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— De nuevo me pidió que fuera su coartada por si sus padres me llamaban.
Pete Thelman leyó rápidamente el descuidado mensaje de texto que Firkle había escrito para él, y resopló mientras desplomaba su mano y el celular a un lado de su taza de café en la mesa. Por cuarta vez en la semana le pedía que “mantuviera tranquilos a sus viejos unos días más.”
— ¿Acaso cree que somos sus mayordomos o algo así para contestar siempre que preguntan por él?— Se quejó—. Será mejor que en verdad la esté pasando bien con aquella chica, donde sea que estén ahora.
El chico alto, de prominente nariz y cabello negro rizado sentado a su derecha le miraba aburrido mientras fumaba su cigarrillo.
— Y por cierto, — Preguntó sin parecer tener mucho interés más allá de tener una plática random—. Firkle y esta niña ¿Karen Mckormic? ¿Ellos dos son como una... “pareja”?
— Supongo. Se han ido por ahí sin decirle a nadie más desde hace ya cinco días. Deben estarse emborrachando, comiendo dulces y teniendo sexo y ese tipo de cosas que haces cuando te vas a unas estúpidas vacaciones de pareja, que es lo más parecido a lo que ellos están teniendo.
La única chica sentada en la mesa con ellos, soltó una pequeña risa.
— ¿Qué?— preguntó Pete.
— Tienen solo 14 años, pueden estar comiendo dulces pero te recuerdo que a Firkle no le gusta el alcohol lo suficiente como para molestarse en encontrar una manera de hacerse con él evitando el problema de no ser mayor de edad. Y el dinero para comprarlo, que no es que le sobre precisamente. Creo que lo que describiste es más bien lo que tú y Makowski hacen cuando salen todo el fin de semana y no sabemos nada de ustedes. Y por cierto, siempre me pregunté porqué pareces tan cansado luego de esos días, pero ahora creo comprenderlo bien…
— Ok, entiendo, entiendo Henrietta. Hablé sin pensar. Pero la verdad no tengo idea de qué podrían estar haciendo esos dos.
— … Supongo que tomarse de la mano y dar largas caminatas debajo de la lluvia mientras se dicen cosas lindas y cursis. — Una cuarta voz ajena a su grupo, se entrometió en la conversación mientras el dueño asomaba su cabeza por sobre el respaldo del asiento de Michael. Él, Henrietta y Pete de inmediato reconocieron que se trataba de Ike Broflovski. Y demostrando que ese tipo de intromisión no era para nada algo extraño en él, casi ni voltearon a verle siquiera. Tampoco es que les molestara particularmente que estuviera presente en la charla.
— Ustedes dos salieron un tiempo ¿No?— Señaló Michael—. ¿Eso es lo que solían hacer?
Los góticos fruncieron el ceño tratando de imaginarse tan rara y poco probable situación, pero Ike interrumpió su bizarra fantasía.
— Para nada— dijo entre risas y sorbos a su malteada de fresa, ya se había puesto de rodillas en su propio asiento para poder hablar más cómodamente — Firkle no se portaba muy diferente conmigo que con ustedes. Bueno, salvo algunas ocasiones en verdad peculiares, pero por lo general no era muy expresivo. Sobre todo con su amor. Pero ¿Quién sabe? Esa pequeña vampiro parece muy adorable. Quizás logró sacar ese lado dulce de Firkle que yo nunca pude… — vaciló en la forma tan atenta que Pete le miraba y soltó los labios del popote de su licuado— ¿Pasa algo?
— Bueno… Solo me parece raro que puedas hablar tan desinteresadamente de Firkle cuando hace nada estaban saliendo y se les veía tan — hizo comillas en el aire con una mueca— enamorados, y ahora él está por ahí solo con su nueva pareja. Creí que estarías molesto o algo.
Michael y Henrietta le miraron también, corroborando esa duda. El canadiense se encogió de hombros
— Oh, bueno. Yo lo sigo queriendo mucho. Y la verdad no me alegra esa idea, pero mientras él esté bien, yo quisiera apoyarlo y seguir a su lado como un amigo al menos. Creo que no poder verlo en absoluto me molestaría mil veces más que tenerlo cerca de mí, aunque esté con otra persona.
El gótico de mechones rojos resoplo y puso los ojos en blanco.
— Sí, me esperaba que dirías algo así. No entiendo a quienes piensan de esa forma, yo nunca-
Cortó de golpe. No se había dado cuenta que estaba por hablar de más sobre lo suyo con su respectiva pareja. Pero ya era demasiado tarde.
