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Me miro en el espejo y sonrío de lado, satisfecha con el resultado.

Impecable, como siempre.

Estoy en mi habitación, terminando de arreglarme para la fiesta en la casa de los Black, los vecinos de al lado. A pesar de haber vivido aquí desde pequeña, no puedo decir que los conozca bien. De hecho, nadie sabe demasiado sobre los misteriosos hermanos Black o su familia en general. Son una incógnita, un enigma envuelto en lujo y secretos.

Lo poco que sé es que sus padres son personas de negocios, siempre ausentes, dejando la enorme casa en manos de sus hijos. Tres hermanos, cada uno con una presencia que no pasa desapercibida.

A dos de ellos los he visto con más frecuencia, pero el tercero… él es un espectro. Aparece y desaparece como una sombra, casi inalcanzable. Y, por supuesto, es él quien más despierta mi curiosidad.

El hermano mayor.

Posee una presencia imponente, de esas que obligan a girar la cabeza. Su mirada es seria, de un tono claro y gélido, como si nada en este mundo pudiera conmoverlo. Sus facciones son duras, cinceladas con perfección. Su cuerpo, cubierto de tatuajes, es una obra de arte en sí mismo. Hay algo en él, algo que enciende en mí un deseo extraño y abrasador.

Es el tipo de hombre que atrae a la gente sin esfuerzo, no con palabras, sino con el misterio que lo envuelve. Y a pesar de que apenas lo veo, mi atención siempre termina en él.

Tal vez porque es un acertijo que quiero resolver.

Tal vez porque, aunque no lo sepa, ya me tiene atrapada.

Tal vez porque es condenadamente atractivo.

Me aparto del espejo y tomo mi bolso. Mi vestido abraza mi figura con precisión, y mis tacones resuenan suavemente contra el suelo mientras me dirijo a la puerta.

Al salir de mi habitación, el murmullo de la fiesta ya se cuela desde la casa de los Black. Música, risas, el sonido inconfundible de botellas chocando. El aire está impregnado de esa electricidad que sólo las noches como esta pueden traer.

Cruzo el jardín y entro sin problemas. La mansión Black es impresionante incluso en la penumbra, con luces suaves bañando las paredes de piedra y amplios ventanales reflejando la vida en su interior.

Me abro paso entre la multitud que baila al ritmo de la música electrónica que retumba en el lugar. Las luces parpadeantes bañan el ambiente en destellos de colores vibrantes, reflejándose en los rostros eufóricos de los presentes. Mis ojos recorren el sitio, familiarizándose con la atmósfera electrizante, aunque no por demasiado tiempo.

Siento una presencia detenerse frente a mí, interceptando mi camino. Alzo las cejas, sorprendida por la repentina intrusión. Sin haberlo anticipado, uno de los hermanos Black se planta frente a mí con una seguridad arrolladora.

-Me alegra que hayas decidido venir- su voz, profunda y teñida de un tono seductor, se impone por encima de la música.

Lo observo con detenimiento. Un chico de cabello castaño, sonrisa ladeada y un vaso en la mano derecha. Su postura relajada y su mirada cargada de intención dejan claro que está acostumbrado a conseguir lo que quiere.

-Soy Derek, Derek Black- se presenta con un aire de confianza desmedida antes de inclinarse hacia mí y depositar un beso en mi mejilla, sin pedir permiso.

Exceso de confianza.

-Alex- respondo con sequedad, retrocediendo un paso para marcar distancia.

Derek sonríe, como si mi reacción le divirtiera en lugar de disuadirlo.

-Es un placer-dice con naturalidad, paseando su mirada por mi cuerpo con descaro- Por cierto, estás hermosa, Alex.

Contrarreloj [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora