La inmensa cantidad de faros destellantes en el cielo se mantienen vivos como si nunca hubiese sucedido nada, pero ante la aparente tranquilidad, yace el cadáver de una civilización aplastada por una fuerza incomparable, cadaver del que yo también soy parte.
¿Quién iba a preparar a todos nuestros pueblos ante la hecatombe que se nos vendría encima?, quizás, si no hubiésemos estado rodeados por una inmensidad de estrellas cuya luz opaca todo, hubiésemos podido hacer algo frente a tan terrible destino. Algo tan simple como habernos expandido hacia un universo que era mucho más grande de lo que la luz de las estrellas nos permitía pensar.
No sé cuánto tiempo más pueda aguantar mi condensador de presión atmosférica antes de que sucumba y el entorno haga reventar la fuerte acumulación de gases que componen mi ser. Si, gases... Eso es lo que soy... Eso es lo que fuimos todos los cananeos... Al menos hasta que nuestra mente pudo evolucionar lo suficiente como para diseñar un mecanismo que permitiese mantener nuestra estructura molecular incluso en las distintas presiones que las regiones más allá de nuestro gaseoso cielo nos permitía ver.
Así empezamos, como seres primitivos que se movían al compás de las corrientes formadas por las tormentas que llenan la basta atmosfera de nuestro planeta hogar. Para nuestros captores, jamás hubiese sido posible que entre la violenta atmosfera, y la ausencia de superficie, en un gigante gaseoso, surgiesen formas de vida capaces no solo de adaptarse a su medio, sino incluso, hacerlo suyo.
Toda nuestra historia, nuestras leyendas, nuestros héroes, y nuestra odisea más allá de nuestra cuna, todo... Absolutamente todo... Surgió de entre la brusquedad y la violencia del azar, entre nubes inmensas de tormenta. Puede parecer loco, pero pensándolo bien, tiene sentido pensar que de entre toda esa mantra de químicos circulando entre corrientes de electricidad, pudiesen formarse circuitos primitivos, porque eso fuimos en un primer momento. Entidades que cosechaban su alimento de las ardientes tormentas eléctricas, y que se movían al compás de las corrientes, casi como si estás fuesen la flecha misma del tiempo.
¿Y si nos hubiésemos quedado allí?, ¿Cómo simples bestias de gas alimentándose por los siglos de los siglos?, quizás eso nos hubiese salvado de caer ante las garras del tirano, pero realmente no puedo afirmar que ese destino hubiese sido mejor que el que tenemos ahora. Tarde o temprano, habríamos saturado la atmosfera, y con ello, llegado a nuestro final, de la forma más aburrida posible.
Hoy tal vez solo queden ligeros vestigios, pero me alegra el poder decir que al menos, nuestra civilización logró darse cuenta de su propia existencia, y de que existía algo más allá de la abismal ausencia de gas a la que se llegaba si se ascendía indefinidamente. Fue de hecho, con la salida de nuestros primeros colonos fuera de nuestro propio planeta, que realmente pudimos empezar a considerarnos una civilización. Pero nuestra desgracia fue pecar de no continuar rompiendo barreras...
Ese basto y colosal mundo de gas en el que nacimos, resultó orbitar una de otras miles de estrellas condensadas en una región de espacio diminuta, astronómicamente hablando, lo que nos nubló la vista ante la inmensidad aún mayor que se podía encontrar más allá, y nos hizo pensar que vivíamos en un universo pequeño, formado por unos pocos miles de soles. Un universo hecho para que nosotros lo dominásemos, y con ello, se nos uniese a nosotros una parte tan vital que pasaría a ser parte de nuestra especia casi como de forma natural: El condensador de presión atmosférica, que no solo permitía mantener nuestras entidades gaseosas en perfecto estado, sino que también nos daba una nueva entidad corpórea, que nos permitía sentir la realidad desde el plano sólido, tal y como suelen hacer los creadores de nuestro verdugo con lo que llaman "Cuerpos".
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El Exterminio de Canaán
Science FictionHay civilizaciones cuya existencia es como una vela: En algún momento se apaga, por su propia autodestrucción. Otras, son arrasadas por otra civilización más poderosa. Pero otras, como los cananeos, han de sufrir la ira de una deidad...