De repente un fuerte dolor en la zona de la vejiga lo despertó. Había estado bebiendo toda la noche y era comprensible que eso pasara; sin embargo, no podía dejar de maldecir a su cuerpo por despertarlo en medio de la noche. Si hubiese sido en algún día en el que dormía sólo, no le hubiese preocupado, pero ahora estaba compartiendo la cama con un amigo que se había quedado a dormir, y otros tres que descansaban plácidamente en un colchón bastante amplio que habían dispuesto en el suelo. Iba a ser un tanto complicado atravesar la habitación para llegar a la puerta, y una vez ahí dirigirse al baño que estaba cruzando el pasillo sin pisarle la cabeza a alguno de sus compañeros. De igual manera, iba a ser mucho más vergonzoso si se orinaba encima, así que no lo pensó mucho más y se levantó.
Por una pequeña rendija de la ventana se colaba un rayo de luz de luna, que le bastó para distinguir los cuerpos de sus amigos. En ningún momento sintió como que había pisado algo similar a una cabeza, así que no se alarmó. Lo venía haciendo bien.
No le llevó mucho tiempo llegar hasta el baño, y luego de unos segundos por fin se sintió aliviado, lo malo era que como había encendido las luces, sus ojos ya se habían acostumbrado a éstas, por lo que después le costaría distinguir las siluetas en el suelo de los otros chicos.
Dejó de pensar en eso y abrió la canilla para lavarse las manos. Hasta ese momento, no se las había visto y se sorprendió al descubrir que las tenía manchadas con algo similar a la sangre, que luego de fijarse bien resultó que se trataba de ese líquido rojizo. Un tanto desesperado, revisó todo su cuerpo en busca de algún corte o lastimadura que hubiera producido ese desastre, pero para su asombro todo se encontraba en perfectas condiciones. Quizás no era su sangre, sino la de su amigo que había dormido con él toda la noche, así que de manera apresurada se limpió las manos e intentó abrir la puerta para ir a ver si estaba en lo cierto. Si bien recordaba haber dejado la puerta sin llave, ésta se encontraba trabada y le resultaba imposible abrirla de ese modo. Comenzó a desesperarse, golpeaba la puerta y llamaba a sus amigos por el nombre, aunque luego de unos cuantos minutos se dio por vencido.
Buscó con la mirada alguna alternativa para salir. En la pared paralela a donde se hallaba la puerta había una pequeña ventana; sin embargo, se encontraba en el segundo piso de la casa y en el suelo se ubicaban unos arbustos espinosos plantados por su padre, cuando compraron la casa, para "defenderse" de las entraderas en medio de la noche. La otra alternativa era intentar subir por el tragaluz que afortunadamente se mantenía cerrado sólo con una traba y no con algo peor como tornillos o pegamento, además, no estaba muy elevado y sería más sencillo trepar que luego recuperarse de un golpe doloroso contra aquellos arbustos. Quizás era porque estaba muy ebrio, pero esa le pareció una buena idea
Al principio intentó llegar a él saltando lo más alto que podía, pero no era suficiente. No le quedó más opción que subirse a unas estanterías bastante frágiles donde solían dejar los artículos para baño, pero éstas fueron suficiente para poder desprender la traba. Agotado por el esfuerzo, sus piernas empezaron a temblar y se dejó caer involuntariamente, produciendo un ruido seco que hizo su espalda al chocar con el duro y frío suelo de cerámica.
Sus ojos se cerraron por un instante y los volvió a abrir. Pudo notar una sombra en el tragaluz, una sombra que parecía humana y despertó en él una sensación de miedo inigualable. Giró su rostro espantado en dirección a la puerta, y se asombró al descubrir que estaba abierta así sin más, como si nada de lo que hubiese pasado minutos atrás fuese real. Se levantó de manera cautelosa y se asomó al pasillo, al parecer todo estaba normal.
Caminó con mucho apuro hasta su habitación, donde allí sacudió al amigo con el que compartía la cama. Al tocar su hombro sintió el tacto de la sangre, por lo que no pudo evitar encender la luz. Estaba desesperado.
Lo que comprobó al iluminarse la habitación terminó de espantarlo por completo, parecía una completa carnicería. Sangre y vísceras esparcidas por las paredes y suelos adornaban la postal, los cuerpos de sus amigos estaban desparramados por el colchón y la cama, teñidos de sangre y con expresiones de terror absoluto en el rostro. El arma homicida, un cuchillo con el que su madre solía cortar las verduras, se hallaba en la mesa de luz.
Era increíble como unas bebidas lograron hacerle perder la cabeza, al final no había sido un simple sueño.
FIN.