Las cosas cambiaron, me di cuenta. Las cosas siempre cambian, pero lo que me causa conflicto es no saber si todas esas cosas dejaron de ser o empezaron a ser. Todas esas cosas somos nosotros; nuestra forma de ser, nuestra forma de vernos, nuestra forma de hablar, nuestra forma de pensar y nuestra forma de sentir.
Ya perdí la cuenta de las lunas que han aparecido entre nosotros; dejé de llevarla porque el número no hace más que golpear adentro, sacudir el polvo a las memorias me guardo en un cajón, haciendo cada vez más alta y más gruesa la muralla que separan nuestras manos. Te encontré por casualidad, siendo ciegos y por una casualidad también, fue que un buen día abrimos los ojos y pudimos ver.
No sabes el bien que causante, las heridas que cerraste y cómo te veneré; tomaste mis manos entre las tuyas cuando ya me había rendido, me regalaste tu sonrisa y prometí seguirte donde fueras porque fue la sonrisa la que me dijo ‘anda y cree’. Y creí. Creí que el camino era el mismo para los dos, cuando era solamente paralelo, uno junto al otro sin volverse el mismo. Mientas seguía mi camino, dentro de mí se libraba una batalla, pues alcé la mirada al horizonte y en el camino vi niebla; temiendo perderte de vista quise caminar junto a ti pero con dolor en la mirada pronunciaste mi nombre, pues sabías desde mucho tiempo antes que nuestro camino no era compartido.
Con dolor terminé aceptándolo, prometiendo seguirte con la mirada a lo largo del camino, sin importar a donde fuera, rezagándome dos pasos para cuidarte la espalda. Pasada la niebla apareció una bifurcación, dos caminos frente a mis ojos y ambos lejos de tu lado, el camino que seguí lo sigo descubriendo, no veo a donde me lleva pero te veo a ti. Volviste tu mirada tratando de encontrarme pero mi camino me ocultaba y creyendo que había huido, y que te había abandonado, no volviste más tus ojos hacia mí. Grité tu nombre a lo lejos para hacerte saber ahí estaba, pero mi voz se perdió en el aire y no pudimos hablar más.
Desde entonces voy detrás de ti, caminando por las sombras, cuidándote, esperando el día en que cambie mi suerte y por fin veas que nunca te dejé, que cuando salvaste mi alma me volví en guardián de la tuya y que sepas te extraño más de lo que nueve letras alcanzan a expresar. Desde mi camino te observo a los lejos, veo que no caminas sola y lo que es más importante para mí: te veo feliz y con eso me basta para mantenerme en mi camino, sin perderte, esperando que al final del mismo nos volvamos a encontrar y digamos nuestros nombres como viejos amigos y me digas que siempre supiste que estuve ahí.
Caída ya la noche, sigo caminando bajo las estrellas, te veo a lo lejos siendo feliz, me detengo un momento, siento el viento y escucho la noche, antes de emprender de nuevo la marcha cierro la marcha con un solo pensamiento en mi mente: tú. Ya sin esperanzas pero con renovada fe, sonrío, digo tu nombre y sigo caminando, pues ando y creo.