La Niña, que Cantaba a las Estrellas

167 11 4
                                    


La Niña, que Cantaba a las Estrellas:

- ¿Que-e dónde ee-stamos? -
- En mi mundo - Esa sonrisa me congeló por dentro...

Las personas tendemos a clasificar todo en 2 grupos, blanco o negro, dulce o salado, vida o muerte, noche o día... Esto no es malo, de hecho, estamos diseñados de esa forma, como seres vivos en mucho más sencillo entender el mundo que nos rodea de esta manera. Lo que muchos no notan es que existe una gama de grises, más bonita que todos los negros o blancos por separado.

Y lo que deberíamos todos saber ya, aunque desgraciadamente muchos no lo entiendan es que lo mismo pasa con las personas, que cada una es diferente e inclasificable por mucho que eso le facilite las cosas a nuestro limitado cerebro.

Por esto mismo, a lo largo de nuestra corta existencia trataremos inconscientemente de adivinar cómo nos caerá una persona, dependiendo de lo que nos puede aportar. Y claro, normalmente lo conseguiremos sin ningún problema, para esto estamos entrenados, pero esto siempre no es así: el destino guardó para nosotros unas limitadas personas que nos harán replantearnos todo lo que sabemos, y es que esto no siempre es para bien, pero bendito destino que para mí guardo la más especial de las sorpresas.

Esta bendición en forma de preciosa niña es ni más ni menos que la misteriosa niña que cantaba a las estrellas.

Todo empezó un día más de clase, pasaron las primeras horas y sonó el timbre. Como cada mañana salimos a jugar al recreo, y como cada día allí estaba ella, en la misma esquina del patio que estaba habitualmente, ella siempre llevaba una máscara que ocultaba su identidad, nadie la había visto realmente jamás, algunos decían que era porque no le agradaba su aspecto físico, y aprovechaban esto para reírse de ella. Siempre estaba allí, sin falta con su máscara misteriosa, probablemente pensando en cosas que ni nos imaginábamos, pero tampoco podía ser tan interesante ¿no? Nadie sabía mucho sobre aquella misteriosa y solitaria niña, pero era a la vez ese misterio el que creaba curiosidad sobre ella, al menos para mí.

Por desgracia esa misma soledad que la hacía tan interesante para algunos, era objeto de burlas para otros. Y tristemente, no sé si llevado por el impulso de hacer lo mismo que el grupo que nos trae esta sociedad, o simplemente por pura estupidez, decidí hacer un comentario inapropiado sobre ella sabiendo que ella estaba allí para escucharlo. Porque todos sabemos que ojos que no ven corazón que no siente, pero por desgracia, nuestra salvaje naturaleza nos hace preferir que el corazón ajeno sufra para satisfacer el nuestro. De este acto me arrepentí nada más volver a mi tan solitaria vida fuera del colegio, como es la que ella tenía dentro. Pero tal vez juzgue mis actos demasiado pronto, porque sería ese primer, no muy oportuno, contacto el que haría florecer lo más importante de mi vida. Pero raramente en ella parecía haberle afectado especialmente, y es que, aunque yo aun no la conocía, note que parecía más afectada de lo que alguien acostumbrado a ello debería estarlo.

Ella solía vengarse de los que le hacían daño mandándoles cartas en anónimo. Se reía de ellos, al ver como en vano intentaban adivinar quien era la emisora de aquellos curiosos mensajes. Siempre se las ingeniaba para crear falsas pruebas que acabasen incriminando a otro alumno. Nunca fallaba, siempre lograba su objetivo; al fin y al cabo, para ella era fácil actuar con tal frialdad ante la gente, solo eran seres que trataban de dañarla, y es normal, es lo que había vivido.

Obviamente, como era de esperar la próxima vez que fui a mirar el correo allí estaba, una carta con un sello de cera roja, marcada con tres interrogaciones. No sabía quién podía ser esta vez quien enviaba las cartas, y es que al no saber que siempre era la misma persona todos pensábamos que era algún tipo de rara costumbre entre nosotros, aunque realmente todos sabíamos que no lo habíamos hecho, pero ¿Quién iba a creerte? Al abrir la carta empezaba como todas estas curiosas cartas, así que me esperaba lo de siempre: insultos y falsas incriminaciones, que no me llevarían a ninguna parte. Pero extrañamente, esto no fue lo que encontré...

La Niña, que Cantaba a las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora