Capítulo Ocho

1.7K 86 25
                                    


El almuerzo de negocios duró más de lo que Matteo había esperado. Fue hacia su suite, preparándose para el montón de mensajes urgentes que sabía que le daría Luna en cuanto entrara. Tenía ganas de tirar los mensajes a la papelera, agarrar a Luna y conducir por las colinas a un lugar donde esconderse el resto del día.

Soltó una risita al pensar que, teniendo en cuenta las cosas que habían hecho Luna y él la noche anterior, era una suerte que parte de su cerebro siguiera intacto. La erótica imagen de su fantástico cuerpo desnudo sobre la cama asaltó su cerebro y tuvo que apretar los dientes para controlar la excitación. Pensaba volver a pasar la noche con ella; aunque perdiera la cabeza del todo, habría merecido la pena.

De vuelta en su despacho, revisó los mensajes. Tiró el de Emilia, una mujer con la que salía de vez en cuando, a la papelera. No necesitaba más distracciones. Se obligó a concentrarse en el trabajo, pero Luna invadía su mente al menor descuido.

Sus hermanos llegarían en dos días, el jueves, y todo entraría en ebullición. Habría varias reuniones de última hora, conferencias telefónicas de urgencia, inspecciones y ensayos antes de que comenzaran las festividades, el viernes. Ese día llegaría su madre con sus amigas, y también los primeros huéspedes oficiales del Mansion.
La lista de huéspedes incluía a numerosos amantes del vino, a un crítico de una prestigiosa revista de viajes, a varios amigos de los hermanos Balsano y a un importante cargo estatal con quien habían hecho negocios. Y también al idiota del exnovio de Luna, claro. Edward y compañía no llegarían hasta el lunes. En parte, seguía atónito por haber accedido a ayudar a Luna a recuperar al tipo. Si realmente pretendía llevarse a Edward a la cama, no dudaría en obstaculizarle el camino.

Matteo sabía que lo más inteligente sería considerar lo ocurrido como una aventura de una sola noche. Sabía que estaban jugando con fuego y no deberían seguir acostándose juntos. Y también sabía que era él quien debía poner el punto final, antes de que la cosa fuera a más. Luna lo entendería; ya habían hablado del tema. Pero cada vez que lo pensaba, cambiaba de opinión. La deseaba demasiado. También sabía que ese sentimiento perdería fuerza. Cuando ocurriera, Luna y él volverían a ser compañeros de trabajo y el aspecto sexual de su relación terminaría amigablemente. Sin líos ni complicaciones.

Por la noche, Matteo convenció a Luna para que fuera a cenar con él a un agradable restaurante italiano en Napa. A los dos les apetecía escapar del hotel durante unas horas. Durante la comida hablaron de asuntos de negocios y familia.

Luna le habló a Matteo de sus hermanas y sus familias, y Matteo mencionó que su madre tenía el proyecto de buscar al hermano de su difunto esposo.

—El marido de Sally, William Balsano, tenía un hermano, Tom —explicó Matteo—. Cuando sus padres murieron, enviaron a los chicos a un orfanato de San Francisco.

Kelly asintió mientras se servía alcachofas, pimientos y calabacín a la plancha.

—Sally me dijo que su esposo fue la razón de que quisiera adoptaros a los tres.

—Así es. El sueño de Bill era devolver simbólicamente lo que había recibido
adoptando él a otros niños, pero murió antes de poder cumplirlo.

—Me alegra que Sally lo cumpliera por él.

—Doy las gracias al cielo por ello a diario —Matteo sonrió  y tomó un sorbo de vino.

—¿Ha sabido algo del hermano de Bill?

—Aun no. Por lo visto, el orfanato no era muy agradable y los chicos se
escaparon unas cuantas veces. Bill fue adoptado y su hermano siguió allí. Años después, cuando Bill tuvo edad suficiente para buscarlo, descubrió que el orfanato se había incendiado y todos los registros se habían perdido.

Quién Seduce A Quién |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora