Hola Jack

4 0 0
                                    

Jamás me atrevería a hablar mal de éste lugar, al fin y al cabo es dónde vivo, dónde los demás viven, conocidos míos y personas que nunca he visto, todos lucen igual, como yo, mismo color de ropa, de ojos, mismo contorno blanco rodeando nuestra obscura figura, antes creía que solo éramos diferentes por nuestra especie, yo soy un conejo, por ejemplo, el jerarca Tulio es un lobo y sus soldados son zorros, mi amiga Cveta es la venado más hermosa que conozco, hasta la calidad oscura que comparte con todos los demás resalta de un modo extraño y bello, su encandilante vestido blanco y sus magníficas astas le ayudan por supuesto, sin ella no podría soportar las calamidades que los zorros de Tulio me reclaman, me llaman traidor, exiliado y me atacan sin razón, ya no los veo siquiera como personas, son más bien bestias que no tienen idea de nada, lo que Tulio dice es lo que es, y no hay más. Incluso he llegado a topármelos en el Estanque Brillante, un lugar bello que resalta gracias a los monocromáticos árboles negros a su alrededor, allí en lo profundo del Bosque Hueco, vienen y me quitan mi paz, solo voy a ahí a olvidarme de todo, de Tulio, de los zorros y sus horribles armaduras de hierro, recalco, de todo.

A veces Cveta me acompaña pero otras veces no, es una persona ocupada, si la llamo sin duda viene y me consuela o me levanta del suelo después de una golpiza de los soldados de Tulio, tal vez creas que estoy enamorado de ella de algún modo pero, no es así, tan solo la admiro, la quiero a mi lado, no sé cual sea su secreto pero los zorros la respetan, tal vez sea por su belleza, seguramente eso es, no lo sé pero a su lado me siento seguro, es todo lo que diré por ahora.
Ahora mismo voy hacia mi choza, tengo que revisar mi huerto de hortalizas, ya lo había revisado en la mañana pero uno nunca sabe, las plagas son muy impredecibles, y difíciles de ver gracias al cielo oscuro que permanentemente cubre este lugar, incluso el sol es negro como la noche, solo lo distinguimos por que es algo menos opaco que el resto del cielo.
Llego a la puerta de la cerca de madera que protege mis sembradíos y la abro con cuidado para que los zorros no me escuchen, tienen un oído agudo y si saben que mi cosecha está prosperando seguro vendrán a quitármela, entro y doy pasos cuidadosos por todo mi pequeño sembradío, no hay plagas, de nuevo, creyendo que ya he terminado con la tarea me dirijo a la cerca y salgo del huerto, pero tal vez no revisé bien, será mejor volver a revisar, no vaya a ser que mi vista me haya traicionado, vuelvo con algo de esfuerzo al área terrosa de mis sembradíos y de nuevo descubro que no hay problema alguno, pero creo que uno de los zorros me escuchó, lo veo a lo lejos, detrás de él vienen tres más, o sea son cuatro zorros, debí ser más silencioso, tal vez notaron mi mueca de satisfacción desde lo lejos cuando supe que todo estaba bien.
De nueva cuenta salgo del sembradío y cierro la puerta de la cerca, me quedo esperando lo inevitable, se me acercan rápida y ferozmente los zorros y de inmediato empiezan a golpearme.
—¡Comparte lo que tienes con la noble guardia de Abohon! —No me dejan siquiera gemir por el dolor que me están provocando, me sacan el aire con cada puntapié que dirigen hacia mi estomago, uno de ellos me está pisando la oreja, como si quisiera enterrarla en el lodo, logro ver que uno de ellos lleva ya mi cosecha cargada en sus brazos, por las patadas que recibí en el hocico este está sangrando, un río rojo interminable se está mezclando con el negro lodo, no puedo ver mis lágrimas caer, solo las siento, deslizándose sobre el pelaje de mi rostro.
Se están riendo de mí mientras se van con mi cosecha, no me puedo levantar, me duele todo, tengo la mirada perdida en el horizonte, sigo en el suelo, derrotado, decepcionado de mí mismo, sabía que no podía hacer labores de cosecha hoy, éste es un día prohibido para ello, declarado por el jerarca Tulio, pero yo quería revisar la cosecha, necio.
Mientras sigo perdido en mi desgracia, siento dos brazos que me cargan, es ella, es Cveta, la venado de la que estaba hablando, mis ojos entrecerrados por la hinchazón en mis párpados pueden ver su indescriptible rostro, su mirada es de tristeza, está sorprendida y asustada, y por mi culpa, porque soy débil y ésta mujer es la única que sabe como lavar mis heridas, sin ella no soy nada en mi cruel y amado mundo.
Logro darme cuenta que Cveta me ha llevado a su castillo de mármol, puedo ver el frío techo blanco de su espléndida morada mientras mi cabeza tambalea, ahora hemos entrado a una habitación, me recuesta con gentileza sobre una enorme cama, las sábanas y las almohadas son como nubes para mi lesionado ser, me quita las sandalias, sigo viendo el techo, ahora ella asoma su rostro y sonrío instintivamente al ver sus hermosos ojos, me sonríe de vuelta y acerca su rostro al mío, me da un beso en la frente, cálido, lleno de estima, después aleja lentamente sus labios de mi y de nuevo me mira a los ojos y con su mano acaricia mi mejilla herida, se da la vuelta y poco a poco veo como su silueta se vuelve cada vez menos clara para mis ojos. Devuelvo la mirada hacia el techo, el mármol empieza a ser consumido por la oscuridad del sueño.
Seguramente así se vería el océano si existiese, imponente, insuperable, imposible. Si no existe, entonces, ¿qué hago ahora ante él? Lo estoy viendo con mis propios ojos, ahora siento que mis pies están descalzos sobre un montón de arena, miro a mi alrededor y solo veo más mar, bajo la cabeza y me doy cuenta que estoy sobre una isla ridículamente pequeña, más que una isla, una simple planicie sobre el océano, suspiro ante la situación y me siento en la arena, con una mano tomo un poco de arena y la pongo frente a mi, comienzo a abrir mi puño para dejar que la arena caiga de entre mis dedos como si de una polvorienta cascada se tratase. Miro mis ropas, mi playera no tiene agujeros, mis bermudas están como nuevas, y ahora me doy cuenta de que mis heridas se han desvanecido, esto no puede ser verdad, no puede estar pasando.
De nuevo veo el techo de mármol, siento el calor de la mañana que entra por la ventana sobre la cabecera a través de las cortinas, he salido del vacacional sueño, toco uno de mis párpados y noto que la hinchazón se ha ido, miro mis ropas ahora en la realidad, los agujeros también se han esfumado, la nocturna ilusión que generó mi abatimiento no ha sido del todo una ilusión, le agradezco a mi mente por tal viaje, que no me ha costado nada. Trato de levantar mi espalda de la cama pero el dolor no me deja, aún así me esfuerzo y sin la ausencia de algunos jadeos logro recargarme en la cabecera. La puerta de la habitación está abierta, seguramente Cveta quería cerciorarse de oírme en caso de una emergencia.
Miro al suelo y me decido a bajar los pies de la cama, ahora están tocando el piso de mármol, frío y a la vez reconfortante, recuerdo de inmediato que Cveta me había quitado las sandalias, las cuales encuentro justo a un lado de mis pies. Me pongo las sandalias y trato de levantarme de la cama, me sigue doliendo todo, lo hago poco a poco hasta que logro erguirme por completo. Miro de nuevo a la salida de la habitación, comienzo a dar pasos tímidos hacia el corredor del castillo. Quiero encontrarla para darle las gracias. Me ha curado, ha lavado mis heridas e incluso ha remendado mi ropa. Le debo mucho, que pena que jamás podré pagarle. Tengo que verla.


Hola JackWhere stories live. Discover now