«Mejor salgamos de aquí» decía Francis, cuando a penas entrabamos a buscar la pelota en el bosque. Era húmedo, extenso, con árboles altos y ramas bien expandidas en aquel territorio, en él poca luz entraba.
-Creo que la golpeé por aquí Francis, solo tenemos que buscarla más para allá- señalaba unos gigantes arbustos.
-Miguel me da miedo este lugar y es de día aún, mejor vámonos, buscamos otra pelota en mi casa-replicó Francis-mejor salgamos de aquí.
Una suave brisa empezó hacer zumbar las ramas, caían hojas, y los pocos rayos de sol que entraban al bosque, desaparecieron. Francis era muy pusilánime, casi temblaba. Yo no creía en aquellas historias que los ancianos contaban sobre cosas sobrenaturales en dicho bosque, por eso no me preocupaba. Me mantenía sereno, creí haber visto la pelota, me estaba alejando un poco desde donde habíamos entrado, Francis se quedó parado, ese cobarde, «Mejor salgamos de aquí» solo decía.
Empezó a lloviznar, que fastidio, llegué a los arbustos y me agaché, empecé a buscar y miré hacia atrás, Francis seguía parado esperando. Luego oí un sonido agudo, algo así como un zumbido, se me erizó la piel, miré rápidamente, no vi nada pero, sí estaba la pelota, corrí con mucha felicidad hacia donde estaba, a unos diez metros de los arbustos, llegué y la tomé, de manera repentina empezó un chaparrón y se escuchaban fuertes truenos.
Me había olvidado de Francis, corrí hacia la entrada, ya empapado por la lluvia, el bosque se hizo muy oscuro y más escalofriante, cuando llegué al lugar que mi mente había calculado la distancia que recorrí (que fue poca) Francis no estaba y todo me pareció diferente, ahora si verdaderamente me asusté, empecé a gritar, llamando a Francis y no respondió.
Me postré, lloré entre toda esa lluvia, y grité pidiendo que alguien me ayudará, nadie respondía, me paré y duré aproximadamente media hora buscando salida y no la encontré, ya anochecía y no paraba de llover. En mi sufrimiento y desesperación, mi poca esperanza y mi falta de entendimiento a lo que sucedía, porque no comprendía si era que estaba en el infierno o ese bosque era parte de un mundo paralelo, no entendía nada, solo era apenas un mediocre chico de 14 años, solo tenía la idea de tratar de salir y mientras más caminaba y me fatigaba, recordaba la historia de los ancianos en el vecindario, allí comprendí que eran ciertas, porque sentía que no estaba solo en el bosque, sentía a más gente y oía pasos y murmullos, las rodillas apenas me dejaban caminar, mi cuerpo se quejó del frío y empecé a estornudar, tenía hambre y el camino parecía infinito.
No sé cuánto tiempo había pasado tal vez entre 4 a 6 horas, luego de ese tiempo, cesó la lluvia, hubo silencio por un rato, y después oía los murmullos más claramente, oía que decían de manera pre-juiciosa: «¡Mírenlo!» yo mareado, sediento y con fiebre, me caí, y lloré de angustia, estaba sobre mis rodillas y levanté la cabeza, había un hombre parado, no tan lejos de mí, me asusté mucho más que antes, cerré los ojos, los volví abrir y no estaba, y allí caí tendido, pensando que era mi fin y que aún no había vivido una vida feliz, larga y productiva.
Cuando abrí los ojos Francis me decía que despertara, solo fue un sueño, me explicó que una rama me golpeó al momento que entramos en el bosque.
-Duraste unos diez minutos inconsciente, encontré la pelota, y oye los ancianos cuentan cosas horribles de esté bosque-dijo Francis.
-Mejor salgamos de aquí...