Me encuentro una maleta...

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Corría septiembre, en una puerta de embarque. Estaba nerviosa porque era mi primera vez en subir en un avión, pero observo y alguien, cerca de mí, se halla todavía con más miedo, observando a un lado y a otro, mordiéndose las uñas. Estará esperando a su marido, pensé yo. Subimos al avión todos los pasajeros y ella, sola, se sienta a mi lado -me tocó ventanilla, qué suerte-. Su mirada era ya esperanzadora, pero con un toque de tristeza y ternura. Era preciosa, ojos color miel, pelo negro como el carbón y una piel cobriza que relucía. La observé durante solo unos segundos, pero fueron suficientes para saber que, detrás de ese cuerpo, algo quería salir. No intercambiamos ni una palabra durante el viaje, se la veía ausente. Pasó una hora y media cuando el tripulante nos dijo que nos abrocháramos los cinturones, Suecia estaba al caer. El aterrizaje fue de película, la gente aplaudiendo y un bebé llorando, era su hora de comer. Bajamos del avión y perdí la pista de Amara –le puse yo el nombre de Amara porque su vibración era el paraíso y preciosa sin más, de esas que su esencia se vuelve eterna, que por mil caras con las que te cruces, ninguna tendrá el impacto que tiene la suya-.

Ya con mi maleta salí del aeropuerto, un taxi me esperaba para acercarme al hotel. Eran las 22.00, no tenía ganas nada más que de una buena ducha y un poco de Neruda para descansar del vuelo. Abro la maleta y para sorpresa, no era mi maleta, lo que me faltaba. Busqué dentro de la maleta y vi una carta que ponía "Para ti, pequeña", no estaba cerrada y yo necesitaba información así que la leí. Mis ojos brillantes y abiertos como platos reflejaban cómo me sentía en ese instante. Era una carta de una madre donde se podían leer las lágrimas con las que se había escrito. Esta le daba su apoyo al huir de su padre y le confesó que ella estaba enamorada de su única amiga, Janaan, la madre no quería al padre, solo amaba el vínculo que les unía, Hafsa. El padre la estaba torturando por confesarle su orientación sexual, Hafsa era homosexual. ¿Será Hafsa mi Amara?, pensé. 

Me dormí leyendo "Queda prohibido", qué ironía después de haber leído esa carta. Me levanté a las 08.00, guardé todo en la maleta y me dirigí al aeropuerto. Allí estaba mi Amara, con mi maleta, nos habíamos equivocado las dos. Qué bonito destino, pensé, pero a ella no se la veía nada contenta. Me dirigí hacia a ella con una sonrisa y ella me respondió con la misma, me estaba haciendo ilusiones, una vez más, y me estaban quedando preciosas hasta que llegó un coche negro con cristales tintados. Hafsa, mi Amara, cogió su maleta y salió corriendo. Yo no entendía nada, ¿cómo iba a ser su padre?, ella no estaba en su país, nadie sabía nada de su fuga más que su madre y ella no la traicionaría por nada así que fui en busca de ella. Por suerte, la encontré y me contó qué sucedía y digo suerte porque gracias a eso, hoy, 17 de agosto, Hafsa, o como a mí me gusta llamarla, Amara, es mi mujer. Amara huía de su padre y sus tíos cuando yo la encontré, ella huyó dejando claro quién era y por y contra quien iba a luchar, se armó de valor con sus 19 años y mi guerrera, fue contra todo y a por todo.

A día de hoy, a estas horas, se encuentra en un colegio impartiendo lecciones a los más pequeños contando su historia gracias y junto a su madre Kala.

Mi MaletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora