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Te extraño | P. Jimin

No solía darme cuenta de lo apegada que estaba a Jimin hasta días como esos en los que su trabajo lo llevaba a estar lejos durante días y su ausencia comenzaba a hacerse clara y me pesaba.

Sin darme cuenta, durante nuestros tres maravillosos años de noviazgo, me había hecho profundamente adicta a su risa, a sus besos mañaneros, a sus berrinches, a su sexo…

Y mientras el pasaba una o dos semanas en Los Ángeles, o Tailandia, o donde fuera que la agenda marcara, yo me quedaba en Corea e iba a la universidad y hacía toda mi rutina habitual extrañándolo.

Generalmente simplemente extrañaba sus besos o su presencia, pero en esta ocasión mi cuerpo me estaba jugando un mal truco, y me había encontrado más de una vez a mí misma fantaseando con él de una forma mucha más inapropiada, con su cuerpo, con su aroma, con esa forma tan dulce pero dominante que tenía al poseerme.

Había aguantado muy bien los primeros tres días, pero para el cuarto sentía que ya no lo soportaba más. La desesperación me estaba matando.

Llegué a casa y me tiré en nuestra cama. Llevábamos tres años de noviazgo, pero apenas nos habíamos mudado juntos unas semanas atrás, lo que simplemente hacía las cosas peores, pues comenzaba a acostumbrarme a tenerlo cada día.

Saqué mi celular del bolsillo de mi chaqueta y vagué en él hasta llegar al chat de la última conversación que habíamos tenido. Me debatí varias veces entre llamar o dejar las cosas así, incapaz de decidir qué hacer.

Lo necesitaba, pero era demasiado tímida como para mandarle un mensaje atrevido, y mucho menos una foto.

Dejé el teléfono a un lado, resignada a tener que lidiar con las consecuencias de ser tan trágicamente tímida.

Me saqué la blusa de seda y llevé una mano al vientre. Las últimas marcas que él había dejado ahí en un camino que iba aún más abajo se veían ahora de un violáceo muy claro, casi desapareciendo.

Acaricié la piel por encima y cerré los ojos, tratando de recordar el camino exacto que  él había tomado una semana atrás. Imaginé su boca húmeda succionando la piel sensible y sus manos aferrándome por las caderas con fuerza…mi cuerpo reaccionó inmediatamente a la imagen en mi cabeza y me exigió algo que él no podía darme en esos momentos.

Maldije. Lo necesitaba demasiado.

Continué bajando mi mano hasta llegar al borde de la falda y no dudé en colar la mano debajo de ella, llevándome el elástico de mi ropa interior y la falda hasta las rodillas, para terminar quitándome el resto agitando las piernas.

Tenía que hacer algo con urgencia, y no era capaz de esperar los días que faltaran para aliviarme un poco.

Mi cuerpo entero se estremeció dulcemente cuando mis dedos siguieron aquellas marcas hasta llegar a la línea prohibida. Acaricié con la palma de la mano un par de veces por encima, sintiéndome hinchada y dolorosamente necesitada, hasta que no lo soporté más y separé los labios con los dedos, deslizándolos entre los pliegues en un ir y venir cadente.

Apreté los ojos y susurré su nombre mientras el calor comenzaba a tomar posesión de todo mi cuerpo. Como deseaba que fueran sus dedos los que se estuvieran colando en ese momento en ese estrecho lugar, y que fuera su lengua la que se enredara en aquel hinchado botón rosado que yo tocaba con desesperación.