Prólogo.

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Richard recuerda vagamente su niñez, en ocasiones cómo algo feliz, pero de vez en cuanto un poco confuso. Pero bueno, es algo entendible considerando que él ya roza la etapa de la adultez en sus veintidós años; pero aún así siente un poco de nostalgia cuando recuerda cuándo su madre le arropaba y le daba un beso en la frente antes de susurrar "dulces sueños, cariño."

Ahora eso es un momento lejano. Esas situaciones no ocurren más en su vida. Sólo es ver por las noches el techo de su habitación cómo si pudiera encontrar algo de sumo interes entre las manchas de humedad que adornan la blanca pintura.

No, tampoco es un depresivo o un perdedor en busca de atención, simplemente extraña los momentos en el que su hogar ―si es que aún puede llamarlo así― desprendía un aura cálida. Ahora solo silencio adorna cada parte de la gran casa.

Cierra los ojos, tratando de recordar aquéllos momentos de felicidad, dónde su padre siempre le reñia por sus travesuras, cuándo su madre reía de sus pequeños logros y le besaba la mejilla o también las ocasiones en las que corría por todo el vecindario al lado de sus amigos.

"Amigos" dicha palabra le trae escalofríos al cuerpo, porque de inmediato la conecta a cierta persona. Una niña de su infancia para ser exacto y verdaderamente quisiera dejar ese recuerdo bien cerrado en su caja de nostalgia que enterró en el jardín.

―Paula Robinson... ―susurra y nadie le escucha, pero aún así su garganta siente un nudo y no puede evitar cerrar los ojos con fuerza― ¿qué fue lo que te pasó?

Y hoy, después de casi catorce años, sigue siendo un misterio.

Detrás del tejado. |Original|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora