Ceraticosas 1

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Por fin. Por fin una pausa en esta semana de mierda para hacer lo que más me gusta: pensar estupideces relativamente coherentes. Como hoy día me siento bien, voy a hacer algo realmente destructor de mentes.

(Saco mi libretita en la que, a veces, escribo las estupideces que pienso o invento. Esta vez, es solo un "punteo" de lo que realmente quiero expresar).

- Préndeme, sácate, llévame a un lugar con parlantes por favor, lo necesito. Quiero relajarme y poder hablarte tranquilo. Que no nos importe el ruido, los vecinos o nuestros oídos, no es momento para ser cobarde le dijo él, un poco inquieto.

- Tal vez lo más suicida sea decirte la verdad... no tengo parlantes en mi casa, de hecho, ahora odio la música -le dijo ella.

- De que desastre me salvé, pensó él.

- No me importa tu música, vamos, el silencio no es tiempo perdido. Acompáñame a mi casa para hablar de lo que quieras hablar, si lo consideras realmente necesario...

- Ok, te acompaño -dijo él-, pero con una condición: todo lo que hablemos quedará entre nosotros. Nadie puede saber que estuve contigo. Ah, casi se me olvida, tengo mucha hambre y necesito comer algo.

- Vamos, pues, yo tengo comida y bebida...

(Salen rumbo a la casa de ella. Caminan un poco y ella se detiene frente a un supermercado).

- ¿Qué haces? –le pregunta él.

- Si me disculpas –responde ella, tengo que comprar comida y bebida. Acabo de recordar que no tengo nada.

- No te alcanza con improvisar, el descaro baby es parte de la diversión... -ríe él, como si nada hubiera pasado.

- Conozco esa frase... es de Cerati –respondió ella riendo.

- ¿Quién es ese?

- ¿Es en enserio?respondió ella.

- Cecilia, ¿aun te sorprende el ruido del mundo? –dijo él, un poco inquieto.

- ¿Qué clase de pregunta es esa? –respondió Cecilia.

- Ya sabes, lo clásico: pueblo chico, infierno grande... los rumores de mi muerte se esparcieron tanto que tuve que hacerlo...

- ¿de qué mierda me estás hablando?

- Tráeme la noche, Cecilia, no puedo estar despierto más sin verla.

- Esa no es tuya Gus...

- Amo tu lucidez, leo tu desnudez... te quiero muchísimo Cecilia, pero tuve que irme lejos de casa. Poder decir adiós es crecer, dicen por ahí...

- Si adelanté, no me hagas caso, a veces no puedo con la soledad.

- No es por ti Ceci, vos sos el paisaje más soñado. Es más, pensándolo bien, sé que siempre supe el desenlace. Me pasé la vida imaginándote.

- Gustavo, ¿Qué está pasando?

- Bailo brotado de ilusión... sueño tibio para los dos. Cecilia, no soy real, nada de esto es real. Estamos en un sueño muy largo.

- ¿Cómo es que hablamos?, entonces.

- Tal vez me engañé, y es el riesgo de correr, Cecilia, jamás deberíamos haber estado juntos. Me apresuré, fundí mis naves junto antes de la explosión.

- Pero Gustavo tu siempre me dijiste que del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer, ¿Qué está pasando ahora?

- En llamas me acosté y en un lento degradé, supe que te perdí. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Ya está, Ceci.

- Ahora sé lo que es perder... -Cecilia, con lágrimas en los ojos.

- El fin de amar es sentirse más vivo, Cecilia, la verdad es que ya no te amo y por eso me fui. Así son las cosas, preferí callar a esta hora de la vida, es lo mejor.

- Desordené átomos tuyos para hacerte aparecer, Gustavo, por favor, un día más, un día más. Cuando te busco no hay sitio en donde no estés.

- Espera, no te enojes esta vez, lo vi venir. Ya no aguantaba más Cecilia, si aprendemos la lección, sabrás que al fin, el misterio es contradicción.

- Pero Gus, todavía queda tanto por decir...

- No me voy, me quedo aquí. –termina Gustavo.

Ceraticosas 1Where stories live. Discover now