Capítulo 1

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"Fake till you make it"

Eso dicen los americanos. Se supone que es fácil, que te da valor para hacer eso que en un día normal no harías. Pero mientras más repite la frase en su mente, más insegura se siente y una vez que llega a su destino dicha emoción ha cambiado por algo mucho peor; ahora se siente como una farsante, y lo peor es que es pésima en ello. No podría venderla incluso si lo intentara.

Sus hombros encorvados, la mirada fija en el suelo, su andar cuidadoso, la manera en que retuerce sus manos. Todas esas cosas delatan su inseguridad, que no tiene nada que ver con la falta tipo A que trae puesta y la blusa semitransparente. Se supone que iba a hacerla sentir mejor, más segura de sí misma, un poco más atrevida y poderosa en este primer día de trabajo. En cambio, lo único que ha conseguido es sentirse más insegura que de costumbre, porque está muy alejada de su zona de confort. Entre el trabajo nuevo, la ropa atrevida, saber que tendrá que conocer nuevas personas... Dios, no son ni las nueve de la mañana y ya ha empapado su ropa con sudor.

Debe pasar al baño para arreglar su aspecto. Primero junta agua en sus manos y la salpica sobre su rostro, luego intenta arreglar su cabello, pero liso es mucho más difícil de manejar, porque no se queda pillado detrás de su oreja. Frustrada saca las manos de su pelo y deja que caiga de acuerdo a la gravedad. Promete no volver a intentar hacer nada de este estilo de nuevo; no importa que su cabello sea algo desordenado, planchado es simplemente peor. Y ni hablar de la ropa, no volverá a someter sus muslos a la tortura de una falda nunca más. Con los tacos podría quedarse, le gusta el repiqueo que hacen cuando camina, aunque con ello llama demasiado la atención, así que puede que también los meta en su armario y los olvide ahí.

Regresa la mirada a su rostro, a esas mejillas regordetas y sonrojadas de manera natural. Se ve como si hubiera corrido una maratón. Mientras a las chicas bonitas ese look podría quedarle bien, en ella se ve como si hubiera caminado demasiado rápido.

Resopla, se moja un poco el pelo, para ver si así logra domarlo, no tiene mucho excito, así que palmea sus mejillas con las manos mojadas y después las mete dentro de la blusa para refrescarse la piel del escote.

Seca sus manos con un papel que luego desecha y vuelve a mirarse en el espejo.

—Tú puedes, tan solo debes mantener la calma, ser amable y respirar. Sí— asiente para sí misma —, no te olvides de respirar.

Con un último movimiento de cabeza toma su cartera y sale del baño en dirección al mesón de la secretaria para preguntarle por las indicaciones hacia su oficina.

Para su mala suerte no hay nadie ahí que pueda solucionar sus dudas.

Recursos humanos casi siempre está en los últimos pisos del edificio, por lo que podría tomar el ascensor y probar suerte. Pero ese no es su estilo y no quiere pasearse por el edificio, luciendo como una tonta, ya bastante insegura se siente con su ropa. Es por eso que prefiere quedarse en su segura posición al lado del mesón, esperando a que alguien llegue y le de las indicaciones correspondientes.

Mira el reloj en su muñeca, un poco ansiosa porque ya se está acercando la hora de inicio de jornada y no quiere registrarse tarde.

Toma una respiración profunda, intenta despejarse el rostro con las manos, aunque nuevamente fracasa, y fija la mirada en la entrada con apreciación.

Cuando ya está comenzando a creer que lo mejor es subir al ascensor y ver si alguien más la puede guiar, las puertas de vidrio se abren. Son empujadas por una sombra gris de sombrero y saco, que tan solo deja a la vista las manos morenas que han empujado el cristal. Eso, de por sí, es suficiente para hacerla salivar. Sí, no es nada, podría ser un moreno alto con un rostro horrible o un viejo, pero hasta que no descubra que se esconde tras el gorro tiene permiso para disfrutar de la altura, los hombros anchos y esas manos, que incluso de lejos se ven grandes. Estas se balancean con su andar seguro, cada paso lo da con la confianza de que se merece el espacio que está pisando. Su espalda ancha y erguida demuestran un poco de lo mismo.

Todo lo que quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora