Inflexión

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La ciudad de Nueva Seattle es el territorio del Lobo Plateado. Una ciudad como cualquier otra, con sus problemas de tráfico, largas jornadas de trabajo y vidas aceleradas. Hace cinco años era la segunda ciudad con más crímenes en todo el país, solo superada por Nueva York que estaba repleta de tantos psicópatas con trajes e historias de orígen trágicas que vivir ahí era una misión suicida. Sin embargo, hace algunos años había surgido un héroe solitario que se había encargado de resolver y prevenir crímenes uno por uno; volviendo la ciudad mucho más segura de lo que había sido.

Era hasta cierto punto un trabajo sin fin, siempre había nuevos criminales a los cuales perseguir como si fueran una hidra que hacía crecer otra cabeza cada vez que cortaba una. Pero mínimo ahora se podía caminar por la ciudad en las noches con relativa seguridad, sabiendo que el héroe estaría ahí para proteger a los inocentes. Es por esto que Kyle Takachiho se encontraba vigilando una de las zonas bajas de la ciudad, le había llegado la información de que hoy cambiaría de manos un gran cargamento de droga y tenía planes de evitar que llegaran a las calles.

Necesitaba deshacer esta organización para poder mandar un mensaje a otros narcotraficantes. Tal vez algo de brutalidad y cortar uno que otro dedo sería suficiente para que entendieran que esta ciudad ya no les pertenecía No iba a permitir que más personas murieran por su culpa.

Suspiró por el cansancio. Ser chef y superhéroe era agotador, pero no se quejaba. Al menos no habían surgido locos enmascarados como en otras ciudades. Bueno al menos no había hasta que llegó él...

–¡Querido! –escuchó la voz de la persona en que había estado pensando– ¡Ya llegue!

–¿De verdad? No me había dado cuenta –respondió con sarcasmo–. No es como si hubieras gritado ni nada.

–Awww no te enojes, corazón –le dijo el Nahual quitándose la parte inferior de su máscara para mostrar su puchero–. Te había estado buscando.

–Estoy trabajando –le dijo mientras regresaba su mirada a las bodegas que estaba vigilando–. Vete.

–No quiero –pasó sus brazos alrededor del cuello del otro y enterrando su rostro en su cuello–. Vine a buscarte, podrías al menos apreciarlo.

–Sabías que tengo trabajo esta noche. Todo el mundo criminal lo sabe –puso los ojos en blanco.– Que la policía no lo sepa es una estupidez, tienen pésimos informantes.

–Bueno si hicieran bien su trabajo no sería necesario que tu estuvieras vigilando ¿o si? –le recalcó el Nahual sin separarse del héroe.

–Supongo que tienes razón. Solo me asombra lo inútiles que son –gruñó por la frustración.– Al menos en otras ciudades lo intentan, aquí parecen policías de caricatura.

–No te estreses –le pidió el mexicano trazando círculos en su pecho.– La transacción no será hasta dentro de una media hora ¿por qué no descansas?

–Porque pueden llegar temprano y yo debo estar preparado –respondió como si fuera lo más obvio del mundo mientras intentaba poner un poco de distancia entre ellos.– No es como si los criminales se rijan por un horario fijo.

–Bueno, pero puedes dejar de ver esa puerta como poseso –reclamó pegando su boca a su oído–. No es como si no los fueras escuchar llegar.

-Tú solo quieres que te preste atención –lo acusó picandole una costilla sacándole una risita al otro.

–¿Qué puedo decir? Mis intenciones han sido demasiado transparentes –aceptó el villano pegando más su cuerpo al del Lobo.– Por algo vine.

–Ya te dije que estoy trabajando.

–Y yo ya te dije que aún no van a llegar y quiero que me hagas caso –empezó a depositar besos en el cuello del héroe a modo de reproche.

Aullidos a la LunaWhere stories live. Discover now