La noche comenzaba a caer y el aire de invierno comenzaba a soplar cada vez más fuerte y frío, provocando que ya casi nadie saliera de sus casas y se refugiaran en algún lugar que los mantuviera calientes.
Abrigada con un par de chaquetas, Alissa se dirigía hacia su casa después de un largo día de trabajo, aún vivía con sus padres, pero siempre que regresaba ya era demasiado tarde como para que estuvieran despiertos. Al llegar, entró con cuidado de no hacer ruido y fue directo a su habitación, dejando sus cosas sobre el perchero, quitándose la ropa y poniéndose la pijama.
Una vez que se encontraba lista para dormir un ruido captó su atención, no sabía de donde provenía por lo que se quedó en silencio esperando a escucharlo de nuevo. Segundos después volvió a oírlo, era un ruido semejante al piar de un pájaro. Fue hasta la ventana y observó hacia afuera abriendo ligeramente la cortina, entonces lo vio, había un pequeño murciélago revoloteando por todo el jardín.
Realmente era algo extraño ver un animal así en medio de la ciudad, pero no le tomó mayor importancia y se dispuso a dormir, metiéndose en su cama y cubriéndose completa con las mantas.
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—¿En serio?— le preguntó Alissa a su compañero de trabajo, terminando de colocar las últimas flores de aquel arreglo.
—Si, es bastante normal de hecho, no les tengas miedo, no hacen nada, solo quieren comer frutas— le respondió con seguridad, como si fuese un experto en fauna salvaje.
Alissa sonrió y se relajó al saber eso.
—Por esta vez te voy a creer.
El resto del día transcurrió igual que siempre, los pedidos llegaban y tenían que apresurarse a tenerlos listos lo antes posible, arreglando las flores tal cual y como los clientes los pedían, no era tarea fácil.
La hora de salida llegó y nuevamente se dirigió a casa.
En esta ocasión se sentía bastante cansada y solamente quería descansar, pero no tardó en escuchar aquel ruido otra vez e intentó no prestarle atención.
Minutos después unos golpes en la ventana la hicieron sobresaltarse e inmediatamente volteó en esa dirección. En realidad tenía miedo de encontrarse con aquel extraño animal, a pesar que que fuera indefenso, pero la curiosidad pudo más que ella y volvió a asomarse, al principio no vio nada y cuando estaba a punto de retirarse, algo en la parte superior llamó su atención.
Del otro lado del cristal, el pequeño murciélago estaba colgado boca abajo, sujetado del techo y con sus alas pegadas al cuerpo, pero con sus grandes ojos bien abiertos, mirándola fijamente. Sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo completo y pensando en que sería meramente sugestión, se separó de la ventana, dejando la cortina abierta para seguir viéndolo de vez en cuando mientras se cambiaba de ropa.
Eventualmente se olvidó de que el murciélago estaba ahí y cayó rendida sobre la cama.
Los días siguientes fueron casi lo mismo, regresar del trabajo y encontrarse con el animal afuera de su ventana; ya se estaba habituando a ello.
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Una noche lluviosa había regresado un poco más temprano que lo habitual y al entrar a su habitación se percató que accidentalmente había dejado la ventana abierta, causando que el agua entrara y mojara parte del suelo.
Mientras limpiaba el desastre, de pronto escuchó un aleteo. Sabía de lo que se trataba, su corazón comenzó a acelerarse y se repetía a sí misma no tener miedo.
Alzó la mirada y recorrió su habitación, encontrando a aquel pequeño murciélago colgado de una esquina.
Decidió dejarlo tranquilo por un tiempo, después de todo no tenía el corazón para obligarlo a salir con tal clima.
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Fangs (Rodrigo Blanco) •One Shot•
Fiksi Penggemarlos vampiros son reales, o bueno, eso es lo que dicen algunos.