09 Bienvenida y despedida

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Los cazadores se encontraban reunidos en la última casa del pueblo, que exactamente era la del jefe, todos habían acudido al llamado del cuerno, como era costumbre.

-Esta noche tendremos una invitada especial- Comenzó a hablar el anciano- así que ocupamos que la caza sea abundante, será como un solsticio de invierno.

(Cada año había un solsticio de invierno a el cual Fauna siempre procuraba ir)

El grupo ahí presente asintió para luego salir de allí, con armas en mano.

-Genial, la niña bonita ha vuelto- Hablo una de las chicas con desagrado, al mismo tiempo que tomaba una flecha y la posicionaba en el arco.




La noche llego, y con ella la celebración.

Las luciérnagas, y las pequeñas llamas echas de magia, iluminaban la noche; de pronto unas flautas, tambores, panderetas, y de más instrumentos comenzaron a sonar creando una rara pero agradable melodía. Las mujeres comenzaron a bailar al compás de la música. Bailaban como si hubieran nacido haciéndolo. Se movían con tanta sutileza y firmeza a la vez.

Celestine, que también estaba bailando, se acercó a Fauna con una sonrisa, sin llegar a mostrar los dientes, tomo la mano de su amiga y dando pequeños tirones dando a entender que la acompañara a bailar; lo cual, después de varios tirones, accedió.

Sebastián las miraba con tanto encanto y asombro, era increíble lo que podrías llegar a encontrar en un mundo desconocido como ese.

Todos reían, bebían, jugaban, comían; en pocas palabras se divertían.


Sobrepasada la media noche, los niños dormían y los adultos ayudaban a recoger lo más que se podía.

El hada y el chico se encontraban dormidos, en la misma cama, ya que Magnarock les había prestado una habitacion, con los extraños símbolos en la cabecera, de costado; con el hada recostando su cabeza en el pecho del chico y este pasando su brazo por la cintura de la chica, justo como solían hacer en el bosque.

En la mañana la pareja se despidió del pueblo para luego seguir con su viaje hacia el corazón del bosque.

A mitad del camino las hojas se volvían de un color amarillo hasta volverse de un tenue color naranja; con troncos de un color oscuro contrastando las hojas, tanto en los arboles como en el piso. Las hojas caían delicadamente como si temieran romperse.

La melodía de los árboles, junto a el viento, se apreciaba en un susurro casi inexistente.

De vez en cuando un greell sobrevolaba entre las hojas, del color de un atardecer, con bayas en sus en sus pequeñas patas.

Siguieron avanzando varias horas más. Las mariposas abundaban en ese lugar, sus colores eran pálidos con diseños únicos en sus alas.

Caminaron y caminaron hasta llegar a un campo de flores, estas eran de colores pálidos, casi cristalinos; desprendían un agradable aroma dulce, debido a las pequeñas gotas que salían del pistilo.

-No te dejes engañar por su hermosura- Hablo el hada dando media vuelta y tomando sus manos por la espalda- son venenosas, si llegas a ingerir una sola gota tendrás alucinaciones y te hará caer al barranco de ahí- Finalizo apuntando al borde del campo de flores.

Volvió a dar media vuelta y comenzó a avanzar por el sendero que se formaba entre las flores.

Sebastián, al llegar a los inicios del puente, paro en seco, el puente se balanceaba con la ayuda del viento, además de que no se podía ver el final del barranco.

- ¿Tienes miedo?- Pregunto el hada con su dulce voz- toma mi mano, todo estará bien- Le dedico su característica sonrisa al joven. Le ofreció su mano al chico, el cual la acepto.

Comenzaron a avanzar por el puente, y el chico apretó un poco la mano del hada.

La madera era de un tenue color anaranjado sin ningún espacio, el pasamanos también era de madera, pero estaban más desgastadas.

Siguieron avanzando por el extenso puente, por un par de horas más, el viento iba bajando de intensidad hasta casi ser una suave brisa; llegaron al final del puente, en el que se podía apreciar mejor el paisaje mucho mejor que minutos antes.

Las hojas de los arboles eran similares a las anteriores vistas, solo cambiaba el hecho de que en estas abundaba más el color dorado y rojizo.

Se adentraron a aquella gran fracción del bosque.

En ese lugar habitaban más animales que en las otras cinco partes que anteriormente visitaron. Los greells pasaban de un lado a otro, al igual que las mariposas; las luciérnagas comenzaban a brillar gracias a la caída del atardecer, uno que otro unicornio pasaba, y los zorros de fuego jugaban con sus crías.

-Ya estamos en el corazón del bosque ¿cierto? -Pregunto el chico.

-Si, pero no- Hizo una pausa- veras, este es el centro del bosque entero- Abrió los brazos señalando todos los lugares posibles- pero el corazón está en el centro de este-

-Vamos, ya casi llegamos- Volvió a hablar el hada.

Siguieron caminando hasta que Fauna se detuvo frente unos grandes arboles torcidos, que formaban una X, los troncos eran de un color claro con muy pocas hojas doradas y rojizas. De la parte de arriba de este colgaban trepadoras, que también se habían enredado entre los troncos, que caían hacia el suelo enredándose unas con otras.

El hada hizo a un lado las trepadoras con la mano que la quedaba libre.

La chica parecía un lindo cachorrito emocionado, mientras que Sebastián parecía confundido ¿Cómo habían logrado llegar a el hada si detrás de aquellas plantas solo seguía más bosque?

La chica paso por debajo del marco de troncos con sumo cuidado, como si temiera que algo se rompiera. El chico fue tras de ella. Lo último que se vio en esa pequeña parte del bosque fueron los pequeños insectos que salieron de las trepadoras.


<<-No me hagas mucho caso, pero considero que no deberías confiar en humanos- Sugirió en anciano.

- ¿Aun lo recuerdas cierto?- El contrario asintió-si confiaste en él una vez, ¿Por qué no confías en él una segunda vez?, o al menos confía en mi->>

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