Capítulo Único

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Miradas hacia abajo. Eso es todo lo que veo en las calles mientras camino, todos tienen la mirada fija en su celular, niños, ancianos; una atmósfera gris cubre toda la ciudad, los colores son muy tenues, hay que esforzarse para reconocerlos, es cómo si todo fuera blanco y negro.

Los grupos de amigos, para hablar entre ellos, se mandan mensajes de texto, a pesar de que estén frente a frente, para pedirle un chocolate al kiosquero, cargar la Sube, comprar yerba, todos se manejan por mensaje, incluso las parejas, familia, amigos, para demostrarse cariño, ya sean abrazos, besos, roces, se envían emojis e imágenes, nadie se habla, siempre hay un silencio abrumador que envuelve mi alrededor.

En los colegios, incluso en el mío, si quiero jugar a las cartas con mis compañeros, se realiza en un servidor online, ya no comparto galletitas, dulces o anécdotas con ellos de una manera más personal, es todo tan frío, robótico, automatizado. Los maestros nos mandan sus clases, explicaciones, teoría, powerpoint por mensajes y videos, ya no siento esa interacción tan única y especial que se puede dar entre alumnos y maestros, ya no siento como es compartir con alguien mayor en un ámbito más personal.

Agobiada por esto, decido ir al baño, en serio necesito un respiro, siento que mi salón de clases me sofoca, necesito pensar bien lo que tengo en mi mente.

Prendo mi celular y lo desbloqueo, mis rubios cabellos caen sobre mi cara, me los acomodo para que no me estorben a la vista, posteriormente, escribo lo que tenía pensado en buscar.

En el baño no tengo buena señal, por lo que decido directamente salir del colegio, total, no van a notar mi ausencia.

Camino por diagonal 74, donde hay muchos locales de comida a los cuales solía ir con mis amigos antes de esta catástrofe, comida rápida, bares, heladerías, todos esos recuerdos quedan atesorados en mi memoria.

Abro el diario ''El Día'', en una nota muy antigua donde sobre el místico ''Corazón Mariposa'', un artefacto legendario, con un poder inmenso, capaz de concederle un deseo a cualquier mujer que pueda poner sus manos sobre él, todo a cambio de utilizar el cuerpo de quien pida el deseo como recipiente, para seguir latiendo, matando a quien lo use.

Lágrimas corren por mis ojos mientras me dirijoa la catedral, lugar donde yace el susodicho artilugio, soy completamenteconsciente de que moriré al pedir mi deseo, pero al caminar, veo a los niños,amigos, familiares hipnotizados por ese objeto, aislándose de la sociedad, la vida, la infancia y recobro el sentido, mi propósito con este deseo.

Tanto pensar me hizo darme cuenta que me encontraba ya en Plaza Moreno, al frente de la catedral, una hermosa estructura construída hace ya años, siento como mis piernas empiezan a temblar de los nervios, mi pulso se acelera, mi respiración se entrecorta, pero aún así acelero el paso y entro a la catedral.

En ella se encontraban varias monjas, que, extrañadas de escuchar el ruido de la puerta, voltean a verme con temor, pero después de unos segundos, me miran con más atención y sonríen, es una sonrisa macabra, ya saben que estoy por hacer y no lo van a impedir.

-''Siento tu vínculo a ella, vení, pasá, te ayudamos a subir''

Una de ellas agarra mi mano y sube conmigo al altar, con cada paso que doy siento su aura maligna, pero a la vez tan pura, me rodea, no hay vuelta atrás.

Mi corazón empieza a latir rápidamente, empiezo a sudar, mis pupilas se dilatan, tengo miedo a pesar de estar segura de lo que voy a hacer, mis palabras no salen, titubeo al principio, pero me pongo a pensar en mis amigos, mi familia, las generaciones futuras y sin pensarlo, las palabras salen de mi boca:
-''Corazón Mariposa, deseo que todo vuelva a ser como antes, quiero escuchar a los chicos correr por la plaza mientras ríen, que los ancianos hablen de su pasado con sus nietos, que los maestros vuelvan a ser como antes, a hablarnos, a enseñarnos como se debe, quiero ser capaz de escuchar como las personas son felices, que tengan una vida natural!''

De repente, ese aura se desvanece totalmente, veo como él sale de su cuerpo, dejándolo en el suelo, como a todas sus huéspedes. Se dispara rápidamente hacia mi pecho, atravesando mi piel, no siento dolor y tampoco me sale sangre, noto como se acomoda dentro mío, en donde está mi corazón.

Unos segundos después, veo los colores, veo como todo cobra vida de vuelta, escucho desde la catedral a las personas de afuera, niños ríendo, otros llorando, el tren que siempre da la vuelta a la plaza, las campanas de los puestos de golosinas, escucho bicicletas, autos, se percibe que la ciudad está recobrando su flujo natural.

Aunque lamentablemente no esté ahí para vivirlo, y tampoco lo estaré, pero escuchar todos esos sentimientos, toda esa vida fluyendo por el aire me conmueve, sé que hice lo correcto y que este deseo no fue en vano, cierro mis ojos relajada, tranquila, sintiendo a mi corazón y alma bañarse en alegría.

-Siella C.

MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora