—Muchas gracias por acompañarme, Ivonne. No sé cómo habría manejado este trayecto con Roberto.
En algún momento del día, el repiqueteo apresurado de los tacones contra la acera haría zumbar sus oídos. Sonidos continuos y desagradables como aquel no la ayudaban a rebajar el estrés, y su obsesión con llegar puntual después de una oleada de tráfico maligna, menos aún. Su secretaria se exponía voluntariamente al plano de inferioridad, negándose a caminar a su lado; por narices debía hacerlo con una diferencia de tres pasos.
—Podrías no haberlo hecho, diciéndole que no estás interesada. Pero, claro... No sabes decir que no.
—El problema no es que me cueste rechazar a los hombres, es que no sé cómo explicar mi rápida pérdida de interés. ¿Cómo le explico que lo más probable es que nunca me gustara, y que me auto-convencí de que era el hombre perfecto porque me muero por encontrarlo? No puedes decirle ese tipo de verdad a alguien y esperar que reaccione bien. Y no tengo derecho a amargarle el día.
—No sería tu problema si se lo tomase mal. ¿Sabes? No tienes que hacerte cargo de los sentimientos de los demás. Si Roberto no te gusta, no hay que dar más vueltas.
—Pero ha sido tan... apresurado. Cené con él anoche y hoy ya me siento violenta con él.
Aiko se detuvo ante la puerta giratoria del edificio. Miró a Ivonne con cara de decepción.
—¿Cuál es mi problema? He perdido la cuenta de todas las veces que me ha pasado algo así. Me desilusiono tan rápido que me cuesta saber si estuve ilusionada alguna vez. No es justo. Soy la persona más romántica del mundo, Ivonne. Me sé los diálogos de las películas de Nora Ephron, lloré cuando Brangelina se separó y he sido la celestina de mis padres desde los once años.
Golpeó la pared con el bolso, una monstruosidad tamaño balón de Nivea. Era más efectiva como arma que un helicóptero apache, y si no que se lo preguntaran a los cerdos que le decían guarradas por la calle.
—¡Soy el maldito Cupido! —exclamó—. ¿Por qué, entonces, no hay amor para mí? Él tenía a Psique, y lo más parecido que yo encontraré a eso, será un psiquiatra. En fin, por lo menos hay una raíz léxica común en todo esto. Muy poético.
—Tal vez es porque lo buscas demasiado —probó. Paró la puerta, que habría seguido girando indefinidamente, y la sostuvo para que Aiko pasara—. Dicen que las cosas solo se encuentran cuando las dejas de buscar.
—¿Buscar? ¡Si yo no busco nada! ¿No ves que no tengo tiempo para enamorarme y vivo estresada? No son ni las ocho de la mañana y ya tengo programada la agenda de los próximos dos meses.
—Entonces debe ser por eso. O por el círculo en el que te mueves. Siempre estás tratando divorcios, Kiko. ¿No crees que te ha podido afectar sin que te des cuenta?
Aiko frenó sobre la alfombra del recibidor, sorprendida por esa bombilla que acababa de prenderse. ¿Era eso posible?
Nunca había parado a preguntarse el motivo de su falta de apego emocional. En parte se debía a que su trabajo no le permitía parar un segundo, y menos para plantearse dudas metafísicas como el origen del universo, qué había después de la muerte, o por qué diablos se aburría hasta de sí misma.
Pero podía ser cierto. Cualquier corazón romántico se marchitaría presenciado a diario lluvias de reproches, lluvias de lágrimas, o incluso lluvias de puñetazos. Su rango de actuación comprendía desde parejas que no soportaban mirarse a la cara, hasta aquellas que salían juntas para tomar unas cervezas. Era un escenario bastante deprimente, y su constante sucesión tal vez había apagado poco a poco su ilusión por cumplir la tópica fantasía de la niña promedio: encontrar al amor de su vida.
![](https://img.wattpad.com/cover/157551089-288-k920997.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Contentar al demonio
RomanceSi no puedes con el abogado de tu enemigo... sedúcelo. El único motivo por el que Marc Miranda ha abandonado su oficina como exitoso abogado corporativo es para arruinar al enemigo a través de su divorcio. Aunque el ámbito civil no es su especialid...