La mirada fría y calculadora. El principio del fin.
Debí sospecharlo desde el momento en que te fuiste sin decir “hasta luego” y simplemente dijiste “adiós”.
Una parte de mi, se fue contigo pegada a la sombra de tus talones; destinada a vagar por el mundo así, a tus pies. La otra, deambulaba también por los rincones de este lugar, asustada.
Una tarde cualquiera decidí sacarme el pesado manto. Decidí invocar en mi interior a cada risa perdida que nunca llego a su destino, a cada mirada furtiva que no se animo siquiera a ser dada, cada piropo en la punta de mis labios, cada baile que perdí, cada libro que no leí y cada canción que me negué a escuchar…
Decidí salir a la calle. Respirar hondo. Tratar de caminar más lento. Abrazar a un extraño. Sonreír a ese muchacho de la parada del ómnibus. Animarme a más. Saltar. Cantar con mis sobrinos. Llorar con esa película. Leer ese libro que nunca me anime por temor a no entender.
Decidí ayudar a alguien sin esperar nada a cambio. Despertar a un amigo de madrugada solo para decir que lo siento. Sonreír más. Emocionarme más. Vivir más.
La mirada cálida y calculadora. El principio del principio.
Debí sospecharlo cuando al despertar esa mañana, durante el sueño, soñé que había empezado de nuevo. Soñe que era otra persona.
Cuando te fuiste una parte de mi se fue contigo. Ahora pienso que se fue la peor parte. Ahora me doy cuenta que gracias a que esa parte se fue, esta pudo nacer.
Ahora entiendo…gracias por todo lo que te llevaste. Y por todo lo que me dejaste a cambio, la posibilidad de volver a empezar; y lo que es mejor aún, de ser quien realmente quiero ser.