Cap. 25: Ella

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Iba a decirle algo pero la puerta trasera se abrió de golpe, dejándole el paso a una mujer de pelo color castaño oscuro y tez clara. Sus ojos verdosos decían casi todo de ella: Soberbia.
Casi corrió hasta Luis, quién apenas se había dado cuenta de que ya había ingresado, y le echó los brazos al cuello, para luego besarlo en la boca, demasiado acelerada.
Los ojos de Aitana se abrieron como platos y su mandíbula tocó el suelo. Una repentina furia comenzó a crecer dentro de ella. Apartó la vista, repentinamente asaltada por una ola de furiosos celos.
Las ganas que tenía de arrojarle la taza con agua hirviendo encima eran enormes. Apretó el mango de la taza con más fuerza de la habitual, y justo cuando volteó, Luis intentaba apartarse a la chica de encima. Casi sonrió, pero se mordió los labios.
Al parecer la mujercita no tenía muchas intenciones de dejarlo en paz y Aitana se sentía demasiado molesta como pensar con claridad y decirle algo.

Luis: Evie, Evie… ¿Qué haces? —murmuró él entre dientes.

Evie: Estoy totalmente indignada contigo ¿Por qué no me devuelves las llamadas que te hago?. —le preguntó ella, ignorándolo. Aitana puso los ojos en blanco.

Luis suspiró, parecía un poco harto.

Luis: ¿Cuántas veces te dije que no puedes entrar aquí de esa manera, Evangelina?. -dijo el furioso.

Ella se encogió de hombros.

Evie: No lo sé —contestó y se acercó para besarlo, pero Luis corrió la cara. Se percató de que Aitana seguía allí. Apartó a Evie, y la miró severamente.

Luis: No estamos solos —le susurró, y entonces ella miró a la morena.

Alzó ambas cejas para mirarla de arriba a bajo. Aitana sintió como su mandíbula se tensaba y otra vez su mano apretaba con un poco de fuerza la taza.

Luis: Señorita, ella es Evie —la presentó.

Evie: La novia —puntualizó ella. Aitana asintió y fingió una sonrisa.

Luis: Ella es la señorita Aitana, Evie, la hija del señor Cosme—le contó.

Evie: Oh, ¿enserio? —dijo algo asombrada —No sabía que él señor Ocaña tenía una hija. Nunca me la mencionaste, mi amor —le habló a él.

Aitana miró fijo al chico. Él le devolvió la mirada. Ella apretó los labios y asintió con la cabeza. Así que nunca se la había mencionado.
Matt entró de repente a la cocina, salvándola. Miró a cada uno alternadamente, reparando en la presencia de Evie. Pudo percibir la tensión del ambiente.

Matt: ¿Sucede algo? —habló él. Aitana lo miró y sonrió con ironía.

Aitana: No —musitó ella con rabia.

Luis: Matt, ella es Evie —le dijo.

Aitana: La novia —aclaró Aitana con tono sarcástico. Matt le sonrió a la chica, pero su mirada pronto volvió a su amiga.

Aitana miró una vez más a Luis y negó levemente con la cabeza para luego tomar su taza con firmeza, y sin decir nada abandonar la cocina. Luis la siguió con la mirada.

Matt: Un placer conocerte Evangelina, lindo color de pelo —le dijo Matt y volvió a desaparecer por la puerta.

Luis: se volvió hacia Evie y la miró enojado.

Evie: Que rara la hija del señor Ocaña —dijo ella no percatándose del enojo de su novio.

Luis: Evangelina, te lo he dicho miles de veces, por favor. No lo hagas más, ¿entendiste? —dijo enojado.

Evie: Si, mi amor pero… no me llamas y te extraño —dijo ella haciendo un leve puchero.

Luis: Creo que sabes que trabajo todo el día y si no te llamo es porque no tengo tiempo —dijo con tono molesto aun. Se sentía ridículamente extraño. Aitana se había ido de una manera un poco rara, parecía enojada.

Evie: Si, pero… pero…

Luis: Pero nada Evie, ahora la casa no esta sola. Los patrones están aquí y tienen invitados… Así que de verdad voy a pedirte que te vayas a tu casa. Te llevo si quieres… pero es tarde, así que vamos —le dijo.

Ella asintió y Luis se bajó de la mesada, alejándose. Salió de la cocina y Evie se quedó allí, enojada. Dio una patada al suelo, enfurecida, y gruñó. Odiaba no encontrarlo de buen humor. Miró una vez más la puerta por la que se había ido la tal Aitana, y entrecerró los ojos. Algo le decía que esa ‘estiradita’ le traería varios problemas. Salió de allí, yendo detrás de Luis. Por lo menos pasaría unos cuantos minutos con él, hasta que llegaran a su casa…

***
Luis entró a su habitación y se tiró pesadamente en su cama, colocando sus brazos detrás de su cabeza. Su mente no dejaba de pensar ni un solo segundo. Acababa de llegar de la casa de Evie, la había dejado en la puerta… y había tardado un poco más de lo previsto ya que ella intentaba convencerlo para que se quedara.
Maldita sea, él era un mal novio...
Se había olvidado por completo de la existencia de Evie desde que Aitana había llegado a la estancia. Y se sentía mal por ello, Evangelina era su novia, su compañera. Desde los 19 años estaban juntos, y nunca, nunca le había pasado algo como eso.
Y por otro lado estaba ella, Aitana… la niña de la que él había estado completa y perdidamente enamorado cuando apenas era un preadolescente.
La chica que pensó que jamás volvería a ver en su vida… había vuelto y había traído con ella una caja de recuerdos que lo estaban torturando.
Lo que estuvo a punto de hacer en la cocina, lo desconcertó. Él iba a besarla, si el agua no hubiese silbado el la habría besado. Eso era una locura, una total y completa locura. Aitana era la hija del jefe, de su jefe. Y por ende él tenía que respetarla y mantener sus sentimientos lo más controlados posible. Pero el impulso que lo recorrió había sido mayor que cualquier autocontrol en el mundo entero. Se sintió preso de un sentimiento que nunca había sentido. Tuvo la sensación de que un caballo salvaje galopaba en su pecho, en vez de su corazón.
Y al verla de cerca, sentirla así de cerca, el calor de su aliento había rozado sutilmente su mentón. Eso había sido suficiente para enloquecerlo.
Escuchó que la puerta de su cuarto se abría y su madre entraba por ella. Belén lo miró y con cuidado se acercó a él, para recostarse a su lado como lo hacía siempre, cuando veía que a su hijo algo lo perturbaba.

Caballo Salvaje (Aiteda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora