Tomar unas copas de más con el hombre que te gusta podía ser malo o muy, muy bueno. En ocasiones, acababas haciendo el ridículo y él, avergonzado de ti, no volvería a llamarte. O, siempre puedes acabar en el salón de su piso, en frente de una gran ventana que da a la calle y donde podrían verte si alguien alzara la mirada hacia la cuarta planta de ese edificio.
Melanie, tumbada encima de él y él tumbado sobre unas mantas, lo besó metiendo la lengua hasta su garganta, luchando por tomar el control de ese beso. Su lengua se enredó con la de Bryan, intercambiando sabores y mezclándolos. Sabía a whisky y, no iba a engañarse, le encantaba.
Notó cómo él le pasada las manos por todo el cuerpo, pellizcando sus pezones, acariciando su clítoris y mordiendo su cuello. Ella comenzó a jadear en su oído, a gemir en él mientras la sangre inflamaba sus venas a gran velocidad.
Su miembro estaba duro, hinchado, apuntando hacia el sexo de ella que, en respuesta, estaba húmedo, caliente y, malditamente, resbaladizo. La mano de Bryan voló hacia su sexo, comenzando a frotarlo, a meter uno de sus dedos en él, metiéndolo y sacándolo, para unir más tarde un segundo que siguiera el ritmo del primero. Sus dedos se movían rápido, con desenfreno, y volviéndola completamente loca.
Estaba a punto de ponerse a gritar, de liberarse, de llegar al orgasmo, pero en el último momento, Bryan había parado en seco, riéndose mientras ella lanzaba pequeños quejidos y agarraba su muñeca, intentando hacerle volver a su humedad, donde deshiciera los nudos que se le habían formado en las entrañas y en su mismo sexo.
Entonces, él agarró su miembro y lo aproximó a su destino, y Melanie gimió de expectación, agarrándose a sus hombros y con las piernas abiertas, dispuesta a recibir sus entradas y salidas, bruscas y suaves, rápidas y lentas. Pero una vez más, mientras ella esperaba a que entrara con fuerza, que la llenara con toda su longitud, Bryan le introdujo únicamente la cabeza de su miembro, echando la cabeza hacia atrás, contra el suelo, por el esfuerzo que tenía que hacer, por sentir cómo se cerraba fuertemente sobre él su estrechez.
Estando a horcajadas sobre él, solo tenía que bajar su cuerpo para que entrara en su interior por completo, pero sus manos la agarraban fuerte por las caderas, manteniéndola en el aire, unida a él por la cabeza de su miembro. Bryan miraba cómo entraba y salía de su interior con un ritmo lento, lentísimo, provocando que se recrearan en las sensaciones.
-Por favor.-suplicó, intentando no perder la cordura.-Bryan.-gimió, mientras el volvía a entrar en ella con tan solo la cabeza.
-Vuelve a pronunciar mi nombre.-replicó, con la voz ronca y la respiración acelerada.-Jadéalo, gímelo, respíralo, muérdelo.-añadió, haciéndola humedecerse más si cabía.
Melanie colocó sus propias manos sobre las muñecas de él, intentando hacer fuerza, quitárselas, tomar ella el control definitivo, pero Bryan no se lo permitió, era inflexible y ella cayó sobre su pecho, mirándole a la cara y gimiendo por la entrada y salida lenta de su miembro.
Metió sus dedos en la boca de él para que los chupara, pero él no solo hizo eso, sino que también los mordió suavemente, provocando que se arqueara contra él. Con los dedos húmedos, llevó su mano a la base del pene de Bryan, y desde allí comenzó a acariciarlo, y, dispuesta a torturarlo tanto como estaba haciendo él con ella, agarró sus pelotas y las apretó, recibiendo de recompensa un gruñido suplicante. Volvió a subir por su longitud con la mano y, cuando llegó a la zona que los unía, deslizó su mano a su clítoris, acariciándose mientras él la contemplaba, dispuesta a llegar al orgasmo con su miembro entrando y saliendo.
Pero no todo era tan sencillo con Bryan, él le apartó la mano, dispuesto a prolongar la tortura, y volvió a colocar la suya propia en su cadera, agarrándola con fuerza, sometiendo a Melanie a sus deseos. Ella, desesperada, intentando salir de la bruma del deseo que tenía en la mente, incapaz de seguir con todo esto más, le clavó las uñas en el pecho, y apoyó la frente en el mismo, respirando entrecortadamente, notando el desbocado latido de su corazón y su respiración acelerada. Perdiendo completamente el control, mordió su pecho, mientras le clavaba las uñas en los costados.
Y, eso, era lo que necesitaba para hacer perder el control a Bryan, que gruñendo, le introdujo con fuerza toda su longitud, llegando a lo más profundo y provocando que Melanie, sorprendida por la intensidad, comenzara a gritar mientras oleadas y oleadas de placer le recorrían el cuerpo, deshaciendo los nudos de sus entrañas, y mojando el miembro de Bryan.
Pero no todo iba a acabar ahí, él no podía permitirlo. No después de sentir cómo la liberación de ella lo humedecía, bañándolo, envolviéndolo, como si su sexo fuera terciopelo y el de él una barra de acero. Antes de que Melanie puediera recuperarse, volvió a moverse debajo de ella, cogiendo su culo con las manos y comenzando a moverlo, marcando un ritmo rápido y desesperado.
Bryan estaba a punto de reventar y necesitaba hacerlo con fuerza y desenfreno, y Melanie quería hacerle llegar más allá del límite. Él los levantó del suelo, pero sin salirse en ningún momento del interior de Melanie, la cual, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello, pegó cada parte de su piel con la de él.
Pegados contra el cristal de la ventana, comenzaron a moverse con fuerza, rapidez y la más dulce de las durezas. Bryan estaba en el mismo borde de su cordura, le gustaba demasiado y Melanie volvía a estar al límite. Ella lo besó con fuerza, demostrándole toda la pasión contenida, y él le devolvió el beso con la misma fiereza, mientras el sonido de la piel chocando llenaba el aire, volviéndolos locos.
Ella mordió sus labios con desesperación, incapaz de gritar más, para lamerlos después. Bryan, con las manos en sus caderas, las movió de arriba abajo, haciendo que sus pechos subieran y bajaran al mismo ritmo. Él quería besarlos, morderlos y arañarlos, pero la postura se lo impedía, así que mordió su clavícula, clavándole cada uno de sus dientes mientras introdujo una última vez su miembro.
El grito de Melanie llenó los oídos de Bryan, el cual, mientras ella volvía a correrse, rugía, echando la cabeza hacia atrás, llegando al orgasmo y derramándose en su interior. Melanie notó cómo su semen se deslizaba dentro de ella, caliente y encantador.
Respirando con cansancio, se deslizaron hacia el suelo, e incapaces de tumbarse siquiera, descansaron apoyados uno contra el otro, disfrutando del sonido de sus corazones y el olor a sexo de la habitación.