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Despierto de mi maravilloso sueño cuando un rayo
de sol ilumina mi rostro a través de la ventana semi
abierta que deje anoche junto a la cama, y estiro los
brazos y piernas haciendo que mis músculos
pierdan la pereza y me ayuden a tener un buen día.
Alargo el brazo alcanzando el Iphone sobre la
mesita de noche a la izquierda de la cama para ver
qué tan temprano he despertado. Observo la
pantalla y son las 7:45 A.M. Solo tengo una hora
para llegar al trabajo temporal que tengo como la
servidora de café de mi padre, es decir; su asistente
hasta que aparezca una candidata calificada y
dispuesta a ocupar el puesto.

Dormí una hora
demás ya que me quedé hasta tarde llorando por
dos horas viendo Titanic, mientras comía diez
onzas de helado de vainilla con fresas troceadas, esto de ser sensible a escondidas no me gusta para nada.

Pongo la cafetera con café orgánico en la hornilla
de la estufa y voy al baño. Me despojo de la
cómoda bata rosa de mangas largas Tomy Hilfiger y mis bragas blancas de abuelita. Cepillo mis
dientes, entro en la bañera tomo una ducha de agua
tibia y salgo envuelta en una toalla blanca del baño
hacia la cocina. El sonido de la cafetera y el olor a
café invade el departamento; me sirvo una taza con
un poco de leche descremada y la voy tomando
mientras me dirijo al closet a buscar un atuendo.

Opto por unos vaqueros con rotos en los muslos y
un Sweater gris oscuro, doblo un poco las mangas
dejando visibles mis muñecas frágiles cubiertas por
un fino vello corporal apenas visible. Voy de vuelta
a la cocina y envaso el resto del café en el vaso
térmico color azul para llevarlo a mi padre quien
ahora es mi jefe. Suelto la cola de caballo en mi
cabeza y me peino el cabello con el peine de
dientes muy apartados, está un poco esponjado pero
no le doy importancia porque el cabello no es
importante para mí. Tomo mi cartera donde ya he
depositado el termo y tomo la carpeta púrpura con
los diseños que me encargo mi maestro de dibujo
como tarea.
Esta tarde tengo clases en la universidad. Llevo dos
años estudiando diseño de interiores y no tengo
ninguna prisa por graduarme. Tengo la matricula totalmente cubierta, recibo una mesada de mi padre
con la que me es suficiente para pagar la renta y
mis necesidades básicas.
Quise optar por un empleo pero mis novios se
negaron porque ellos creen que solo debo estudiar y
ser consentida por ellos. Son encantadores,
protectores y tiernos, los amo y ellos a mí. No
puedo ser más afortunada en cuanto al amor se
refiere. Soy la feliz novia de un par de gemelos
hermosos ricos y exitosos que llenan
completamente mi vida, no necesito nada más.

Salgo del pequeño edificio contoneando mis
caderas, feliz como lo soy cada día hace ya dos
años, y camino unas cuadras hasta tomar el metro.
La voz masculina que sale de alguna parte me
indica que estoy en la estación en la que debo
quedarme y obedezco a la voz en el alta voz.
Camino entre la multitud sin estrés alguno por el
hecho de que todos me empujan y pisan mis pies.
Tomo aire y continúo subiendo las escaleras fijas
ya que las eléctricas están muy congestionadas y
prefiero no tener que ir como sardina junto a la
gran cantidad de peatones allí.

Salgo a superficie y el aire fresco azota mi cara, sonrío ante el alivio y
la libertad que siento en este momento al salir de
ese montón de personas. Noto las miradas sobre mí
mientras camino en la acera hacia el edificio
profesional donde tengo el puesto de asistente
personal, hasta que se contrate a alguien que ocupe
el puesto. No sé qué me ven hoy, luzco como
siempre; con mi piel entre mulata y bronceada, mi
cabello castaño hasta los hombros y mis rasgos
asiáticos.

Los ignoro.

Llego a mi trabajo en la torre empresarial de quince
pisos y la oficina de Papa está en el quinto. Entro al
ascensor y uno de los inquilinos está allí.
¡Mátenme!
-Buenos días Ariana.-Me dice Jack, el señor
moreno y panzón del cuarto piso, nunca me ha
gustado como me mira.
-Buenos días.-Sonrío cortés e hipócritamente,
suplicando que el ascensor llegue a mi piso.
-¿Cómo estás?

Tómame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora