En una noche.

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Y la tiró a la cama.

Fue tan sencillo. Llevaba todo el día queriendo hacerlo. Todo el día mirándola. Todo el día comiéndosela con los ojos. Esperando a la noche...

Podría ser sábado, quizá viernes. Lo único que sabía es que era verano, fiestas en el pueblo, padres trabajando... La casa estaba vacía, sola para ellas dos.

Llegaron a casa, ¿tal vez a las 2?. No estaban cansadas, las dos sabían lo que iba a pasar. Subieron a su cuarto.

Y la tiró a la cama.
Fue en un momento, sucedió son más. La tiró y se la quedó mirando. Todo el día esperando... Y ya era el momento.

Se puso encima, agarró sus manos y las puso encima de su cabeza; se acercó a su cara. Y la besó. Un beso lento, pero apasionado, un beso que llevaba aguantando todo el día. Estuvieron así durante mucho tiempo, era tan cómodo, tan bonito. Sus lenguas se entrelazaron una y otra vez, sus labios juntándose, haciendo un sonido tan bonito.

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Estando debajo, empezó a meter las manos debajo de su camisa, acariciándola la espalda, la tripa, ocasionando que sus respiraciones se acelerasen. Esas caricias se sentían tan bien...

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Se sentían tan bien, que no quería terminar nunca. Aprovechó estar encima, para tomar el control. Cortó el beso. Bajó a su cuello y lo empezó ha morder. Solo un poquito. Lo suficiente para hacerla retorcerse del placer que sentía. Dejó de morder para empezar a dejar marquitas sobre su cuello, bajando a su hombro.

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Las caricias se convirtieron en arañazos, ocasionados por el placer que daban los mordiscos. El cuello es su punto débil. No podía dejar pasar el hecho de que su rodilla estaba cada vez más cerca de su entrepierna.

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Sentía los arañazos por toda la espalda. Dejó las marquitas y volvió a su boca. Empezó con un beso suave, y los arañazos se convirtieron de nuevo en caricias. Las respiraciones eran cada vez más rápidas. Sentía como las otras manos la empujaban hacia abajo cada vez más, cada vez más fuerte, cada vez más hacia abajo. Hasta que sus cuerpos se acabasen pegando.

No pudo evitar el roce de su rodilla con su entrepierna, que ocasionó un gemido en su boca. La gustó. Mantuvo el roce, apretaba cada vez más, quería escuchar más. Los arañazos empezaron de nuevo. Esta vez la que gimió fue ella.
Ya está. Las hormonas le podían. Se le subían a la cabeza o se quedaban en el estomago. Era demasiado placer. El beso siguió, siguió y siguió, era tan bonito. Era tan apasionado. Era cada vez más rápido.

Sintió como las otras manos seguían tirando de ella hacia abajo, apretando más, y más. Quería más. Su lengua estaba cada vez mas adentro de la boca ajena. Eran un lío de hormonas, escalofríos, gemidos y ese sonido tan bonito que producía el beso.

No querían acabar, pero en un momento, las hormonas se apagaron. Pararon. Se sentía tan bien.
Separaron sus bocas, se miraron a los ojos, los ojos de la persona a la que amaban, y respiraban apresuradamente.
La luz del amanecer las decía que ya no iban a dormir. Y aunque las hormonas hubiesen cesado, ellas se incorporaron y siguieron besándose en un abrazo.

Todo el día esperando. Todo el día comiéndosela con los ojos. Valió la pena ¿cierto?

En una noche. (One Shot - YURI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora