1. Aquel Hombre De Negro

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La angustiada mujer truena sus dedos mientras camina de un lado a otro de su pequeña sala. El anochecer esta cerca y rogaba sin cesar a Dios por la vida de su pequeño.

Contempló a su hijo unos segundos, dormía en un sillón de la sala. El color se había marchado de sus mejillas, costaba calentarlo, no jugaba, casi no comía, dormía todo el tiempo y cada día parecía más muerto en vida. Un sollozo se escapó de su garganta ante este último pensamiento.

Hacía una semana que había empezado a estar así, ya no sabía que hacer y nadie más quiso ayudarla, todas las buenas personas de su amado pueblo le dijeron que no había nada que hacer, así que recurrió a ella.

Nina Valok

Hace unos meses ni si quiera hubiese volteado a verla, ni ella ni ninguna persona decente del pueblo. Nina había llegado hacia 6 años al pequeño Morsham, era joven apenas una adolescente y sin embargo ya viajaba sola, llegó a instalarse en una pequeña casa en el centro que también le servía como negocio y desde su llegada la gente la censuró, el negocio que abrió fue una tienda de esoterismo. En un pueblo tan pequeño y cerrado como aquel nadie la recibió bien y después de 6 años se había granjeado más enemigos que amigos. Ella estaba entre los del primer grupo.

Y aún así, aunque le pesará debía admitir que Nina era bella.

Bellísima, de blondo cabello de un profundo color escarlata, de piel tan blanca y perfecta que parecía de porcelana. Sus rasgos faciales eran una combinación extraña porque algunas veces parecía inocente, otras sensual y exuberante. Sus ojos no eran de un frío azul o un exótico color verde como uno esperaría en una pelirroja, eran color chocolate, cálidos, atrayentes, sensuales.

Físicamente, era perfecta de figura de reloj y curvas en los lugares que a los hombres gustan. La mujer invitaba al pecado no era extraño pues que corrieran rumores sobre que había vuelto loco a más de un hombre de Morsham. Como el viejo señor Davis a quien se le veía detrás de ella todo el tiempo, implorando por un poco de su atención, ella no creía que aquella hermosa mujer se dejara siquiera tocar por el viejo como decían las malas lenguas.

Sin embargo, si que creyó cuando a dos días de su boda el hijo del reverendo abandono a su novia sólo para ir en pos de ella. Más cuando los domingos en la mañana el muchacho empezó ausentarse de la iglesia y por la tarde cualquiera podía verlo salir de la casa de Nina con semblante relajado y satisfecho.

Era obvio que la mujer debía tener benefactores, casi nadie entraba a su tienda y  no parecía tener problemas económicos. Esto a ella no le habría importado, que más daba si aquella "dama" se condenaba con el adulterio y la lujuria, a ella nada le hubiese importado de no ser porque su propio esposo había sido uno de esos disolutos benefactores.

Richard no pudo resistirse a los encantos de aquella maldita bruja escarlata.

Porque eso es Nina, una bruja. Todos en Morsham lo sabían, solía ir al bosque en medio de la noche a bailar desnuda para el diablo bajo la luz de la luna llena.

¡Era cierto! más de un hombre la había seguido a ocultas en sus andanzas queriendo recrearse la vista, solo para terminarla descubriendo en comunión con el demonio.

Además tenía un gato negro, un perro negro y hasta una gallina negra. Desaparecía en "noche de brujas" y se decía que fornicaba sin falta en cada equinoccio. Siempre con un hombre distinto.

Los chismes se diseminaron como pólvora y ella muchas veces los repitió aumentándolos tanto como pudo porque no encontraba ninguna otra forma de vengar su orgullo de mujer herida al saber a su esposo amante de aquella asquerosa mujer.

De manera que se vengo de la única manera que podía, haciendo que la gente, su gente la repudiara por ser como era.

Pero todo empezó a cambiar cuando las desapariciones comenzaron, de alguna manera Nina resultó ser de gran ayuda y entonces los rumores sobre ella fueron de otro tipo, dotándola de dones y habilidades para salvar a la gente de las oscuras criaturas que la noche guardaba y otra vez se regaron como pólvora solo que esta vez eran buenos, aunque igual de extravagantes.

Midian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora