, la chica tomó las hojas con escritos dejando su lugar junto a la impresora para volver a su escritorio.

A la pelirroja no le quedó de otra que ir a su lugar para empezar a facturar a los recién llegados y deribarlos a las naves donde eran descargados los camiones con mercadería. Luego se tomaría un tiempo para averiguar que le sucedía a su compañera.

I See Your Colors ( 여자친구 ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora