2. Hado

5 2 0
                                    


El silencio tortuoso de su tumba la despierta en un rubor oculto, una frescura innata que la anima a salir sin problemas tras la sensación de interrupción agregada al ambiente que ha parecido establecerse temporalmente como invierno, pues los copo...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El silencio tortuoso de su tumba la despierta en un rubor oculto, una frescura innata que la anima a salir sin problemas tras la sensación de interrupción agregada al ambiente que ha parecido establecerse temporalmente como invierno, pues los copos aún caen y el frío parece disiparse de forma disimulada. Hace crujir su cuello pensaba a la vez que los fuertes vientos eran el causante de que su manta no fuera tan gruesa, sino ligera, fina, como velo nocturno.

—¿Minaliel? —inquieren a su costado derecho.

Abre la boca un poco por su sorpresa y congela instantáneamente su rostro, pero rápidamente cae el encantamiento y responde al llamado de una voz familiar que le trae tranquilidad, pues sabe bien que ese bosque no es lugar para dormir. El bosque , funda pesadumbre al que ose romper la criatura que dentro de ella habita, el desconocido por el observante que se atreva a ver su figura total. Solo habladurías eran, sin embargo los rumores siempre surgen de un incitador, y prefirió creer que arriesgar, su parte reptil lo manifestaba en su cuerpo con el escalofrió de solo pensar en la posibilidad de ser verdad los rumores, arriesgando su integridad física al estar ahí.

—¿Qué buscas? —pregunta con desprecio poniéndose de pie ágilmente, como si lo ocurrido anoche sólo hubiese sido una pesadilla vil de sus sueños ocultos, un deseo quizás, o la apertura de su esencia.

Se miran ligeramente con aire petulante y encogedor por la briza del oriente que permite rodar sigilosamente sus melenas, aunque la de él se pinta de un blanco aperlado por el sol que florece encima de ellos dejando ver un día cálido mezclado con el bosque cubierto de un roció de ramificaciones de pequeños cristales de hielo. Su ropa hacía de peso muerto ya que en la noche había llovido y, los ropajes siendo principales canalizadores de líquido se hacían notar.

—A todos —responde con frialdad—. No exclusivamente a ti, pero contigo bastará.

Gabriel deseaba continuar, sin embargo su instinto le decía lo imprudente que sería en nombrar a los demás en las condiciones en las que se hallaba, porque su total normalidad no delataba la sangre seca que se alzaba en ella, como piel de serpiente en plena mudanza de esta. Los azul turquesa de él la detallaban demasiado haciéndole nacer inquietud a Minaliel que a cada movimiento minúsculo que realizaba más desnuda se sentía.

—Quita tus ojos de mí —le advierte tomando una moña para atar sus que se escapan a su rostro dándole un toque frívolo a su expresión de inconformidad.

Suelta una risita al viento, y la penetra de nuevo con la mirada, esta vez se quedan quietos observándose hasta que se toma el atrevimiento de sobrepasar su espacio personal, apretándola contra sí en un movimiento ágil de sus manos. Ella se inmuta pero su rostro sólo denota asco por verle de cerca, demasiado. Los hombres le daban repulsión.

—Sí se nota que estás que te quitas esos harapos. —Acaricia su cintura con dureza.

—Alejate—amenaza soltando su cabello aún sin atar para tomar las manos de él, enterrando sus uñas en el agarre.

—Que hostil —contesta con desagrado por la aptitud mostrada.

—Imprudente —señala haciéndolo reír.

No hablan más, no lo necesitan, sus miradas son secas y vacías, sin expresión. Mientras caminan el silencio reina con un toque agridulce en el sabor... El viento tienen un sabor a dulce, tanto así que corren con prisa en la nieve sin saber la procedencia del olor, preguntándose el por qué se presentaría un olor así. Es cuando ella frena su marcha impactada al hallarse rodeada de arpías que sus pasos por instinto se van alejando dejando ir a Gabriel dentro de las entrañas del bosque, en la dirección que corrían, sin fijarse las figuras que sobresalen de las copas de los oyentes.

—Una visión... ¡Espera! —grita exasperada, brotándole las venas en su cuello, agarra su sien que palpita y la deja sorda por los pitidos que surcan dentro de sus oídos. Sus pisadas siguen, no escucha, el encanto lo tiene cegado. Sus ojos se concentran en cancelar la magia, en contraste no puede, es inútil y lo sabe, sólo se deja llevar a sabiendas de su destino una vez dentro de las entrañas del bosque aún intacto. ¡Para! ¡Maldición! Concéntrate, tienes que bloquear. No lo dejes llegar—. ¡GABRIEL!

No logro ver nada. La ceguera por intentar una magia que no le corresponde la hace caer ante el hielo que la rodea, los dientes de las cavernas la observan fijamente, ella no grita y murmura bendiciones a su cuerpo maltrecho con la intención de parar el dolor de tener visiones y al tiempo intentar detener lo indomable. La cabeza le dolía y las punzadas eléctricas no paraban, sentía que cada vez era más intenso el dolor.

Pasan los minutos y no siente nada, no existe nada, ni su expresión, ni su visión quiere reaparecer. Sus ojos no demuestran vida alguna, porque el azul que cubrían sus iris desaparecen cuando con sus manos aparta los lentes de contacto de ella, que frustrada los tira sin meditar, sin reaccionar. Aún sus ojos no le permiten ver pero puede intuir que cerca, demasiado de su posición, alguien o algo está cerca observando hasta que medianamente logra percibir unos reflejos en los dientes de la cueva.

No... —piensa sin emoción.

Exhala su aliento congelado en la brisa contemplándolo como una obra de arte la mirada de su reflejo, le avergüenza verse, tan inútil, tan frágil, tan ella. Se había asustado con ella misma.

—Maldita sea. —Recoge sus piernas, se halla sentada y deja caer su cabeza a un lado, dejándolo reposar en sus brazos descansados que se encuentran en las rodillas.

No te quedes aquí.

Cierra los ojos, aspirando el aire de las cenizas de los oyentes, ya no gritan, no tienen necesidad lo inerte.

Cierra los ojos, aspirando el aire de las cenizas de los oyentes, ya no gritan, no tienen necesidad lo inerte

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Albagía de TintaWhere stories live. Discover now