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Sus sueños eran crónicos.
Desde que sus aborrecidos progenitores habían hablado de forma seria con él, en el ratito íntimo que compartían tras la cena, los pensamientos del chico no se centraban en otra cosa.
Llevaba viviendo en la preciosa ciudad de León desde incluso antes de recortar el cordoncito que más lo unía a su madre, y eso no podía cambiarlo nadie. Le parecía injusto separarse ahora de su tierra, de su gente, de sus costumbres...
"Pero, ¿por qué?"
Si los padres dicen algo, no se les debe discutir, que para eso son engendradores todopoderosos.
Lo único que podía hacer el chiquillo era adaptarse a la inexplicable afirmación, pero, al parecer, la plasticidad neuronal humana tiene un límite.
Mark, a sus dieciocho años recién cumplidos, sólo quería asegurar su vida. Era un chico serio y centrado. Estudiante de diez, su principal aspiración era aprender Derecho, como sus padres. Además de destacar en su formación, su fisionomía atraía a hombres y mujeres. Sus cabellos azabache se enredaban entre las tiernas orejitas. La sonrisa contagiosa y los ojos como segmentos in decrescendo a los extremos invadían su cara a cada poco. Más quisiera cualquier ser presumir de los perfectos músculos que repasaban cada contorno de su silueta.
Si se iba, pasaría de ser uno de los chicos más populares a ser "el nuevo", "el apartado"...
Ni el mismísimo Delibes habría sabido que escribiría la historia de Mark como su mochuelito.
Se conservaría como un simple y triste recuerdo.
Sin duda, tras tantos días encerrado en su habitación, esos últimos momentos de vacaciones para el leonés, debía salir a tomar bocanadas del ambiente arcaico que conformaba cada pedacito de sus forjados recuerdos.
Todo lo que hacía e interiorizaba como cotidiano eran ahora como unas últimas palabras. Una fría despedida, la verdad.
Normalmente, cuando recorría las calles de su zona, escuchaba música, aislándose del entorno y buceando entre sus pensamientos. Mas esta vez dejó los oídos al aire, queriendo plasmar el sonido urbano en lo que quedaba en su semiacabado carrete de memoria.
El cielo se abalanzaba, encapotado, oscureciendo los suelos desordenados. El castellano se cuestionaba la existencia de aquellas nubes grisáceas en el nuevo destino. Estaba relleno de prejuicios sobre la tierra desconocida. Andalucía. Imaginaba un infierno, un calor abrasante fuera invierno o verano. Una cocción seca. Sudar continuamente no le parecía un estilo de vida agradable. Con lo que a él le gustaba vestir sudaderas y soñar entre las sábanas gordas por las noches... El cariño que tenía hacia ese clima se fortaleció mucho más al caminar entre las neblinas como despedida.
