I'm not in love, so don't forget it
it's just a silly phase I'm going through...♩
Suena esa vieja canción setentera mientras tranquila se encuentra en camino hacia su hogar. Imposible sería no vaticinar que en su mente se encontraba un terrible huracán de frustración. Aquella chica que sonreía con sus más cercanos compañeros dejaba atrás esa alegría al enfrentarse con la soledad de sus sábanas y libros ya que nada la había completado más hasta el momento que leer sobre historia, divisiones de clases, costumbres, luchas, fantasías y sueños que aquellos escritores tales como Austen, Brönte, Wolfgang Goethe habían trazado en papel e inundado en su pequeña colección. Zillah a sus 17 años se consideraba una chica fría como un cadáver abandonado en un invierno de Siberia, pero dentro muy dentro de ella existían locos deseos que de aquel cofre de 7 cerraduras querían pirarse.
Recordando días atrás realizó que el estudio la había distraído de su monotonía y se habría resuelto a disfrutar de ello. Una vez que se sentió a gusto, sus memorias se fueron guardando hasta sólo convertirla en una buena estudiante.
La singularidad de Zillah se debía a su poder de manipulación, una vida tosca y sin mucha emoción habría transfigurado su alma y virtudes para obtener todo lo que se proponía, ya fuesen ventajosas notas, dinero, amigos, favores los cuáles no abarcaran mucho brío.
Los días se paseaban por su alma sin cambio alguno, su sangre se mantenía fría debido a experiencias vividas y ahora sencillamente no se le daba amar más que a su familia, y aunque por sus acciones y comportamiento no parecía ser de tal manera, ella sentía un tipo de aprecio hacia su madre y su padre.
Ella en su profundidad poseía un espíritu libre, un alma presa por las barreras del miedo e inseguridad. Quería partir lejos del cemento frío que constituía a su habitación, deseaba hasta el tuétano ser libre y actuar de la forma en la que su espíritu dictaba. Tiempo después su poder de manipulación no cesaba y aún no habría encontrado persona que cambiase tal virtud, tomando en cuenta que en los años en los que Zillah vivía, ser manipulador era considerado una virtud.
El día en que la tranquilidad de aquella chica de sentimientos fríos quebró, fue un poco más complejo que entender y unir las piezas del rompecabezas que la completaba.
Un dia frio del 83, Zillah Cagnvagh se encontraba disfrutando con sus compañeros de clase cuando su atención fue atraída por un sonido desigual, que extrañamente y poco a poco poseía su escuchar. Invirtió más de 30 minutos custodiando esa melodía abstracta en su mente y a pesar de que no recordaba la fecha en la cuál ésta le embriagó, años después recordaba perfectamente el lugar y personas que la rodeaban justo en aquel momento.
Para entonces justo como rayos en una tormenta de invierno, los recuerdos y acontecimientos de esa misteriosa fecha habían invadido su presente.
Agosto 1983, Zillah Cagnvagh se resignó a relatar y describir a sí misma la historia que llevó a la detonación del paroxismo de su frustración.
>>Un día frio de diciembre del 83, dejando que mi vista recorriese el horizonte a su placer, noté dos chispas que se unían, giraban sobre si desprendidas en el aire como si la gravedad no importara. Aquellas luces del tamaño de piedra de luna y brillantes como tal, se retaban una a la otra y creaban la ilusión de danzar al son de una melodía que sólo ellas mismas podrían atender y comprender; una con sus destellos verdes y celestes le brindaba luz a la otra que yacía negra como una noche sin luna.