DOÑA REBECA

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Pasaron los años y me convertí en un muchacho muy bien parecido como les dije antes, con un fabuloso cuerpo, bonita cara y un gran trasero; contaba ya los dieciséis años cuando mi mamá consciente de mi belleza decidió que era hora de intentar llegar más alto en nuestra profesión, de lograr lo que ella no había podio, salir de clientes de medio pelo y entrar a los burdeles exclusivos ,ella no lo había logrado continuaba en su mismo bar, luchando contra las cada vez más jóvenes recién llegadas putas.

Durante estos años la demanda por jovencitos o prostitutos había aumentado, cosa que nos favorecía enormemente, estaban apareciendo en la ciudad sitios exclusivos muy discretos para personal de alto nivel, mi mamá había conocido a la propietaria de una de estas casas de citas, una ex prostituta llamada Rebeca, quien manejaba un burdel femenino y hace poco más de tres años había montado un prostíbulo donde ofrecía muchachos, el nombre del establecimiento era Adonis y funcionaba como un club privado, rodeado de lujo, confort y total discreción. Mi madre realizó algunos servicios específicos para clientes de doña Rebeca en su casa llamada las Venus, sin que nunca fuera recibida de planta en este establecimiento por más que siempre lo deseo.

Esa tarde, mi mamá había conseguido una cita en Adonis, la casa de chicos, esta vez no estaba asustado mas bien entusiasmado ante la perspectiva de ganar mucho dinero y trabajar en un sitio elegante; la casa ubicada en un barrio al norte de Bogotá, era una edificación antigua, grande, muy hermosa, de color blanco con antejardín y un portón que permitía el ingreso a varios vehículos a la zona

de parqueo, luego estaba la puerta principal, una enorme puerta rodeada de vitrales muy hermosa y amplia, de madera maciza, labrada, custodiando el acceso, al entrar había una sala elegantemente decorada todo en blanco y se veían las escaleras; nos recibió Oñate, el asistente, chofer, guardaespaldas, es decir la mano derecha de Doña Rebeca, un hombre supremamente alto muy fornido, mal encarado, con una cicatriz arriba del labio superior, con una piel áspera y asomo de calvicie, él nos escoltó al estudio privado de la Doña, mientras llegábamos mi madre evidentemente nerviosa volvió a peinarme con los dedos gesto que era característico de mi abuela y de ella, un gesto que me fastidiaba, retiré la cabeza cuando intentó peinarme y volví a acomodar mi cabello en su forma original, ella se estiró su corta falda para que no revelara más de lo que debía y entramos.

Doña Rebeca era una mujer sesentona, supremamente bien arreglada con el pelo recogido en una moña en la parte de atrás e impecablemente vestida y maquillada, parecía una mujer de la alta sociedad, tal vez lo único que ponía en duda su procedencia era el tamaño y la cantidad de joyas que usaba, aretes excesivamente grandes, pulseras, cadenas, anillos de oro y piedras preciosas de tamaño gigante en casi todos los dedos de su mano, una mujer con un rostro redondeado, ojos claros, cabello rubio cenizo y una piel blanquecina aunque ya surcada por arrugas en el contorno de los ojos, en la frente y líneas de expresión en la comisura de los labios muy marcadas, una mujer ni gruesa ni delgada, ni gorda ni flaca, de contextura normal una mujer hermosa pese a su edad

Debió ser una mujer muy linda, pensé. Oñate nos dejó solos con ella y se retiró del estudio.

-Doña Rebeca-

Saludó mi madre con respeto y emoción.

La mujer le dio la mano llena de anillos y mi mamá la sostuvo como si fuera alguien de la realeza.

La Doña se giró y se dirigió hacia mi observándome con interés y de alguna forma me di cuenta que le agradaba lo que veía

-¿Este es tu hijo?- le preguntó a mi madre

-Si, se llama Harry

Se volvió hacia mí

-Saluda- me ordenó

Los Hijos De Caín (Larry Stylison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora