Capitulo Dos

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No había sido intención de Jack ofenderla, sólo advertirle de que no era la clasede hombre que ella había decidido que era: un patán nuevo rico que confundíadinero con cultura. Sin embargo, debía congraciarse con ella, por el bien deAllingford.
En otras circunstancias le habría invitado a tomar algo. A cenar. A conocerse.Se habría acostado con ella.Pero, aunque sospechaba que la atracción era mutua, jamás mezclaba negocios
con placer.Se dirigió a la cocina. El agua estaba al fuego y Alicia llenaba la cafetera.—¿Puedo ayudar en algo? —preguntó él.—No, gracias —ella sacó dos tazas de porcelana y una pequeña jarra de un
armario, y un cartón de leche de la nevera—. ¿Leche y azúcar?—Ninguna de las dos, gracias. Me gusta el café sin adulterar —Jack sonrió.—Pues entonces ya está —dispuso la cafetera y las tazas sobre una bandeja y
guardó el resto.
—Por mí no se moleste —insistió él—. No me importa tomar el café en lacocina.
—Usted manda —ella se encogió de hombros.
—Yo no mando. Aunque, dado que es la jardinera a tiempo parcial, le pagaréun sueldo.
—Yo no soy la jardinera.—Pero yo le vi trabajar en el jardín.—El jardín da mucho trabajo —ella volvió a encogerse de hombros—, y Bert no
puede él solo.—¿Bert?—Era el jardinero jefe en época de mi abuelo —le explicó Alicia—. Debería
haberse jubilado hace veinte años, pero su casita con un minúsculo jardín no le bastapara ser feliz. Yo le permito cultivar lo que quiera en el invernadero y el huerto. Acambio me da algunas frutas y verduras y también hace labores de jardinería. Escomo un intercambio —su rostro se tensó—. Quisiera pagarle…
—Pero ya no se lo puede permitir —intervino él.
—En realidad él no me lo permite —ella miró hacia otro lado—. Aunque no,ahora mismo no me lo podría permitir. Puede meter el dedo en la llaga si quiere.
—No pretendo meter el dedo en la llaga. Intento ser práctico. Sólo quiero entenderlo bien.

—Nada de eso importa ya —aseguró ella—. Si se queda con la casa, arrasarácon todo y construirá una piscina con forma de guitarra o algo parecido.
—No creo —él soltó una carcajada.
—¿No es lo que hacen las estrellas de rock? Se alojan en un sitio y lanzan losmuebles por la ventana y los coches a la piscina.
—No todos. Yo me enfadaría mucho si alguien hiciera algo así. Me gustan lasfiestas, no el vandalismo.
—¿Entonces no va a destrozar Allingford con un festival?—Glastonbury no es el único festival de música que existe.—¿Y en qué estaba pensando?—En eventos de una sola noche, algunos de rock y otros de música clásica, que
culminen con fuegos artificiales. Imagínese el reflejo de las luces sobre el lago —eraimposible no imaginárselo. Un lugar así debía ser mostrado para disfrute de todos.
—¿Por qué música? ¿Por qué Allingford?
—Música porque me gusta —contestó él—. Allingford porque el lago esabsolutamente perfecto.
—¿Y puede permitirse comprar la casa así sin más?
Jack comprendía lo irritante que debía resultar para esa mujer que ni siquierapodía hacer frente a los impuestos de sucesión, pero aun así la pregunta le molestó.
—¿Debo pedir disculpas por hacer algo que se me da bien, trabajar duro yganar mucho dinero?
—No —Alicia se sonrojó y desvió la mirada—. Lo siento. Es que… me resultacomplicado.
No debía haberle resultado fácil admitirlo.—Lo sé —contestó Jack con dulzura—. No pretendo ponérselo más difícil.—Es que no quiero que Allingford cambie —insistió ella—. Esa vista más allá
del lago, lleva allí cientos de años. Y es perfecta.Él se mostró de acuerdo. ¿Cuál era el problema entonces?—El progreso no siempre significa abarrotar un espacio diminuto con cientos
de casas.¿Pensaba que iba a convertir la propiedad en una urbanización o algo así?—No pretendo construir cientos de viviendas —él sacudió la cabeza.—Pero va a arrancar los rododendros de mi padre para construir un
aparcamiento.—No necesariamente. ¿Alguna vez abre el jardín al público?—No —contestó ella secamente