— Sí, sí Pete, lo sabemos.— empezó Henrietta— Si Mike te cambiara por uno de sus descerebrados seguidores, ¡Sería demasiado para tu pobre corazón!
— Y seguro empezarías a planear tu suicidio. — Secundó Michael— O peor aún, el asesinato de Mike porque “si no es mío no será de nadie más”.

— Cierren la boca.— el rubor en la cara de Pete parecía haber ido de 0 a 100 en segundos.
Ike rió como el resto, disfrutando por la creciente vergüenza de Pete. Disfrutaba mucho estar con ese grupo. Eran reservados, pero sabían bien cómo divertirse una vez que tomaban confianza. Le habían aceptado a él como si fuese un gótico más y había podido confirmar más de una vez que entre ellos se ayudaban y cuidaban, y le gustaba ese sentimiento de familia que los envolvía. Eran mucho más unidos que cualquier otro grupo de amigos con los que había convivido. Desde el grupo de su hermano conformado por Stan, Eric y Kenny, hasta sus enemigos, el grupo de Craig y pasando por las chicas (Que le daban la sensación a veces de ser más hostiles que los chicos), los góticos definitivamente eran los más leales. Es por eso que sin dudar podían cubrir la espalda de uno de ellos cuando se lo pedía. Ike estaba particularmente feliz por este hecho. Después de todo, sin Pete, Michael y Henrietta mintiendo sobre que Firkle estaba en casa de alguno, seguramente hace mucho que habrían empezado a buscar a Firkle por todos lados, habrían llamado a la policía y puesto carteles de “Se busca” con el rostro de su querido gótico por todo South Park.
Firkle definitivamente no estaba desaparecido, pero tampoco se encontraba de “luna de miel” con ninguna chica. Y eso era algo que por el momento, solo Ike sabía.
Se retiró del Village In tras terminar su batido de chocolate y pedir una orden completa para llevar. Ahora estaba más tranquilo, pues de nuevo los góticos no parecían preocupados por su miembro menor de ninguna forma. Cada noche desde que se lo llevó, pensaba en eso. En cuánto tiempo ellos empezarían a tener genuino interés por su paradero.
Pasó por un puesto de revistas que quedaba por su ruta, solo para comprobar que en el periódico no hubiera nada “relevante” para él. Sonrió un poco ya que habían pasado cinco días y aún podía mantener todo en orden, se sintió orgulloso de sí mismo por un instante.
Hacer que alguien desaparezca sin que nadie cuestione su paradero era un gran mérito, aunque estaba consciente de que la gente de su pueblo se lo facilitaba mucho y de que eso no duraría demasiado. Pero él no necesitaba más tiempo del que calculaba le tomaría a las personas para que empezaran a hacerse preguntas. Y entonces sería demasiado tarde.
“La gente es en verdad descuidada” pensó mientras caminaba pausadamente, dejando el pavimento detrás y adentrándose entre los árboles y arbustos del bosque. La gente de su pueblo, en particular, era realmente ingenua y a veces estúpida. Muchas cosas evitables habían estallado y perjudicado a muchos por la simple ignorancia o falta de interés en masa que cubría su hogar. Ahora mismo había al menos un tiroteo en su escuela al día y nadie decía nada al respecto ¿Acaso les interesaría más la pérdida de un niño que ni siquiera pertenecía al grupo estelar de chicos que protagonizaban la mayoría de aventuras que el pueblo había presenciado? ¿Acaso alguien notaba incluso la existencia de ese pequeño gótico en el pueblo? ¿Acaso Firkle le importaba a alguien más allá de a sus tres inseparables amigos?
Ike resopló con una mezcla entre cansancio y resignación cuando al fin llegó a la puerta de madera de la pequeña cabaña, casi a las afueras del bosque. Por desgracia, sabía la respuesta a sus preguntas: Sí, desafortunadamente, Firkle le importaba a más personas de las que él quisiera.
—Ya vine, amor.
Aunque había pasado casi una semana entrando y saliendo de esa cabaña, saludando de la misma manera al llegar, lo cierto es que el miedo de abrir la puerta y encontrar la cama delante de ésta, vacía, a veces le paralizaba. Por fortuna, este no era el caso. Firkle estaba donde lo había dejado la noche anterior. Sentado abrazando sus rodillas hasta un extremo del colchón. Parecía como si no se hubiese movido ni un centímetro desde que se despidieron. Incluso la misma mirada inyectada de odio, no había cambiado en lo más mínimo.
— Te traje hamburguesas, perdón por haber tardado. — Empezó a charlar mientras ponía la bolsa en la mesa de madera vieja y sacaba todo— Fui al Village In y me encontré con tus amigos, ellos todavía piensan que estás... De vacaciones.
— Ellos no creerían eso tan fácil. —La voz del gótico salió rasposa y con menor volumen de lo normal, no obstante, seguía siendo encantadora para Ike. Agradecía que le hablara, cada día lo hacía menos.
— Sí que lo hacen, te quieren mucho Firkle, no lo dudes. Pero engañarlos es sencillo. — Fue a sentarse en la cama, llevando consigo la hamburguesa y papas fritas — Además, has estado dejándoles mensajes cada día. También les pediste que no te llamaran por el momento y que te dieran una coartada para tus padres, para que ellos no se preocuparan. Como tus padres saben que no les contestas las llamadas, ni les extraña que en estos días tampoco lo hagas. Incluso, luego del primer intento ya no vuelven a hacerlo en todo el día.
El canadiense ofreció la comida a su rehén, quien a falta de mejores opciones, la tomó sin muchas quejas.
— No puedo creer que esos tres ni siquiera sepan distinguir mi manera de escribir de la de un psicópata. — Refunfuñó antes de empezar a comer. No le extrañaba de sus padres, pero esperaba algo mejor de Pete, Michael y Henrietta. Ike abrió un sobre de Catsup y lo virtió sobre las papas.
— No los culpo. Te imito a la perfección, Firkle. Llevamos años conociéndonos y siempre, siempre, sieeeeempre estoy al tanto de lo que haces y dices. Los emoticones que usas al chatear, los sitios web a los que entras, lo que tuiteas o escribes por facebook. Incluso he estado al tanto de tu cuenta de Clash Royal, sé que no lo juegas a menudo pero una vez al día es lo normal para ti ¿O no? No tienes más amigos, no sales a ninguna otra parte más que la escuela, cuando no estás con los góticos, pero ninguno de tus compañeros te habla y los profesores están acostumbrados a que faltes hasta por semanas. Para el resto del mundo, Firkle Smith sigue tal y como siempre ha vivido cuando decide aislarse unos días del mundo exterior. — Alzó la vista y se sorprendió por la mirada con la que Firkle lo analizaba, como si fuese un completo extraño en su presencia, algo que no comprendió porqué. — Me importas, Firkle. — Se encogió de hombros y el gótico siguió comiendo. — Como amigo o pareja, nunca dejé de prestarte atención. Y aunque quisiera, no podría, eres tan interesante. Todo lo que haces y dices o cómo reaccionas a lo que ocurre a tu alrededor, eres diferente del resto de chicos de nuestra edad, supe eso de inmediato apenas te vi en la parte trasera de la escuela en primer grado, fumando y escuchando esa música. Tú y tus amigos resaltan por sobre todos en South Park ¿Sabes? Por eso quise permanecer a tu lado y lo he hecho por siete años, pero créeme que nunca me canso. Jamás tendré suficiente de ti, mi pequeño cuervo.
Le pasó una mano por su mejilla. Firkle tragó de golpe y la alejó de un manotazo.
— ¿Cómo es que nunca antes me di cuenta de...Esta faceta tuya?
— Yo siempre te dije lo mucho que me importas, Firkle.— el muchacho se veía realmente triste mientras sobaba su mano golpeada.
— Sí, pero nunca me imaginé que fueses así.
— ¿Así? — Ike parpadeó y frunció el ceño. Soltó una risita y encogió los hombros — ¿“Así” cómo?
Firkle levantó una mano y lo señaló moviéndola de arriba abajo, pero el canadiense parecía sinceramente no entender a lo que se refería.
— Ike. Tú sabes de qué hablo. Esto— Extendió los brazos—, No me dejas salir hace no sé cuántos días. Tú solo... Me tapaste la boca con un pañuelo hasta que me desmayé, cuando salía de casa de Henrietta una noche, y desperté encerrado... Ni siquiera sé cómo rayos lograste traerme hasta aquí, que supongo estamos muy lejos de casa de esa perra o cualquier otro en South Park.
— Tus amigos no son los únicos que desde niños ya sabían conducir, amor.
— Las ventanas están tapadas con tablas, la puerta cerrada con llave, no sé en dónde estamos pero por más que grito nadie viene. Solo tú, y siempre con la misma estúpida sonrisa, como si lo que hicieras fuera normal. Mira... —Enrolló el papel que envolvía su hamburguesa y resopló— Al principio creí que estabas jugando. Me han encerrado en lugares por horas para divertirse a costa mía otras veces y pensé que esto era algo como una venganza por haberte dejado. Pero ya han pasado días y estoy empezando a molestarme en serio. Ya sé que dijiste que me tendrías aquí hasta que resolvieras unos asuntos pendientes, pero no tengo la más mínima idea de qué tiene que ver tu vida conmigo cuando terminamos hace semanas, ni qué pretendes haciéndome esto. No sé por qué estoy aquí. Y quiero saberlo. Mejor dicho, quiero que me dejes ir, ahora Ike.
— Firkle...— El menor tomó aire y gateó sobre el colchón hasta estar sentado muy pegado a Firkle, recargando su cabeza sobre el hombro ajeno y ya que la pared se lo impedía, éste no podía alejarse— Yo te amo. Sé que esto puede parecerte extraño y tal vez exagerado. Pero te prometo que no te va a pasar nada malo mientras estés aquí conmigo. Te seguiré trayendo comida y agua e incluso puedes bañarte todos los días cuando vengo a visitarte. Y si te portas bien, puedo traerte libros y revistas. Nadie te hará daño, yo te amaré toda mi vida, y podremos estar juntos así por siempre. No necesitas salir para nada, no debes preocuparte por nada en lo que resta de tu vida. ¿Para qué, mi cuervo? Tú mismo lo haz vivido. El mundo exterior es un cruel y duro lugar para vivir.
— ¿Por qué mierda sigues diciendo eso? ¡Me quiero ir, Ike!
— Firkle...
— No— El gótico se puso de pie y bajó de la cama— Me quiero ir en este mismo instante. — caminó pesadamente hasta la puerta y empezó a patearla, aunque no podía hacerlo tan fuerte como hubiera querido, porque Ike le había escondido sus zapatos— ¡Abre-Esta-Maldita-Puerta!
— Firkle, para ya.
—¡Eso te digo yo a ti! ¡Déjame salir, maldita sea!
Ike resopló con resignación. ¿Porqué Firkle debía complicar su posición actual? Aunque esa rebelde actitud le gustaba del gótico, no estaban en situación de permitirse un arranque de ira como aquel. Si bien estaban demasiado lejos del pueblo y no le preocupaba demasiado que alguien le escuchara, porque había comprobado que en esa época casi nadie pasaba por ahí y aunque lo hiciera él estaba seguro de poder controlar la situación, era muy posible que el gótico terminara por dañar alguna parte de su cuerpo. Sabía que su amado cuervo solo estaba algo alterado, era de esperarse ya luego de tantos días en solitario, todavía se estaba acostumbrando a su nueva jaula. Quería estirar las alas, oh, pobre. No podía permitírselo… Por suerte, él tenía la situación bajo control y le callaría antes de que pudiera hacerse daño de verdad.
Bajó de la cama mientras hurgaba en el bolsillo de su pantalón.
— Firkle.
Cuando el gótico dio la vuelta, se encontró con el mismo jodido pañuelo que le había cortado la respiración y lo había dejado en el piso días atrás. Esta vez podía ver claramente cómo Ike, delante de él, lo empujaba contra la pared y no apartaba el pañuelo de su boca, con la otra mano sujetaba su cabello. Lo peor es que lo hacía sin mostrar ningún arrepentimiento, tristeza ni sentimiento de ningún tipo en su rostro. De hecho, esa falta aparente de interés lo aterraba. No podía escapar. Trató de patalear, pero eso solo acababa con sus fuerzas hasta que todo fue volviéndose oscuro y finalmente, un completo negro cubrió su visión.
Ike lo colocó en el piso con cuidado. No era solo por la falta de aire, el pañuelo tenía cloroformo que él mismo había comprado en una farmacia a las afueras del pueblo hace varias semanas atrás. Guardaba tanto el botecito como el pañuelo en su bolsillo, para situaciones como esa e imprevistos que surgieran. Casi todo se solucionaba de esa manera, o al menos lo facilitaba.
