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El olor a champú recorría el ambiente. Lucía salía del baño para vestirse y poder salir con sus amigas. Llevaba días queriendo dar una vuelta y divertirse con ellas, así que decidió ponerse una falda que se había comprado hace poco y le había gustado mucho. De repente, escuchó como un mensaje llegaba a su móvil, por lo que rápidamente terminó de vestirse y cogió el teléfono, pensando que sería un mensaje de una de sus amigas. Sin embargo, era un mensaje de David, su pareja; llevaban saliendo unos 4 meses y la relación iba bastante bien, pues el chico era realmente bueno con ella y se notaba que la quería mucho.

-¿Con quién vas a salir hoy al final? - el mensaje era algo seco, pero no le dio mucha importancia porque ya sabía que David era así a veces.

-Voy a salir con Laura y Mar, ¿qué tal me veo cariño? - después de ese mensaje envió una foto posando en el espejo con aquella falda que tanto le gustaba.

-¿No es muy corta esa falda? - respondió David - Es que me molesta que los hombres que te vean se te queden mirando y no me gusta que te miren otros que no sean yo.

Lucía leía varias veces el último mensaje mientras se miraba en el espejo, pensando en lo que David le había dicho. Finalmente, decidió cambiarse y ponerse unos pantalones largos que pegaban también con la blusa que había cogido. Ya se pondría la falda cuando saliera con él.

Cuando estaba saliendo finalmente de su casa, escuchó un ruido que provenía de su habitación. Extrañada, se acercó de nuevo a su habitación y buscó el lugar de donde vino el sonido. Estaba a punto de darse por vencida y salir de su casa cuando sonó otro golpe, esta vez dentro del armario, así que ella lo abrió lentamente, descubriendo finalmente un pequeño animalito de color rosa. Era una bolita diminuta y peluda, que cabía perfectamente en la palma de su mano y tenía cuatro patitas pequeñas. Cuando lo tuvo en su mano, el animalito se restregó contra ésta, buscando que le acariciara.

Cuando vio que no era para nada dañino, decidió meterlo en una cajita de zapatos, haciéndole algunos agujeros con un lápiz a la tapa, para que pudiera respirar bien. Dejó un poquito de pan y un bol con agua dentro de la caja junto al pequeño y se prometió que lo cuidaría cuando volviera.

Ciertamente, los días posteriores estuvo cuidando de aquella pequeña criatura, a pesar de que le resultaba muy rara la forma que tenía y el hecho de que no creciera. Sin embargo, lo último no era demasiado cierto porque un día sin previo aviso creció por primera vez.

Ese día, ella se encontraba tumbada en su cama hablando con sus amigas, preparando de nuevo una salida; cuando de pronto, le llegó un nuevo mensaje de David:

-Cariño, ¿quieres salir mañana a dar una vuelta conmigo? - El día siguiente era sábado así que no le parecía mala idea, pero ya estaba haciendo planes con sus amigas y les había prometido que iría.

-Lo siento, pero ya he quedado con Laura y Mar para este sábado.

-¿Otra vez con esas dos? Ya casi nunca sales conmigo por quedar con ellas. Además, ya sabes cómo son cuando salen, no creo que sean una buena influencia para ti. - ¿De verdad sus amigas eran una mala influencia? A ella le parecía que eran realmente simpáticas y divertidas, pero quizás David tenía razón.

Decidió cancelar la quedada con sus amigas y salir ese sábado con su pareja, de todas formas era verdad que no salía tanto con él últimamente. Después, estuvo mirando sus redes sociales hasta que le dieron ganas de ir al baño, pero en el camino, cuando miró hacia la caja de cartón, vio que el animalito había crecido considerablemente y ahora era del tamaño de un cojín. Con alegría se acercó hacia el animalito para acariciarlo, olvidándose completamente de sus ganas de ir al baño, sin saber el por qué de su repentino crecimiento. Lucía ignoraba que a partir de ese momento empezaría a alejarse cada vez más de sus amigas.

De nuevo, el monstruo dejó de crecer hasta cierto día después de un par de meses, en el que ella se encontraba hablando con su madre por teléfono, mientras David se encontraba en el salón probablemente viendo algo en su móvil. Trataba de explicarle a su madre por qué había dejado de hablar y salir con sus amigas, diciéndole que había hablado con su pareja sobre el tema, y que ambos habían llegado a la conclusión de que las dos eran una mala influencia para ella. Su madre, preocupada, le preguntó si realmente era feliz con David, y si este no le causaba ningún daño, pero Lucía, bastante indignada por la pregunta, le cortó rápidamente la llamada a su madre y fue hacia el salón dispuesta a contarle a David, bastante disgustada, lo que había pasado.

Él le dijo que hacia tiempo que notaba a su madre un poco rara y que creía que quería separarlos, simplemente porque no le gustaba su nivel económico, ya que él tenía problemas para pagar el alquiler de su piso. Ella se lo pensó un poco y acabó estando de acuerdo con él, enfadándose así aún más con su madre.

Con el propósito de calmarse, fue hacia su habitación para acariciar al pequeño animal que tenía allí, solo para darse cuenta de que este había crecido todavía más y ahora su cabeza llegaba hasta el pomo de la puerta. Ahora además, en su boca había aparecido una hilera de dientes puntiagudos y en sus manos habían aparecido unas garras propias de un gato. Aún así, el pequeño monstruo, como a ella le gustaba llamarle, seguía viéndose totalmente inofensivo, pues seguía teniendo un aspecto adorable.

Y, sin saber por qué, de ahí en adelante el monstruo empezó a crecer poco a poco y su pelaje se volvía cada vez más oscuro. Cada vez comía más y a veces hasta se comportaba de mala manera, rajando cojines con sus garras o mordiendo cualquier cosa que encontrara por su habitación. Al menos su crecimiento, por el momento, iba bastante lento; hasta que un día, de nuevo creció considerablemente.

No era el mejor día para Lucía. Había tenido problemas en el trabajo y había tenido una fuerte discusión con sus padres, por lo que llegó a su casa bastante cansada, para encontrarse a su pareja de pie, probablemente esperándola, con cara de enfado. Tuvieron una discusión muy fuerte: Lucía le dijo que la dejara en paz, que estaba cansada, y él, desconfiado, le dijo que creía que ella le engañaba y le dijo muchas cosas que ella nunca querría volver a oír en su vida. Tras eso, con un portazo se marchó y el silencio reinó en la casa hasta horas después.

El timbre sonó a mitad de la noche y Lucía fue a abrir con cierto miedo por no saber quién podía ser, pero resultó ser David con un gran ramo de rosas prometiéndole que no lo volvería a hacer y ella acabó perdonándolo por sus palabras hirientes. Cuando volvió a su habitación, descubrió que el monstruo ahora era tan grande como una puerta y tenía un color rojo oscuro que empezaba a intimidarla, pero no importaba, porque ella quería a su pequeño monstruo, fuera como fuera.

Aunque David prometió que no lo volvería a hacer, las peleas se multiplicaron y las palabras hirientes fueron empeorando, siendo pronto acompañadas por golpes. Mientras, el monstruo crecía y crecía más, hasta tocar el techo, y cada vez se distinguía menos el color rojo en su pelaje, dejando paso al negro completamente.

Actualmente nos encontramos en otro día. Son ya las 5 de la madrugada, y el timbre de la casa de Lucía suena varias veces, hasta que ella termina abriendo la puerta. En ésta se encuentra su pareja, probablemente muy pasado de copas, pues huele demasiado a alcohol. Intenta hablar con él y pedirle que se acueste, pero David pasa de ella y se dirige hacia el baño, apartándola bruscamente de su camino. Cuando ella coge el móvil de él, que había dejado en el asiento de la entrada, se da cuenta de que está encendido y puede ver unos mensajes con una chica bastante insinuantes. En cuanto oye que la puerta del baño se abre, le aborda para hablar del tema y ocurre una discusión mucho más fuerte que las anteriores.

Cuando Lucía ya no puede soportar los golpes, huye corriendo a la cocina y trata de cerrar la puerta, buscando su móvil para poder llamar a emergencias. Sin embargo, poco puede hacer cuando siente la puerta abrirse con un gran estruendo y dirige su mirada hacia allí.

El que estaba en aquella puerta, no era su pareja, era su pequeño monstruo, que ahora parecía más aterrador que nunca. Poco a poco se fue acercando a ella mientras abría lentamente sus fauces, llenas ahora de muchas hileras de colmillos. Lo último que pudo ver Lucía, fueron los ojos del monstruo, que ahora extrañamente eran iguales a los de David.

El pequeño monstruo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora