La leyenda naciente...

3 1 0
                                    

Una vez más, tomo el control remoto del televisor y encendió la consola... Por alguna razón, desde aquél fatídico día en que lo perdió todo, era ese juego lo único que, paradójicamente, la ligaba un poco a la realidad en medio del vacío que la invadía inexorablemente. Había dejado todo, amistades, motivaciones, hobbies. Excepto su trabajo, que continuaba cumpliéndo aún estando muy alejada de concentrarse en ello, seguramente sus alumnos recordarán a esa pequeña maestra suplente que no era mucho mas alta que ellos, como una especie de zombie de la vida real.
Iban pasando los días, que se convertían en semanas y luego en meses, en los que apenas lograba desviar la vista de ese televisor... Ya manejaba el control de la consola con habilidad, como si realmente se tratara de una espada y un escudo, y estuviera luchando con ellos contra sus demonios internos.
Poco a poco, empezó a comprender con mas profundidad la historia que había detrás de ese juego y todo lo que implicaba... A medida que jugaba se ponía a reflexionar acerca de ese chico que de la nada cargó sobre sus hombros la responsabilidad de salvar a quienes quería y a su reino, incluyendo a la princesa cautiva que había fracasado en su deber de defender a su gente. Enfrentó peligros inimaginables para él, con toda la fuerza y coraje que le brindaron las Diosas de Hyrule al regalarle la marca de la Trifuerza, símbolo de que era él elegido por ellas para defender todo aquello que le era querido.
A medida que superaba cada obstáculo junto a este ficticio personaje, nuestra pobre e indefensa niña iba cobrando fuerzas. Incluso se comparaba con aquél personaje al que acompañaba en su aventura, pensando que si alguien era capaz de hacer tanto esfuerzo para lograr cumplir con su deber, ella también tenía que ser capaz de vencer su propia oscuridad.
Se fue convenciendo de esa idea cada vez más, a medida que se acercaba él final del juego. Para cuando se enfrentó al jefe final, ya no se trataba de Ganondorf, ni de Link, ni de salvar Hyrule. Era ella misma, que debía pelear contra una manifestación personificada de su propia depresión para salvarse y volver a ser quien era.
Al caer Ganondorf al suelo, y guardar Link su espada, ella por instinto hizo él mismo movimiento con él control. Finalmente se sentía capaz de retomar todo aquello que había abandonado a causa de su profunda tristeza y hacerle frente de una vez por todas. Sentía que podía tener la fuerza para no dejarse ganar por él dolor.
Y así, decidida a tener él mismo coraje que Link, se sentó en la silla del tatuador, para portar ella también en su piel la marca del elegido por las Diosas, la marca de la Trifuerza. Marca que un día, con toda la alegría y esperanza del mundo, se había dibujado a las apuradas con una lapicera. En vano.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 11, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La leyenda naciente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora