El guerrero de la luz, sin querer,
da un paso en falso y se hunde en el abismo.
Los fantasmas lo asustan, la soledad lo atormenta.
Como había buscado el Buen Combate,
no pensaba que esto pudiera sucederle a él; pero sucedió.
Rodeado de oscuridad, se comunica con su maestro:
Maestro, caí en el abismo dice.
Las aguas son hondas y oscuras.
Recuerda esto dice el maestro.
Lo que ahoga a alguien no es la inmersión,
sino el hecho de permanecer bajo el agua.
Y el guerrero usa sus fuerzas
para salir de la situación en la que se encuentra.
Paulo Coelho, Manual del guerrero de la lu
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I
La reina María se hallaba asomada al amplio balcón del salón del trono, viendo combatir a su
ángel, cuando recibió la noticia del asesinato del conde Aren. El mensajero le habló al oído, de manera
que nadie más pudo escucharlo, pero los labios de ella se fruncieron levemente. Aquélla fue su única
reacción.
No comentó el asunto con nadie más.
Cuando el mensajero se retiró, la reina María continuó en la misma posición, asomada
a la balconada, como si la noticia hubiese sido del todo intrascendente.
La reina María tenía diecisiete años, y era la soberana de una nación resplandeciente,
pero rodeada de reyes ambiciosos que deseaban ampliar su territorio.
María había aprendido desde niña a no mostrar sus sentimientos, porque no ignoraba
que tenía espías en la corte. Todo el mundo sabía que no confiaba en nadie. Salvo, quizá, en
su ángel.
Abajo, en el patio, dos figuras se batían en un duelo de espadas. Una de ellas era un
feroz bárbaro que había venido desde las llanuras del este para tratar de alcanzar la fama
como combatiente en los Juegos de Karishia, la capital del reino. En los tres meses que
llevaba luchando todavía no había perdido un solo combate. Cuando saltaba a la arena,
todos vociferaban su nombre, enardecidos. Pero cuando caminaba por las calles de la
ciudad, exhibiendo su poderosa musculatura, la gente se apartaba a su paso, intimidada.
Había hecho fortuna en los Juegos y era admirado y respetado. Una noche, en una
fiesta, había afirmado que sería capaz de derrotar al ángel de la reina María. Estaba
borracho cuando lo dijo, pero, de todos modos, la noticia del desafío había corrido por toda
Karishia, y él no había tenido más remedio que hacer llegar al palacio un reto formal.
Todos sabían que al ángel no le gustaba luchar en peleas banales. Pero el bárbaro
era famoso, y el desafío había despertado mucha expectación. La propia María le había