"Ese gatito, seductor."

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Movió la cabeza con pereza al encontrarse solo en la habitación y en el departamento, buscando algo de su interés para pasar el rato y esperar a su amo.

Se levantó de el edredón en el piso, moviendo con elegancia su cuerpo, y es que aunque su amo no estuviera, tenía la tarea de comportarse tal y como un gato lo haría, aunque no fuese de su agrado el animal que interpretaba, tampoco era como si tuviera el derecho de opinar. A gatas se dirigió al sillón del departamento acomodando su cuerpo desnudo entre los almohadones que ahí estaban, cerró los ojos intentando conciliar una pequeña siesta; si no fuese por el sonido de la llave que se insertaba en la perilla que lo puso alerta, se levantó haciendo sonido con el cascabel que maldecía tener en el cuello, a regañadientes fue a esconderse debajo de la cama principal, pues estaba más que furioso con su amo por no volver a la hora que prometió.

—Ciel~ ¡Hermoso! ¿Dónde estás?—. Vaciló el rubio al preguntar por el, perfectamente sabía dónde se encontraba. —¿No tienes hambre? Veo que no has comido—. Habló de nuevo dejando su abrigo en el perchero de la entrada, dándose cuenta que los dos platos de comida y agua estaban prácticamente como los dejó por la mañana.

Alois trabajaba medio turno, en unas oficinas de una empresa reconocida, como un asistente más de un gran empresario, aunque realmente no lo necesitaba, sólo era para hacer enojar a su adorable mascota qué día tras día lo esperaba.

Ciel era apenas dos años menor que su pareja, si se puede llamar así, con dieciocho años, era un chico de dinero, ambos lo eran, pero disfrutaban de su juego de seducción, aunque en algunas ocasiones era molesto para Ciel, ya que pasaba todo el día desnudo y con ese molesto collar y orejas. Sus inicios no fueron buenos ya que se odiaban mutuamente; pero detrás de ese odio se escondía una atracción que los dos evitaban. Hasta hace apenas unos meses que se confesaron su amor de la manera más horrible que se puede. No entraré en detalles, solamente fue horrible.

Desde ahí estuvieron juntos, a pesar que los dos estaban rotos por dentro, sintiéndose necesitados de amor y de atención.

Este juego morboso por increíble que parezca fue propuesto por el más pequeño ya que era el más explicito a la hora del sexo. No bastó más que un poco de información e imágenes descriptivas para que quisiese intentarlo. Alois encantado con la propuesta aceptó y para fastidiarlo eligió un gato como protagonista, a ninguno de los dos les agradaba ese animal, solamente era para fastidiar, aunque innegablemente Alois disfrutaba de verle desnudo por todos lados.

—Ven acá Ciel, tengo un regalo para ti~—. Habló con coquetería el rubio sentándose en el sillón donde previamente estaba acostado Ciel. Hizo el particular sonido que se hace para llamar a un gato, y eso era lo que más detestaba Ciel. Como buena mascota salió de su escondite y fue hasta donde su amo yacía sentado y con una gran sonrisa al verlo salir de la habitación. —Mi adorable Ciel, ¿Me extrañaste? ¿No tienes hambre?—. Y naturalmente Ciel no contestó, solo se acercó hasta sus piernas y comenzó a frotarse ahí mismo. —Mira lo que tengo para ti~—. Sacó de una bolsa de una reconocida marca de artículos para mascotas, un collar azul marido de terciopelo, que venía con un colgante y una correa plateada. Ciel miró con el ceño fruncido aquellas cosas.

Aún así era masoquista y le encantaba verse humillado por la varonil figura de su amante, se dejó poner el "regalo" de su amo, y jadeó cuando sintió la mano fría de su amante darle una leve palmada en el trasero.

—Te ves precioso—. Murmuró el con un deje de lujuria en sus palabras. Le colocó la correa en el aro de metal que pendía del collar y le dió un jalón, Ciel entendió de inmediato y se levantó y se subió en el regazo del rubio siendo lo más provocativo que podía, su berrinche de hace un rato ya había pasado y ahora solo quería estar más cerca de su amo.

¿La mascota de Alois?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora