¡Buenos días!
Aquí os dejo un relato muy personal. Cada vez que lo leo despierta sensaciones diferentes en mí, siempre dependiendo del momento que esté viviendo y de lo que suceda en mi vida. Parece que, de una forma u otra, siempre vuelvo a este relato; por eso lo quería compartir con vosotras.
Espero que os guste.
¡Nos leemos!
mhdt
***
Salgo al balcón de la torre en la que estoy encerrada y la fuerza del viento me obliga a entrecerrar los ojos. Miro hacia el suelo tratando de protegerme de él y observo mis pies descalzos sobre las baldosas. ¿Cuánto hace que no voláis?
Alzo la cabeza y la luz de la noche se refleja en mi rostro.
Del Sol, a la Luna, a mis pestañas.
A pesar de estar condenada a vivir en esta alta edificación de ladrillo rojo, la cual crece con el paso del tiempo, cada día me siento más lejos del cielo.
El viento revuelve mi pelo, ya enmarañado de por si, mientras mis ojos recorren las titilantes estrellas.
Las entiendo.
Yo también tiemblo, dudosa, sin saber si debo estar encendida o apagada. No se si estoy cerca o lejos. Si me muevo o me he estancado.
Qué es real.
Qué no.
Y es que esta torre es tan alta que me siento aislada del mundo. Ya no soy parte de él; aunque tampoco soy parte de mí.
En estos momentos me gusta cerrar los ojos e imaginar que camino descalza por el bosque que se extiende a los pies de la torre. De mi torre.
Las ramas de los árboles sobre mi cabeza, los pies cubiertos de barro, el cosquilleo de las hojas en mi piel. El viento susurrando. El crujir de la hojarasca bajo mis pisadas. El olor a resina de las cortezas; a tierra mojada.
Como si fuera parte del bosque.
Como si fuera parte de algo.
Abro los ojos y se me escapa un suspiro que tenía secuestrado desde hace tiempo. Desde el día en que me encerré en esa torre. Sentía curiosidad por todo lo que mi mente no alcanzaba a entender. El bien. El mal. El miedo. El dolor.
El amor.
Y es este el concepto que más me intriga. He leído docenas de libros tratando de descifrar sus secretos, de comprenderlo, pero cuando pienso que estoy cerca de hacerlo me alejo un paso más. Parece que todos los escritores de esas obras han tenido la suerte -buena o mala- de experimentarlo, pero no se ponen de acuerdo a la hora de definirlo.
Unos dicen que es un sentimiento maravilloso y que cuando lo experimentas no puedes dejar de sonreír. Hablan de una extraña sensación que te embarga por dentro y de que el fuego corre por tus venas.
Dicen que es adictivo.
Otros argumentan que es el causante de todos nuestros males, que no merece la pena dejarse llevar por él porque cuando termina -porque siempre termina- se va arrasando con todo a su paso. Como un huracán.
Dicen que es espantoso.
¿Puede algo espantoso ser adictivo?
Si alguna vez me enamoro lo haré del bosque. Se que mientras esté en él nunca estaré realmente sola y me tranquiliza tener un sitio donde poder refugiarme cuando las cosas no van como deberían ir.
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En lo alto de una torre [Relato corto]
Short StoryQuizá el viento no, pero yo sí puedo apagarla.