Despertar

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Una silenciosa oscuridad envolvía mi cuerpo y por más que tratara de librarme de ella resultaba inútil.

A tientas y moviendo mis manos me percaté de que me encontraba encerrado en un pequeño espacio, como si estuviera dentro de alguna especie de caja. Rasqué y golpeé nerviosamente la parte superior de esta hasta que finalmente cedió y una gran cantidad de lo que parecía ser tierra empezó a caer sobre mí, llenando a su vez el sitio donde me hallaba. Poco a poco y haciendo un gran esfuerzo fui abriéndome paso hacia arriba hasta que una brisa de aire fresco acarició mi mano. Libertad al fin.

Escupí la tierra que había tragado y a duras penas conseguí salir por completo de aquel agujero en el suelo. ¿Cómo demonios había ido a parar yo ahí abajo? Pero con lo que realmente me sorprendí fue al observar el sitio donde me encontraba: se trataba de un cementerio, y el lugar del que yo acababa de emerger no era otra cosa más que una tumba. En ella, una lápida adornada con la siguiente inscripción me daba la bienvenida de vuelta al mundo:

Thomas Black

11/12/1999 – 01/08/2017

Aunque ahora que me paraba a pensar no recordaba nada sobre mí mismo, no tenía duda alguna de que aquel era mi nombre. Esto entonces significaba que yo estaba... ¿muerto?

Me incorporé y corrí hacia un pequeño charco que se había formado en el camposanto, y con ayuda del resplandor de la luna observé mi reflejo en el agua. Mi piel casi brillaba de lo blanquecina que estaba, portaba unos ojos rojos como si estuvieran inyectados en sangre y para colmo se me habían desprendido algunos trozos de piel... Habría jurado que estaba contemplando un cadáver de no saber que se trataba de mi persona. Ni siquiera respiraba ni tenía pulso, ¿qué se supone que había pasado conmigo?

Golpeé el agua asqueado por aquella visión y de pronto una luz apuntó a mi espalda. Una voz masculina emergió de su procedencia:

- ¡Eh!, ¿se puede saber qué diablos hace un crío como tú de noche en un sitio como este?

Supuse que se trataría del guarda del cementerio. Cuando levanté la cabeza para mirarlo pude ver como su rostro empezaba a dibujar una expresión de auténtico terror.

- Oh Dios mío...- dijo con un hilo de voz.

Me levanté, salí corriendo hasta que lo perdí de vista y me sumergí en las oscuras sombras de la noche.

Dos días pasaron desde que surgí de aquel agujero en el suelo, hasta ahora me había limitado a vagar por callejones oscuros de la ciudad debido al temor de encontrarme a alguien. La expresión de espanto que me dedicó aquel hombre era suficiente para saber que no iba a ser aceptado ahí fuera, ni siquiera yo era capaz de hacerlo conmigo mismo. Cada vez que veía mi reflejo en alguna parte me daba escalofríos.

¿Había vuelto a la vida? Y de ser así ¿por qué?¿cómo? ¿Y en qué demonios me había convertido? Esas cuestiones no dejaban de dar vueltas en mi cabeza sin parar.

Con el pasar de los días me di cuenta de que no necesitaba dormir, ni siquiera pasaba hambre o sed. Simplemente me movía, no era más que un saco de carne descompuesta con la habilidad de andar, sin metas ni objetivos ni razón alguna de vivir.

No sé cuanto tiempo estuve vagando por aquellas estrechas penumbras pero finalmente decidí no hacerlo más, me desplomé boca abajo en el sucio pavimento y cerré los ojos. Solo quería dejar de pensar, volver al acogedor lecho del que había surgido y abrazar nuevamente a la amiga parca.

- Oye muchacho, ¿estás bien?- tras mucho tiempo, una voz ronca llegó a mis oídos.

Un anciano me miraba con gesto de preocupación, su larga y sucia barba blanca más los harapos mugrientos que vestía me dieron a entender que se trataba únicamente de un vagabundo que pasaba por la zona. Volví a cerrar los ojos.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2018 ⏰

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