Jack tuvo la sensación de que había algo más, pero no era el momento deinsistir.
—Lo siento —ella le llenó la taza con café—. No tengo galletas.—No pasa nada —él tomó un sorbo de café—. Gracias. Está muy bueno.Saffy se sentó a su lado y apoyó la cabeza sobre su rodilla. En un gesto
instintivo, él empezó a acariciar al animal.
Le gustaban los perros y ése, claramente, lo había percibido. Sin embargo,presentía que la dueña iba a tardar mucho más en aceptarlo. Si es que lo hacía algunavez.
Al contemplar la escena, algo se removió dentro de Alicia. Jack sentado a la
mesa de la cocina haciéndole mimos a su perro. Parecía pertenecer a ese lugar. Y notuvo más remedio que admitir que Allingford estaba algo descuidado. Aunquehubiera podido permitirse pagar los impuestos, vivir allí sola era desperdiciar lacasa. Necesitaba niños corriendo a su alrededor. Jugando al escondite entre losrododendros y dando de comer a los patos.
Debería hacerle caso a Megan, su mejor amiga, y marcharse de allí. De repentese le hizo insoportable la idea de ver a Jack Goddard pasear por sus tierras, abrazadoa su mujer.
Qué estupidez. No era asunto suyo si estaba casado o no. Cierto que era elhombre más atractivo que hubiera visto en mucho tiempo, pero ahí se acababa todo.Después de Gavin, había perdido la confianza en su buen juicio sobre los hombres. Elsentido común le decía que sería un enorme error liarse con Jack Goddard.
—Muchas gracias por su hospitalidad —Jack se levantó para enjuagar la taza enel fregadero.
—No hay de qué —no podía decirle que había sido un placer, porque no lohabía sido.
Le acompañó al coche. Jack bajó la ventanilla y le entregó un CD y una tarjetade visita.
—Esto es para Grace. Dígale que me gustaría conocer su opinión.
Si era tan detallista, si pensaba siempre en los demás, aquello podría no ser tanmalo.
¿A quién quería engañar? Independientemente de quién comprara la casa,aquello sería malo. Sería el fin de la vida que había conocido. En lugar de pasear ytrabajar en los jardines que habían pertenecido a su familia desde hacía generaciones,sería una inquilina. No podría opinar sobre lo que él decidiera hacer en la casa o eljardín. Sus sueños jamás se harían realidad.
Al tomar el CD sus manos se rozaron. Sólo fue un ligero contacto, pero se leerizó el vello y en su mente surgieron traicioneras imágenes de Jack Goddard tocándola, acariciándola mientras los azules ojos ardían de deseo y la boca seentreabría, promesa de infinitos placeres. Imágenes de sí misma invitándole abesarla.
—¿Alicia?
—Lo siento. Pensaba en todo lo que tengo que hacer en el jardín esta tarde —locual no era del todo mentira—. Gracias por el CD. Se lo daré a Grace cuando la vea.
Media hora después llegó el correo. Otra carta de Hacienda. Tenía que vender.Al menos Jack Goddard le había dado la impresión de pertenecer a ese lugar. A lomejor, si pasaba más tiempo en Allingford, la casa lo atraparía bajo su encanto ydecidiría no cambiar nada.
Arrancaba las malas hierbas del bordillo cuando sonó el teléfono.
—¿Señorita Beresford? —saludó Sadie, de la inmobiliaria—. Acabamos derecibir una oferta por la casa. Por el precio inicial.
—¿De Jack Goddard? —no podía haberse decidido tan rápido. ¿O sí?
—Sí. Le recomiendo que acepte. Podríamos sacarla a subasta con la esperanzade conseguir una puja más alta, pero dadas las circunstancias…
—Entonces acepto —ella sabía que no tenía elección.—Quiere formalizar la compra lo antes posible.—De acuerdo. Hablaré con mi abogado.El letrado le informó de que el abogado de Jack ya se había puesto en contacto
con él.Ese hombre no perdía el tiempo.—Está de acuerdo en alquilarte el apartamento por una cifra más que
razonable, y mantendrá a los empleados.—Gracias —contestó con un hilo de voz.—Y quiere mudarse el sábado —añadió el abogado.¿El sábado? ¿Tan pronto?Quizás fuera lo mejor. Como arrancar una tirita de un tirón. Dolería horrores,
pero también acabaría enseguida.—Pero hay mucho papeleo por hacer. No será posible terminarlo tan pronto.—Si eliminamos todos los obstáculos, sí.—¿Y qué pasa si no está todo listo para el sábado? ¿Se anulará el trato?—Estará listo el sábado —le aseguró amablemente el abogado—. Lo siento,
Alicia, sé lo doloroso que debe resultarte.
—El sábado, pues —no admitiría que era el fin del mundo para ella—. ¿Hayque firmar algo?
—Sí. ¿Te viene bien mañana a las nueve?
—Mañana a las nueve —por suerte aún estaba de vacaciones.Tras colgar el teléfono se paseó lentamente por la casa.—Lo siento —susurró mientras iba de una estancia a otra y le hablaba a la casa
y a sus antepasados—. Siento haberos defraudado. Siento no haberlo conseguido.
Por primera vez en trescientos años, en unos días Allingford Hall dejaría depertenecer a un Beresford.
—¿Para mí? —Grace abrió los ojos desmesuradamente ante el CD—. Pensé que
estaba fanfarroneando. Pero ha cumplido su promesa —abrazó a Alicia.—Quiere conocer tu opinión —Alicia le entregó la tarjeta.—No creo que sea para mí —Grace enarcó una ceja.—¿Qué?—Es un poco viejo para mí —la chica sonrió—. Pero tú… sois de la misma
generación.—No tengo ni idea de qué edad tiene —Alicia se puso tensa.—No seas anticuada —Grace la observó con atención—. Y te vendría muy bien,
¿sabes?—¿El qué?—Sexo tórrido y sin ataduras con un hombre guapísimo. Lo que necesitas para
sacarte a Gavin de la cabeza. Ya tienes treinta y cuatro años.—Pero eso no significa que se me haya pasado el arroz.—No, pero a veces te comportas como si fuera así.Alicia conocía a la adolescente desde que era un bebé y se lo perdonó.—Y por el modo en que te miraba ayer, creo que le gustas —añadió Grace—. Y
también vi cómo lo mirabas tú.—¡Yo no lo miraba!—Eres una mujer —Grace soltó un bufido—. Y él es guapísimo. Pues claro que
lo mirabas. Y te gustaba lo que veías. Apuesto a que es estupendo en la cama.
Alicia hubiera preferido que no hubiera dicho eso. Porque ella opinaba igual. Ytodo su cuerpo vibraba ante la idea de estar piel contra piel con Jack Goddard.
—Tiene una boca realmente sexy.
También se había dado cuenta, pero por mucho que le gustara que esa boca sedeslizara por todo su cuerpo, no podría ser.
—Escucha —Alicia suspiró—. Hay varias razones por las que no va a suceder.—¿Por ejemplo?
—Para empezar, va a ser mi casero. Y también tu jefe.—¿Y?—Pues que cuando todo termine, resultaría muy embarazoso.—No si es un revolcón de mutuo acuerdo. Últimamente has estado sometida a
mucha tensión y lo mejor para eso es el sexo —los ojos de Grace brillaban—. A mí mefunciona.
—No voy a acostarme con Jack Goddard.—¿Nos apostamos algo? —Grace se cruzó de brazos.—No.—Claro, porque tú sólo apuestas sobre seguro.Alicia no recordaba haber tenido tanta seguridad en sí misma a los dieciocho
años.
—De modo que no puedes apostar en contra —continuó Grace—. Porque sabesque lo harás.
—Grace. ¿Qué parte de la palabra «no», no entiendes?
—Necesitas a un buen hombre —la chica soltó una carcajada—. O al menoshacértelo con uno. Jack Goddard cumple todos los requisitos. ¿Te fijaste en cómovestía? Pantalones negros y una camisa blanca con el cuello abierto. Añade unasbotas y unos volantes…
—Para ya —rugió Alicia—. No es mi señor Darcy.
—No, es mucho mejor —Grace puso los ojos en blanco—. Lissy, ese tipo es unabomba. Hasta su peinado da la impresión de que acaba de levantarse de la cama trasun memorable revolcón.
—Seguramente ese peinado le habrá costado una fortuna.
—Una fortuna que tú te habrías gastado en plantas —Grace agitó una mano enel aire—. Lissy, hazte un favor y diviértete por una vez en tu vida.
—Soy muy feliz con mi vida —protestó Alicia.
—Disculpa, te conozco de siempre. No eres feliz, Lissy, y no sólo por la casa.Desde que Gavin…
—No quiero hablar de Gavin —la interrumpió Alicia.—No era lo bastante bueno para ti. Pero tú sigues penando por él.—Me estoy enfrentando a ello.—Hay una gran diferencia entre enfrentarse a algo y vivir —insistió Grace con
dulzura—. Y un revolcón con Jack Goddard sería lo mejor que te habría sucedido enaños.
—Es demasiado complicado. Y no sé nada de él.—Para eso está Internet —la joven agitó la tarjeta—. Busquémosle.

—Ahí está —diez minutos más tarde. Alicia se reclinó en el asiento—. Es másjoven que yo.
—Seis años no son para tanto… no a tu edad.—Haces que me sienta como una vieja matrona —Alicia no pudo evitar reírse.—Porque te comportas como una. Pareces más vieja que mi abuela.—¿Cuántas mujeres hermosas acabamos de ver de su brazo? —Alicia ignoró el
comentario—. Tú eres tan guapa como ellas, seguramente más —insistió Grace—. Sime dejaras hacer algo con tu pelo y permitieras que Megan y yo nos encargásemosde tu horrible ropa…
—¿Yo soy la que lleva ropa horrible?
—Para que lo sepas, mi ropa está de moda. Además, tengo dieciocho años,estudio en la Escuela de Arte y estoy viviendo mi rebelión adolescente. Tú no tienesexcusa.
Alicia sabía que Grace y Megan conspiraban para buscarle pareja.
—Es evidente que no busca un compromiso —continuó Grace—. Y eres tanbuena como esas mujeres. De modo que puedes divertirte sin temor a que teproponga matrimonio.
—De todos modos no va a suceder.—Ya veremos.

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