Mientras arrastraba a su amado arriba de su cama, Ike pensó que muchas veces, las mejores personas eran las que no hablaban ni entorpecían su vida. Aún su querido Firkle. Arropado en el colchón, calladito y tranquilo, se veía mucho más feliz que hacía unos instantes, tan confundido y desesperado por salir. Pero aunque saliera, nada afuera mejoraría su estado de ánimo, allá solo le esperaban problemas, personas que lo herirían o que tratarían de inventarle mil mentiras sobre él y perderían su relación, que era lo más importante que el gótico tenía. Ike lo sabía, entendía lo que era mejor para él, lo que necesitaba, lo que le convenía. Solo era cuestión de tiempo para que Firkle también entendiera esto y aceptara que lo que hacía, era para su propio bien. De acuerdo, quizás los motivos que le habían llevado a tomar la decisión de finalmente aprisionarlo para protegerle, habían sido acelerados. En verdad no planeaba hacer tal cosa tan pronto, pero debido a ciertas… Circunstancias, se había visto obligado a ello. Y ya que estaba en esa situación, cuidaría de su diablillo con todo el amor y atención que se merecía.
Una vez bien tapado y cómodo, el canadiense notó, como si fuese la primera vez, las hermosas facciones de su amor mientras dormía. Aunque él mismo no aceptaba su belleza, para Ike no había nadie más hermoso en la tierra. Ni siquiera ese chico vampiro con el que Pete había caído enamorado, por quien muchos y muchas suspiraban y que reconocía, tenía buen físico, pero nada comparado con su bello cuervo. Por dentro, ni por fuera tampoco.
Pasó un dedo por su mejilla y éste frunció el ceño, para luego darse vuelta y envolverse más en las sábanas. Amplió su sonrisa. Tenía mucha suerte, por poder tener a tan hermosa criatura entre sus brazos.
Y siendo así ¿Cómo podía pensar siquiera en dejarlo escapar? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿A dónde?
Si no había nada mejor que él para Firkle, y viceversa. Solo se necesitaban uno al otro, ni chicas, ni otros chicos, ni personas que estorbasen e interfirieran en su perfecta relación.
No había nada mejor para su pequeño, hermoso cuervo que ese pequeño lugar justo en ese instante. Y se aseguraría de que siguiera siendo así. Por siempre.
Toc Toc
Alguien interrumpía el momento de admiración hacia su Firkle. Venía de la habitación de a lado.
Ike resopló, qué bueno que se le había ocurrido hacer ruido cuando su amado ya había ido a dormir.
— ¿Qué quieres?— Preguntó frente a la puerta cerrada que daba hacia esa habitación.
— Tengo miedo.— Contestó una temblorosa y débil, casi inaudible a través de la pared de madera, voz de chica.
Ike hizo una mueca, qué insoportable se había vuelto esa niña desde que la había llevado ahí.
— No, no lo tienes. Estamos bien, no hay que temer.
— Tengo mucho miedo… Me van a encontrar.
— Nop, no lo harán.
— ¿Cómo sabes?
— Estamos bien escondidos.
— Pero…
— Sé lo que te digo. Tranquila, nadie te va a encontrar. Ahora guarda silencio y ve a dormir ¿No ves que puedes despertarlo?— Volteó hacia su novio. Se veía aún más lindo de lo que le pareció hace solo unos minutos ¿Por qué ella no podía ser así?
— … F-Firkle… ¿Él está bien?— sollozó.
— Está bien. Porque lo estoy cuidando yo.
— No quiero que le hagas daño.
— ¿De qué hablas? Es lo último que quiero hacer.
— No es cierto… Tú lo vas a matar ¡Vas a matarlo si no nos sacas de aquí!— El canadiense creyó que no podía ser más desesperante, pero empezó a gritar con esa ridícula voz chillona.
— … Cállate por favor.
— ¡Vas a matarlo! ¡Nos vas a matar a todos, dejanos ir! ¡Dejanos ir por favor!
Siguió repitiendo las patéticas súplicas de siempre. Súplicas que le tenían harto. Ya lo había hecho antes así que estaba seguro de que no se callaría fácil, por lo que, aunque no es que le molestara hacerlo en particular, iba a tener que callarla él mismo. ¿Con ayuda de su pañuelo? ¡Qué va! Hay más de una forma de dejar quieto a alguien. Unas más fáciles que otras, pero… No tan… Placenteras.
— Ah, niña.— Murmuró mientras abría la puerta — Todos son mucho más lindos dormidos.

---Notas---

Seguro lo continúo, pero pronto no será. Lo siento xD

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2018 ⏰

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Jaula De Oro [Ike X Firkle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora