Recuerdo aquel jueves por la tarde en la estación del rojo con blanco. Recién paraba el llanto del cielo, levemente empapada por aquél llanto te acercaste ofreciendo compañia para esta alma mendiga de amor.
Preguntaste por las amistades en común, rápidamente contesté un "ya no hablamos".
Te conté cómo pasó el hecho y terminaste dándome calmadamente un "déjame compensarte", que en ese momento no entendía que era el intento de remediar ese sentimiento coloquialmente llamado corazón roto.
Unimos nuestros cuerpos en un estrecho abrazo, añorando esa muestra de afecto correspondida inmediatamente.
Aún abrazados provocaste una conexión de miradas, mi mente en blanco mis manos ligeramente tensas hechas piedra, por el simple motivo de mi corazón latiente a nada de salirse de mi pecho, mi respiración entrecortada por la tensión de nuestras miradas.
Provocaste la fusión de los latidos, la respiración, el cuerpo y mente. Depositaste la experiencia de un primer beso...realmente un primer beso, justo como lo describen las novelas románticas.
Acercaste la sensación del mundo desaparecer cada que nuestras bocas daban un paso más del danzón, mi mente había emprendido un viaje, transitando por la galaxia del sentimiento culminando en el mismo sitio de donde comenzó, en un jueves por la tarde donde el cielo lloraba y mi transporte llegaba para irse de nuevo.