Te espero

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Hoy ha sido un buen día.

Esta mañana, desperté con tanta energía que prendí la pequeña televisión de la cocina para encontrarme con un programa de concursos en lo que preparaba unos sándwiches para mí y mi mamá. Mientras limpiaba la encimera alcancé a escuchar cómo los participantes peleaban por encontrar a su pareja ideal a través de retos y citas por medio de la televisión.

«Qué tontería, así no funcionan las cosas»

Subí a la alacena para alcanzar los manteles que rara vez veían la luz del día y los coloqué en la mesa. Aunque mi papá estaba de viaje y mi hermano en la universidad, era bastante especial la oportunidad de compartir el desayuno con mamá. Rara vez coincidíamos en un sábado.

—¿No trabajarás hoy? —le pregunté una vez que nos sentamos y agradeció mi gesto de preparar el desayuno.

—Probablemente en la noche —dijo, con mucho cansancio en la voz—. Podríamos hacer algo esta tarde —añadió con una sonrisa.

Hace algún tiempo, la propuesta me hubiera parecido un tanto extraña. Ahora, por fin las cosas estaban cambiando.

—Claro. —La miré con cariño y di una mordida a mi alimento—. Tengo mi cita a las 12, no creo regresar muy tarde. 

Respondió con otra sonrisa y un asentimiento de cabeza.

Terminando de desayunar regresé a mi habitación para vestirme y arreglar mi cabello. Me puse unos pantalones blancos para hacerle juego a mi blusa y recogí las llaves del auto.

Una vez en el consultorio, todo fue tan rápido que salí con una sonrisa. La doctora fue tan amable que casi me hizo olvidar que, a partir de ese momento, tendría que usar lentes por el resto de mi vida. Sin pensarlo dos veces, elegí probar los de contacto con la esperanza de no sacarme un ojo en el proceso.

—Sería conveniente que compraras estas gotas —dijo la doctora, escribiendo en la computadora aquello que supuse sería la receta. Cuando terminó, una hoja salió de la impresora, misma que me fue entregada—. Con respecto a los lentes —añadió, poniéndose de pie y armando su camino hacia un gabinete en la esquina del consultorio. Después regresó al escritorio y me extendió unas pequeñas cajas alargadas—. Manejamos estas tres marcas, puedes elegir uno y pasar a pagarlo en recepción junto con la consulta.

—Muchas gracias —respondí mientras tomaba la que mejor me había parecido, aunque mi decisión se hubiera basado puramente en el color de la caja. La azul era la más bonita. ¿En qué más podía fijarme cuando no sabía asolutamente nada acerca de lentes de contacto?
Me despedí con una sonrisa y salí al pasillo.

La sala de espera era bastante amplia, pues albergaba a los pacientes de, por lo menos, otros tres doctores. Me dirigí a recepción, donde fui recibida por una chica pelirroja bastante amable.

—Lo siento, creo que no traigo billetes más chicos. —Me disculpé mientras contaba el dinero que me había dado mi mamá y se lo entregaba.

—No pasa nada —respondió la chica y se puso de pie—. Últimamente no nos dejan nada de cambio aquí en caja —añadió—. Ya sabes, la seguridad y todo eso.

Entonces salió del mostrador.

—No tardo —afirmó, abandonando la pequeña salita—. Alguno de los doctores debe tener —señaló mientras seguía caminando—. Puedes tomar paletas, si quieres. —Volteó sonriendo antes de desaparecer tras una puerta.

En lo que esperaba, hice caso a su ofrecimiento y agarré uno de los dulces rosas.
Como tardaría un rato, decidí recargarme sobre el mostrador por unos minutos. Sin embargo, fue más rápido de lo que pensé.
De pronto, un chico alto se acercó a mí con decisión, extendiéndome algunos billetes y una amable sonrisa. Probablemente sería un joven doctor o algún asistente. Por lo tanto, tomé el dinero y devolví su gesto.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2018 ⏰

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